Un punto más cerca de la nada

Pretendía Osasuna meterse de pleno en la lucha por Europa. Y necesitaba el Espanyol aferrarse a la vida, sacar la cabeza del descenso para respirar, ni que fuera momentáneamente. Pero ni unos ni otros alcanzaron su objetivo. Normal, cuando para hacer goles se antoja obligatorio chutar entre los tres palos. Tan solo lo hizo Pol Lozano, en un latigazo que cuando entraba por la escuadra milagrosamente repelió Sergio Herrera. Suma Vicente Moreno en su amable retorno al RCDE Stadium y no sabe Manolo González si añade un punto, o pierde dos, en su afán por continuar siendo el inquilino del banquillo perico.

Como en aquel meme del Spiderman duplicado, se replicaron de entrada los sistemas Manolo y Moreno, con superioridad inicial para los pericos, atacando por las bandas, el punto débil de Osasuna, con dos centros ya en el primer minuto, recuperando rápido y jugando con la movilidad de Carlos Romero, una de las cuatro novedades del equipo, como arma sorpresa. En defensa, eso sí, trataban de guardar la ropa, tal como les había funcionado en casa ante el Celta.

Más le costó a los rojillos hacerse con esa doble punta, situado Raúl García junto al insaciable Budimir, y abocado por tener a los mediocentros taponados -y por no contar con Moncayola ni Bryan Zaragoza- a lanzar balones largos que iba abortando un atento Joan García, actuando por momentos casi como un antiguo líbero.

Sobrepasada la media hora, y justo después de que Pol Lozano viera la amarilla que le impedirá jugar contra el Valencia, decidió hacer la guerra por su cuenta Raúl García, y aunque le robaron el balón a punto estuvo de sacar petróleo Budimir por una errática salida de la zaga blanquiazul.

A falta de ocasiones reales, y ni que decir ya que de disparos a puerta, más que balones colgados y puntuales acciones de estrategia, la acción pasaba a la grada, donde una jornada más la afición del Espanyol coreaba cánticos como el “directiva, dimisión” o el “chino (sic.), vete ya”, en alusión a su presidente y propietario, Chen Yansheng. Y de paso también criticaba junto a un irritado Manolo la actuación del árbitro, Cordero Vega, por las faltas no penalizadas sobre Antoniu Roca, muy punzante por la banda derecha del ataque locla en su debut como titular en Primera.

Pareció que quería dar un paso adelante el Espanyol en la reanudación, pero lo que provocó es que Osasuna encontrara más y mejor los espacios, las costuras. Y la aparición del talentoso Aimar Oroz, primero en un chut cruzado y poco después, generando una acción que Raúl García remató alta, mientras en la banda se desgañitaba Dani Pendín, ayudante de Moreno, igual que sucedía en cada balón parado. Auténtico ‘déjà vu’ en Cornellà de aquella etapa con un ascenso y una tranquila permanencia que ahora se anhela.

Aguantó lo que pudo Roca, lo que deparó a la hora de encuentro la entrada de Cheddira y la inédita ubicación de Romero en el extremo derecho. Mientras, retiraba Moreno a Raúl para dejar a Budimir en su hábitat natural: solo en punta. Aunque, para entradas, la de Pere Milla envuelto en unos cuantos silbidos, tras su terrible papel en la eliminación copera frente al Barbastro, de Segunda RFEF.

Lo más similar hasta ese momento a un tiro a puerta, de hecho no lo fue porque Kumbulla lo desvió providencialmente, fue el que tuvo Peña a pase de Oroz. Pero es que acto seguido llegó la gran ocasión del encuentro, el primer remate de verdad entre los tres palos, el clásico ‘ahí estuvo’. Un trallazo desde la frontal de Pol Lozano que se iba a colar por toda la escuadra cuando Sergio Herrera sacó una mano espectacular para mandar el esférico a córner. Enloquecía el guardameta, que lo celebraba dándose un cabezazo con el poste.

Se creció el Espanyol, jugadores y público, más agresivo con un Pere Milla que bombeó demasiado una pelota que pudo cabecear delante de Herrera. Pero fue un espejismo, que solo Barja y Cheddira trataron de prolongar en el añadido, sin suerte.

Resulta paradójico, como tantas otras cosas en el club perico, que el día después de tres meses en que al fin conseguía dejar la portería a cero no se tradujera en una victoria. Lo próximo, también en casa, será el Valencia: ya se oyen los tambores de guerra. Y Osasuna no es ajeno a las contradicciones: enlaza su cuarto empate seguido en Liga; es decir, cuatro partidos sin ganar, y sin perder.

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