REAL ZARAGOZA

Cristian Álvarez: “No nací aquí, pero me siento zaragocista; llevo al Real Zaragoza muy dentro”

El portero, de 37 años, sueña cada día con el regreso a Primera División y con un club a la altura de su historia: “El día de Villarreal le vi los dientes al lobo en el descanso; pudo ser un golpe definitivo para el equipo y la afición, y de ahí mi celebración”.

Zaragoza
Alfonso Reyes

Cristian Álvarez (Rosario, Argentina, 1985) es una de las voces más autorizadas del vestuario del Real Zaragoza, un veterano que, después de seis temporadas en La Romareda, se ha convertido en un zaragocista más y un zaragozano de adopción. El portero, pilar fundamental del equipo, sueña cada día con el regreso a Primera División y con un club a la altura de su historia. En una entrevista conjunta con AS y Radio Zaragoza, en el programa ‘Ser Deportivos Aragón’, Cristian Álvarez ha repasado su pasado, su presente y su futuro en el Zaragoza.

¿Cómo está yendo la semana después de la victoria del otro día en el último minuto?

—Todo se ve desde otro prisma con la victoria. Tuvimos nuestra alegría después del partido y desde el primer entrenamiento ya estuvimos metidos en el partido del Alavés.

¿Es de los que hace cuentas con los cincuenta puntos o no ha mirado nunca hacia abajo en toda la temporada como su compañero Fran Gámez?

—Yo soy optimista por naturaleza, pero el tiempo me hizo encontrar el equilibrio y entender que existen las dos vertientes. Nosotros estamos en una dinámica muy buena y sabemos el escudo que estamos defendiendo. Sin ningún tipo de duda, el objetivo real del club es volver al lugar de privilegio que se merece, pero hoy por hoy la realidad es muy distinta. La realidad que estamos viviendo es que tenemos que luchar al máximo cada partido para poder acercarnos a los puestos de arriba. Ahora ocupamos la 14ª posición y estamos lejos, pero la ilusión no se pierde. El fútbol vive de ilusión, ojalá podamos sacar un buen resultado el sábado y empecemos a mirar con más realidad y de manera más verdadera al ‘playoff’.

En estos últimos años ha habido más temporadas en las que el equipo ha estado luchando por la permanencia que por el ‘playoff’…

—Desde que estoy aquí, hemos tenido dos posibilidades serias de ascenso y otras dos de descenso. Nos cuesta mucho vivir en el gris en este club y en esta ciudad y eso es lo bonito y una de las virtudes más grandes que tiene el Real Zaragoza. Sabemos lo que hay y entendemos que para estar arriba tenemos que encontrar también el punto medio entre esas dos situaciones, sobre todo porque la lucha por el descenso es muy estresante.

En los últimos partidos se le ha visto con una emoción que no se puede disimular. ¿Se considera ahora mucho más parte del Real Zaragoza y de la ciudad que cuando llegó?

—Sin duda, el entorno te acaba definiendo. Hace seis años que vivo aquí y es inevitable no volverte uno más. Es imposible. Y esa es una de las cosas que está perdiendo el fútbol profesional, el hecho de tener jugadores que se caractericen con el escudo que defienden. Ahora se mueve todo muy rápido, es comida rápida del futbolista y el jugador dura muy poco en los clubes. Para poder sentirte parte de un lugar tienes que estar mucho tiempo y yo llevo aquí seis años. No soy un zaragocista, yo no nací aquí, pero sí que puedo decir que tengo el sentimiento. Nos hemos encontrado en un momento de nuestra vida que por lo que fuese empatizamos y compatibilizamos enseguida. Desde el primer día me sentí parte de este club y a medida que pasan los años lo entiendo mucho más y lo llevo muy dentro.

Incluso se le vio alguna lágrima de emoción tras la remontada lograda en Villarreal…

—Le vi los dientes al lobo en el descanso. Perdíamos 2-0 contra el Villarreal B y por el hecho de llevar mucho tiempo aquí entiendes lo que significa eso. Podía ser un golpe definitivo para el equipo y para la moral de la afición. Es la realidad que estamos viviendo ahora y hay que saber disfrutar de esas pequeñas alegrías.

También contra el Andorra se le vio una explosión similar.

—Lo del otro día fue más felicidad y lo de Villarreal fue más un desahogo porque se podía poner la cosa muy jodida, incluso con los puestos de abajo. Los del otro día fue una alegría enorme porque creo que el equipo hizo un partido muy correcto, por el minuto del gol, por meterlo Bebé, que todos sabemos lo importante que es que marcara en su debut… Se juntaron un montón de cosas que hicieron que fuera más alegría que desahogo.

Al comienzo de la temporada renovó un año más. ¿Se ve alguno más en el Real Zaragoza?

—No lo sé. Hoy por hoy puedo decir que sí me veo, pero llega un punto en la carrera de uno que tiene que ir muy al día a día. Es algo que tengo que ir sintiendo. Hoy podría decir que estoy convencido de que sí, pero no es algo que pueda asegurar al 100% porque la portería en el Real Zaragoza es muy intensa. Hay que llevarla día a día y a medida que vaya pasando el tiempo ver si tengo fuerzas para continuar.

¿Es más una cuestión de desgaste físico o psicológico?

—Es más mental. Buffon tiene 45 años y el otro día hizo una parada brutal en el último minuto. Hay porteros con 40 años de grandísimo rendimiento. El portero, si realmente llega físicamente en condiciones, a medida que pasan los años nos volvemos mejores porque tenemos más estabilidad, encontramos más equilibrio, sabemos manejar mejor las situaciones… En el caso puntual mío y de lo que es la portería del Real Zaragoza, es una cuestión de mentalidad. Si no tienes una mentalidad fuerte y si no estás realmente al 100%, enseguida todo lo que has construido se puede derrumbar en diez minutos. Por eso no quiero asegurar nada. Mientras tenga fuerzas, estaré, y en este momento estoy con mucha fuerza y vitalidad mental y también a nivel físico. Mientras sea así, estaré feliz.

Lleva 208 partidos con la camiseta del Real Zaragoza y es el segundo futbolista extranjero con más encuentros. ¿Le hace ilusión superar a Ponzio?

—Me encantaría, pero no por un hecho de ego, que todos lo tenemos, sino porque si lo consigo significa que voy a jugar una temporada entera más y que tengo bastante cuerda por delante. Eso me genera mucha más ilusión que el hecho de ser el extranjero con más partidos.

¿Mantiene el sueño de jugar con el Real Zaragoza en Primera División?

—Lo vengo viendo desde la primera temporada, la cuestión es que no se materializa. Pero sí que lo veo y ese es el objetivo principal. Yo en ningún momento me olvidé de eso. Nosotros no somos un club de Segunda División. Es la realidad. Antes hablábamos de la masa social que tiene el club y del sentimiento, que es genuino. Un sentimiento ni se compra ni se puede vender. Eso no se compra con dinero, lo tienes o no lo tienes y la ciudad, respecto al Real Zaragoza, lo tiene. Eso ya te hace un equipo grande, así que ése es el objetivo y de ahí no me saca nadie. Pero tampoco nos olvidemos de la realidad en la que estamos y cómo llegamos hasta aquí y a qué queremos aspirar. ¿A ser un equipo de Primera? Sí, ¿pero de qué puesto? ¿Queremos aspirar a jugar en Europa o a luchar por no descender nuevamente? ¿Queremos que vuelva a pasar lo mismo o a estabilizarnos como un club de primer nivel europeo? Son preguntas que hay que hacerse y yo creo que el club está trabajando para conseguir una estabilidad en ese sentido. Ésa es una de las máximas. Llegar a Primera División llegaremos. Seguro, sin duda. El hecho es saber hacia dónde y cómo hacerlo.

¿Pesa más la camiseta del Real Zaragoza que la de otros equipos de Segunda? ¿Considera que para lograr el ascenso hay que hacerlo con jugadores de Primera?

—Y eso cuesta dinero y ahí volvemos a lo de que un club se deteriora mucho tras diez años en Segunda. Por eso se hace más difícil. Y es cierto que no es lo mismo jugar con 20.000 o 30.000 personas que con 5.000. No es lo mismo jugar en un Real Zaragoza que en un Lugo, con todos los respetos. Es ahí donde entra la presión y no todos la gestionamos de la misma manera. De hecho, yo no la he sabido gestionar en otros sitios. A veces es una cuestión de momentos. Se tienen que dar un montón de situaciones, no sólo por la calidad, también porque sea el momento justo del jugador o porque haya buenos conductores de equipo, ya que el entrenador es una figura importante también. Son muchas, muchas cosas las que se tienen que dar para que un objetivo tan grande se cumpla.

¿Una de esas cosas es tener un gran delantero como Borja Iglesias en la temporada 2017-18 o Luis Suárez en la 2019-20?

—Dicen que los goles son amores. Tuvimos grandes delanteros que además de haberlo hecho bien aquí, también lo han demostrado en Primera. Eso marca mucho, pero es una cuestión de momentos, de calidad…

¿También de planificación? Si el Zaragoza lleva diez años en Segunda es porque ha hecho mal muchas cosas y es necesaria una mirada crítica.

—Es tu opinión y yo la respeto completamente. Es vuestro trabajo; el mío es ser jugador todavía.

¿Piensa quedarse ligado de alguna manera al Zaragoza cuando se retire? ¿Le gustaría ser entrenador?

— Aún no lo he pensado, todavía soy muy jugador. Tampoco quiero cerrarme esa puerta. Sí que tengo mis inquietudes dentro, que me las guardo para mí, pero no es algo que tenga decidido. El tiempo me irá aclarando y llevando hacia donde tenga que estar. El fútbol es parte de mi vida y espero que sea parte de mi vida para siempre.

¿Y en su vida le gustaría seguir ligado a Zaragoza?

—Estoy muy ligado a Zaragoza. Tengo a mi hijo criándose como un maño más. Estoy muy arraigado, así que es muy posible que me quede a vivir aquí.

Hay futbolistas que acaban muy decepcionados del mundo del fútbol. ¿Es su caso?

—Ésa es una nube que se cierne sobre la mayoría de los futbolistas, pero uno debe discernir que ésa no es la esencia de lo que es el fútbol como deporte. A nivel personal, yo me he aferrado a lo que es la esencia del juego, del deporte y de lo sano y maravilloso que es el fútbol. Cuando me puse a pensar en todo lo que lo rodea, acabé retirado. Por tanto, he vuelto con otra ilusión y a eso me agarro con las dos manos porque creo que es lo único verdadero.

Se refiere al año sabático que se tomó en 2016, ¿verdad?

—Así es.

¿Por qué regresó? ¿Le picó el gusanillo?

—Tener la posibilidad de jugar aquí. En el momento que escuché el nombre de Real Zaragoza me nació algo en el estómago que me llegó al pecho y que me gritaba que sí. Sentí eso literalmente y por eso regresé. Tampoco estaba muy abierto a volver a jugar, pero esa chispa que se me encendió dentro fue definitiva para decir que sí.

Volviendo al presente, ¿qué ha cambiado con la llegada de Escribá?

—Tiene muchísima experiencia y desde el primer día es muy recto, sabe hacia donde se dirige y espera que los demás le sigan. Es un líder. Llegó también en un momento muy particular, en el que el grupo estaba bastante golpeado. Llegó en un momento delicado y a la primera semana ya había cambiado la dirección del barco y estábamos todos subidos. Lo tiene muy claro.

¿Qué cree que pueden aportar Alarcón y Bebé?

—Siempre el rendimiento en el Real Zaragoza es distinto a todo. Yo creo que son dos jugadores de una grandísima calidad y que nos van a aportar mucho. Ojalá que les vaya fenomenal y que puedan encontrar su mejor versión en este club porque si lo logran y triunfan aquí, sus carreras de dispararán y van a disfrutar del fútbol como en pocos sitios.

¿Su momento cumbre en el Real Zaragoza fue el gol que le marcó al Lugo?

—Fue un regalo divino, tanto para el equipo como para mí. Jamás imaginé encontrarme en esa situación, sobre todo en ese momento vital en el que nos estábamos jugando muchísimo. Fue realmente inolvidable. Me siento muy agradecido por ser partícipe de ese momento como protagonista.

Los únicos porteros que han logrado marcar un gol con el Zaragoza son usted y Chilavert, que después metió 61 más entre penaltis y faltas, pero el suyo además fue de jugada. ¿Considera que eso es más impactante?

—Fue una pasada. Cuando vi que el balón entraba, realmente no supe qué hacer. Tuve la suerte de que me cogieron rápido los compañeros porque no sabía cómo celebrarlo.

¿Un portero llega a entrenar los remates de cabeza?

—Es algo que no se trabaja porque no se da muchas veces. No es algo habitual ni tampoco es bueno que suceda porque quiere decir que el equipo va perdiendo.

Al menos antes había porteros a los que les gustaba jugar como futbolistas de campo en los entrenamientos…

—Lo más bonito del fútbol es el gol y un niño crece con la idea de meter un gol, así que creo que todos los porteros llevamos dentro ese delantero frustrado. Con muchos guardametas con los que he compartido vestuario hemos coincidido en que nos gustaría haber sido jugadores. Es algo muy habitual.

¿Cómo afrontan el partido contra el Alavés?

—Si queremos ilusionarnos de una manera real esta temporada, tiene que ser ganando a equipo como el que viene este sábado a La Romareda. Y sin duda que La Romareda nos da ese plus, pero para eso nosotros también debemos darles dentro del campo para que la gente se enganche y esté animando. Ojalá que este sábado se dé de esta manera, que rápidamente podamos enganchar a la afición.

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