El Espanyol juega como nunca y se deja empatar como siempre

Homenajeó el Espanyol en los prolegómenos, mediante el espectáculo de luz y sonido de su estadio, al difunto Akira Toriyama, creador de Bola de Dragón. Se propagaba por megafonía el “llum, foc, destrucció” (luz, fuego, destrucción) de un famoso estribillo que marcó a varias generaciones catalanas. Pero el tributo estaba por llegar. A los pericos les costó encontrar el gol de la victoria más que a Goku las bolas de dragón, y cuando lo hallaron les sobrevino la luz, el fuego, la destrucción de un inesperado empate del Tenerife. Duermen los pericos engañosamente en zona de ascenso, y se despiden los canarios virtualmente de una hipotética promoción.

Como si lo hubiera preparado un guionista de First Dates, se daban cita en Cornellà nuevas parejas, que nunca habían jugado juntas de inicio. La más esperada para sus aficionados era la de Ángel y Enric Gallego en el ataque chicharrero. Igual o más decisiva fue la conformada por Gragera y Pol Lozano en la sala de máquinas de un conjunto perico que no tenía a Braithwaite ni a otros tres titulares del triunfo ante el Zaragoza, pero al que no le faltaron perseverancia, iniciativa, equilibrio ni verticalidad.

Porque si bien es cierto que no se arrugó de entrada el Tenerife, con dos ocasiones de Waldo –una, providencialmente salvada por Omar El Hilali y otra, a centro del retornado Luismi Cruz, al lateral de la red–, enseguida asumió el control, la salida de balón y la elaboración de buen juego la escuadra de un Manolo González que se estrenaba en el coliseo blanquiazul. Aguado, con descaro, lo probó desde el círculo central, mientras que Lozano y Jofre dispararon con la pólvora mojada. Y Keita Baldé descargó más que chutó.

Aunque quien más merodeó el 1-0 fue Puado, objeto de un posible penalti de Nacho, destinatario final de un córner rematado en primera instancia por Sergi Gómez y autor de una magnífica rosca con la zurda que se estampó con el paradón de Juan Soriano, al filo del descanso.

A falta de claridad, y tras un intercambio de chuts lejanos entre Aguado y Enric Gallego, trató Manolo González de imprimir una marcha más, aun a riesgo de perder el centro del campo, con la entrada de Melamed por Lozano. La réplica de Asier Garitano fue de contención, poniendo a Buñuel en lugar de Gallego y disponiendo un 5-4-1. Y a 18 minutos para el final emergió el pequeño genio perico, que llevaba cinco meses sin jugar en Cornellà, para poner a prueba a un Soriano al que se le escurrió entre las manos el balón, pero no lo suficiente.

Consciente de que el empate era un botín mediocre, González aun dio otra vuelta de rosca al equipo, dejando una defensa auténticamente de tres y metiendo aún más ‘punch’, con Pere Milla y los canteranos Gastón Valles y Kenneth Soler, éste último debutante en Liga con el Espanyol.

A pesar de los cambios, siguió el Espanyol sin precipitarse, dueño y señor del partido, ante un Tenerife cada vez más aculado. Así que no sorprendió la vía que los pericos emplearon para desatascar el partido, en un saque de esquina, en que Gastón y Víctor Ruiz colaboraron decisivamente para que Gragera convirtiera el gol más buscado de toda la temporada.

Quién le iba a decir a los blanquiazules que con ese mismo método llegaría instantes después el empate del Tenerife, en su segundo tiro a puerta en 90 minutos, con un córner botado por Nacho y rematado por Sergio González. El jarro de agua fría en Cornellà fue inmenso, en un 1-1 que con la clasificación en la mano no le sirve a nadie para alcanzar sus objetivos más ambiciosos.

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