Calero: “Los jóvenes dejaron el móvil para coger la pala”
El testimonio del entrenador del Levante refleja en AS el drama que vivieron miles de personas la noche del 29 de octubre: “Sentí que nos iba a comer el agua”.
Julián Calero (Parla, 1970) ha vivido de cerca la tragedia, desde el 11M a la DANA de la provincia de Valencia. El técnico del Levante, perplejo por el escenario apocalíptico en los municipios afectados, reflexiona con AS sobre la dureza de lo sucedido: “En estos casos hay que dejar la política a un lado y que pensar en las personas”.
¿Usted cómo está?
Pues regular. No voy a engañarte. Cuando nos metemos en el entrenamiento, se nos olvida todo, así es el fútbol. Pero lo primero que hago nada más salir del campo es ir a la zona de recogida del estadio para ver lo que están cargando, si queda mucho, poco, cuánto hay o quién ha venido... Ahí vuelves otra vez a la realidad... Pero ves a la gente y yo, que soy blando para esto, me emociono. Le veo ayudando y se me sube el nudo a la garganta.
¿Qué es lo que más le ha impactado?
Muchas cosas. Yo ya había vivido alguna desgracia, porque sabéis que estuve en el 11M como Policía, que fue terrible. Aquí lo que más me impactó fue la sensación de no ser real el escenario. Coches apilados, árboles caídos, carreteras destrozadas... Era apocalíptico, y además eran kilómetros y kilómetros de devastación. A cada paso que dabas la desolación seguía ahí. En los pueblos veías casas medio derrumbadas, calles llenas de barro, garajes inundados...
Usted no solo lo ha visto, también lo sufrió.
Nosotros (en referencia también a su cuerpo técnico) vivimos en una urbanización de Chiva, en el epicentro de la tormenta. En nuestra zona hubo mucha agua acumulada, hasta 490 litros por metro cuadrado. Yo pienso que si pusiera 490 botellas de un litro en un metro cuadrado sería imposible. Y toda esa agua bajó a los otros pueblos.
La catástrofe le pilló ya en casa.
Aquella tarde fue terrible. No podía localizar a mi mujer, que estaba viniendo (desde Madrid). Lo último que supe de ella es que estaba parada en la carretera. A nosotros en la urbanización se nos fue internet, la luz, todo. Nos quedamos incomunicados. Se hizo una noche como nunca la habíamos visto. Solo oíamos el impacto de la lluvia. El agua subía, se había hecho un río que amenazaba con saltar. A eso únele que no tenía noticias de mi mujer. Encima intentamos ir a Valencia, porque íbamos esa noche a Pontevedra (viajaban en avión a Santiago para el partido de Copa).
No sabían que el viaje se había cancelado, claro.
No teníamos noticias de nada. Pudimos recorrer 100 metros. En una cuesta nos encontramos con tres metros de agua y rápido dimos la vuelta. Nos iba a comer el agua. Fue horrible.
¿Cuánto tiempo estuvieron incomunicados?
Día y medio. Sin poder salir y sin noticias. Gracias a Dios las ondas seguían funcionando. Me he pedido para Reyes, y no es broma, un transistor. Estamos tan acostumbrados ahora al móvil, que nos lo quitaron y no teníamos nada. No teníamos forma de orientarnos, ni de comunicarnos, no podíamos actuar. Fuimos al coche a la mañana siguiente y pusimos la radio. Ahí nos fuimos informando del daño, pero tampoco éramos conscientes del todo porque yo creo que ni los mismos medios de comunicación sabían el impacto. A las seis de la mañana del miércoles logramos encontrar un punto todos los vecinos con un poco de cobertura y de mala manera podíamos decir que estábamos bien, no daba para más.
¿Y su mujer?
A mí mujer la localizo ahí, a las seis. Ahí supe que durmió en el coche en una gasolinera. Le dije que se diera la vuelta para volverse a Madrid. Para ella fue traumático porque sabía que a nosotros nos estaba cayendo la mundial. La comunicación se había cortado y no sabía el por qué. No sabía si a mí se me había llevado el agua o se me había mojado el móvil. Para ella fue angustioso.
¿Y cómo está ella?
Ella tiene experiencias en angustias. Es la segunda vez que le pasa, ya lo sufrió en Atocha el 11M. Ese día, cuando yo estaba en la estación, cortaron la cobertura para que no estallara la segunda bomba. Una segunda bomba que localizamos nosotros; mi compañero y yo vimos debajo de un banco una mochila y nos habían enseñado en la Academia de Policía que normalmente hay una segunda bomba para hacer daño a los servicios de emergencia. Vimos esa segunda mochila y llamamos a los TEDAX (Técnico Especialista en Desactivación de Artefactos Explosivos), que la desactivaron. Pero tuvimos un periodo de cuatro horas en las que estábamos en Atocha sin cobertura y mi mujer llamando. A la pobre le ha vuelto a pasar.
¿Qué hicieron ese miércoles en la urbanización?
Como los cromañones. Sabíamos que la comida del congelador se nos iba a echar a perder y decidimos hacer fuego para al menos poder cocinarla. Fuimos tocando a cada uno de los vecinos para ver que estuvieran bien. Bajamos por toda la urbanización, hasta donde el agua nos dejaba, e íbamos viendo si alguien necesitaba un poco de ayuda. Mi hija estaba conmigo. Ella es enfermera y se vino con nosotros. Hicimos un botiquín de urgencias y nos fuimos para ver si alguien necesitaba atención. Sobre todo a personas mayores que necesitaban medicación o que les pincharan.
¿Cuándo pudo salir de la urbanización?
El jueves. Aquello era de película. Me recordaba al arranque de la serie The Walking Dead, donde la carretera está llena de coches parados y la gente andando como zombis. Era muy parecido, íbamos todos andando como zombis y los coches destrozados. Yo no podía evitar pensar dónde estarían los dueños de esos coches. Un escenario de guerra.
¿Qué es lo que más le ha impactado?
Muchas cosas. Lo del 11M fue terrible, pero aquí lo que más me impactó fue esa sensación de que parecía de no ser real el escenario. Coches apilados, árboles caídos, carreteras rotas... Un escenario apocalíptico, kilómetros y kilómetros de devastación. Es una sensación de desazón porque nada está ordenado. Vas avanzando hacia la zona cero y el desastre es brutal. El impacto para nosotros, que no estamos acostumbrados a este tipo de situaciones, es tremendo. Por eso siempre he dicho que era muy importante que el Ejército hubiera llegado lo antes posible, porque ellos sí están entrenados para esas zonas de guerra donde saben moverse. Pero, en fin...
Por su experiencia como Policía, ¿le parece normal cómo se ha gestionado?
Es difícil organizarse para algo que no estás preparado. Pero sí que hemos echado de menos que hubiera más efectivos y era el Ejército el que tenía que hacerlo. Sus mandos están acostumbrados a darle orden a la catástrofe. Dentro de que es muy complicado, porque habían miles de personas atravesando los puentes para ir a ayudar y no es fácil de ordenar cuando vienen por su cuenta y riesgo. Pero sí que he echado de menos ese refuerzo, sobre todo en los primeros días. Los militares primero canalizan agua, que hacía falta; ordenan y organizan porque tienen gente preparada para eso, hubieran dado instrucciones a los voluntarios. Además tienen maquinaria para quitar ese barro. Ha sido admirable ver a la gente con palas y escobas, pero no deja de ser eso, palas y escobas. Es admirable solo el hecho de ir, pero con una escoba poco puedes hacer.
¿Entiende esa demora?
Por desgracia era un tema político y cuando entra la política en este tipo de situaciones pues estamos perdidos. Hay que dejar la política a un lado y hay que pensar en las personas. Si el primer día los políticos se montan en un helicóptero del Ejército y van a la zona cero todo se habría resuelto muchísimo antes. Desde el terreno tomas consciencia de la magnitud del problema. En fin, son temas políticos donde poco podemos hacer...
¿Cuánta gente le ha llamado?
Las llamadas y los mensajes de Whatsapp son incontables. Nos han brindado ayuda desde un pueblo de Toledo, Yeles; desde Burgos; mañana (por hoy) llegarán furgonetas desde Madrid. Gente que se ponían en contacto conmigo para saber donde traer las cosas, cómo hacerlo... La gente quería volcarse pero querían saber dónde ir. Las muestras de solidaridad han sido incontables. Además, me ha gustado porque me trataban como un valenciano más, pensando en lo que aquí estábamos sufriendo. He sentido esta tragedia como si hubiera nacido aquí; porque yo no creo que la gente se marque por dónde nace, sino por cómo eres. Da igual dónde hayas nacido, que si tienes buen corazón absolutamente todo da igual. He sentido la tragedia y he empatizado con ella como si fuera uno más.
¿Con qué se queda?
Lo más bonito y lo que sacamos de esta grandísima desgracia es que la gente se ha unido y encima sabemos que tenemos esperanza con nuestros jóvenes. No está todo perdido. Hemos visto como han dejado el móvil a un lado, han cogido la pala o han venido al estadio y han salido a ayudar a la gente. No está todo perdido, tenemos esperanza. No es todo tan feo cómo lo pintábamos.
Para acabar. ¿Nos deja un reflexión?
Pues sí que tengo una reflexión. Tenemos que aprovechar cada día que estamos en este mundo. No sabemos ni cuándo ni dónde está el final del camino. Sabemos que llega en algún momento, eso es seguro, pero no sabemos ni dónde ni cuándo. Muchas veces no somos capaces de ajustar el prisma en lo realmente importante, que es en ser felices, disfrutar y en crear felicidad alrededor de uno mismo. Yo creo que después de esto, algo que ya hice después del 11M, me da la sensación que perdemos la perspectiva de que estamos aquí de prestado y que tenemos que disfrutar cada día. La reflexión que me queda es que tenemos que disfrutar, aunque tengamos que trabajar, porque también se puede disfrutar trabajando. No puede ser que los lunes estemos esperando a que llegue el viernes. La vida es una cuenta atrás, vamos restando días. Intento disfrutar igual de un lunes que de un viernes o un domingo. La reflexión es que seamos capaces de poner el foco en ser felices e intentar hacer felices a los demás. Disfrutando de cada día en este bonito mundo que tenemos, por mucho que vengan mal dadas.
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