REAL VALLADOLID

Cortocircuito desde la pizarra

El empeño de Pezzolano con vaciar la banda izquierda fue clave ante el Alcorcón, aunque no el único que castigó al Real Valladolid.

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La NASA define un agujero negro como un objeto astronómico con una fuerza gravitacional tan fuerte que nada, ni tan siquiera la luz, puede escapar de él. La cultura española ha venido a utilizar la acepción como símil cuando una situación arrastra y fagocita todo a su alrededor. Algo perfectamente comparable con lo vivido por el Real Valladolid contra el Alcorcón a partir del desequilibrio generado con el vacío existente en la posición de lateral izquierdo, que Escudero abandonó su lugar natural sin remisión a demanda de Paulo Pezzolano.

El cortocircuito, del que el entrenador uruguayo se hizo cargo en la rueda de prensa posterior a la derrota, fue más allá; no vino solo porque, en la práctica, al esquema le faltara una pata, aunque sí fue lo más ilustrativo en una noche para olvidar, en la que el conjunto alfarero tuvo no menos de tres oportunidades lo suficientemente claras como para volver a casa con la mayor de las satisfacciones, después de golear, como estuvo a punto de hacer, a un teórico candidato a subir a Primera cuyas prestaciones en las tres primeras semanas de competición distan de esa vitola.

Todo desastre tiene un principio

La posición de Escudero fue más dual que descaradamente distinta a la propia en los inicios del encuentro, en los que los pupilos de Fran Fernández empezaron volcando ya el juego por los costados. No se trató de algo ad hoc, o no lo pareció, ya que así habían jugado en las dos fechas anteriores, intentando maximizar el buen pie de Jacobo González y a Addai corriendo al espacio. Así, en tres jugadas parecidas, en los minutos 5, 10 y 11, cuando el cuero iba a ese lado, Escudero aparecía al achique y Kenedy al repliegue, evitando la sobreexposición de Gustavo Henrique.

En el arreón inicial, esa situación interiorizada ayudó a que el Real Valladolid pudiera instalarse en campo rival, donde encajonó a los amarillos durante muchos minutos. A cambio, Kenedy se vio solo a la hora de intentar encarar; a menudo, ante dos jugadores, cuando no, con un tercero cercano. Más próximo que el lateral estaba Monchu, aunque solo a veces y nunca en una situación real que pudiera vislumbrar un desborde siquiera en igualdad numérica; siempre sus apoyos fueron por dentro y en estático, nunca para sorprender por fuera.

Una conducción temeraria

Fran Fernández, que ya había invertido a los extremos ante el Leganés, pasó en el minuto 22 a Addai a banda derecha, en vistas de la estepa que allí había, frente a Gustavo Henrique y a la espalda de Kenedy, cuya cadencia de retorno iba a menos conforme el crono corría. Era un terreno frío todavía, pero que iría cogiendo temperatura según el atacante ghanés fue capaz de recibir en situaciones de ventaja o de galopar por donde defendía el central brasileño, claramente más lento que él y quien, por si fuera poco, no encontraba tampoco demasiadas ayudas en el centro del campo, dado que era Monchu el que jugaba más próximo al perfil zurdo y estaba casi siempre en la altura superior antes comentada.

El 0-1 llegaría en un emparejamiento entre ambos, en el que el depredador dio cuenta al espacio de la presa. Aunque, antes, hubo un error fatal: la pérdida de Raúl Moro en una conducción en horizontal que cogió a demasiados jugadores por delante del balón. Con Meseguer cerca como apoyo en corto, el extremo prefirió avanzar en su fuera-dentro y Obieta tocó el balón para rebañárselo, el centro del campo descargó para Addai, que hundió a Gustavo Henrique y viró el esférico hacia el otro costado, donde, para más inri, asomó Jacobo González allí donde debía replegar Moro para ejecutar desde la larga distancia a John Maciel.

La indefinición del centrocampismo

Hace ya tiempo que los estilos de juego, por lo menos los propositivos, comenzaron a definirse por sus centrocampistas más que por sus atacantes o por sus zagueros. Como queriendo autodefinirse, Pezzolano optó por combinar a dos jugadores de buen pie en el doble pivote como son Monchu y Meseguer con Iván Sánchez, un mediapunta bastante apto para el juego combinativo. Sin embargo, a la vez, renunció a poblar la zona 2 con la naturalidad de estos tres; los centrales llevaban el peso en el inicio de la jugada y la continuidad la daba más Escudero que los mediocentros.

De hecho, a menudo, Monchu y Meseguer estaban en una altura muy parecida, por delante del balón, de espaldas y cerca del área, sin convertirse en un escalón intermedio que, de paso, atrajera atenciones por parte de un entramado defensivo que se encontraba demasiado cómodo. Como los anteriores, Raúl Moro e Iván Sánchez se solaparon a veces, también, en la misma altura, cuando no, en la misma zona, cerrando a Luis Pérez el camino de ida. El andaluz probó a centrar hasta en ocho ocasiones, pero tuvo poco vuelo y no logró sorprender en sus irrupciones.

Castigados por la obcecación

Aunque el Real Valladolid se acercó a Jesús Ruiz, gracias a sendas acciones por fuera de Moro, que habilitó a Monchu y a Iván Sánchez, se obcecó tanto que de las 28 veces que disparó solo dos fueron a puerta y hasta 16 acabaron en tiros bloqueados por la defensa, a lo que hay que sumar una galopante falta de amplitud que no se combatió a través de los cambios, más allá de Tunde, que refrescó el lado izquierdo. Los 39 centros servidos en total parecen desmentirlo, pero lo cierto es que ni la entrada de Sergio León solucionó nada; descongestionó, quizás, el sector derecho, pero era todo tan previsible y los envíos al área se producían de tal modo que nunca había superioridad numérica en ningún lado.

Como quiera que los blanquivioletas acumularon jugadores próximos a la frontal, vaciando la zona hábil para detener las transiciones, y como además renunció a la amplitud y a proteger los costados, el Alcorcón vivió aculado por momentos, pero cómodo y sin perder de vista la posibilidad de transitar para sentenciar, cosa que hizo. Refrescó las bandas con Juan Artola y con Víctor García, que dispusieron de dos contragolpes en los que pudieron marcar y que Luis Pérez y John evitaron. El portero, que debutaba, no pudo hacer lo mismo tras un envío a zona intermedia, a la que debió salir para evitar la ocasión, luego transformada, de Dyego Sousa. Rizando el rizo, Javi Castro transitó en busca de un 0-3 que merecieron los dos equipos.

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