MÚSICA | ENTREVISTA A MIREN IZA (TULSA)

“Tengo simpatía por el Atlético... por el barrio de Arganzuela”

Miren Iza (Hondarribia, 1979) es Tulsa cuando agarra la guitarra. ‘Amadora’ es su último disco, el séptimo. Habla de todo cuánto significa.

Aitor Laspiur

Miren Iza (Hondarribia, 1979) es capaz de posarse sobre las cosas con su voz. Suave, toca, tumba. ‘Amadora’ es su último disco, salió a la venta a finales de noviembre. El séptimo, esta cantautora que cuando se sube a un escenario se llama ‘Tulsa’ es psiquiatra de profesión y posee una sensibilidad especial, que transmite en su punteo de guitarra y sobre todo con esa voz que se posa. Recuerda el Calderón en pie. Se siente cerca de dos clubes, Real Sociedad y Atlético, el último por una cuestión de romanticismo y de cercanía, el barrio de Arganzuela lleno de camisetas rojiblancas camino al Calderón, cuando el viejo campo del Atlético aún estaba en pie. Imágenes que nunca se irán, como su voz sobre todas las cosas, cuando suena un disco suyo, cuando desde el 27 de noviembre lo hace ‘Amadora’.

El nombre de Tulsa es el de una ciudad por la que pasa la Ruta-66. ¿Por qué se llama así?

(Sonríe, profunda) La verdad es que ahora los nombres significan tanto que ya casi es mi nombre de pila. Pero inicialmente era por una canción los The Byrds (Tulsa County).

¿Y ha estado en la Tulsa de Estados Unidos?

No. Creo que no debería estar nunca (ríe).

‘Amadora’ es su séptimo disco bajo el nombre de Tulsa. Pero antes de que saliera a la calle, lo subió al teatro…

Sí. En los Teatros del Canal, Madrid, y en El Escorial, como parte del Festival de Otoño. Luego veremos qué vida tiene, esperamos que se pueda mover un poco pero no sabemos, entramos en esto de una manera muy kamikace. Te metes ahí en un movidón, en un pifostio, de ensayos, de montaje, de equipo enorme y, a lo mejor tiene una vida efímera, como tan solo tres fechas. Pero es parte de la aventura.

Salió a la calle el 24 de noviembre, pero antes que música se hizo verbo, sobre los escenarios. Gestos, palabras, actuación. ¿Cómo surgió eso? ¿De dónde le vino la idea, surgió?

Pues mira, es verdad que normalmente el origen de la música es lo insólito. Normalmente lo que ocurre es que una pieza teatral se imbrica con la música pero siendo el origen la propia pieza teatral, eso lo hemos visto mucho y cada vez más. Como estamos un poco hastiados de los formatos de siempre la propia naturaleza del escenario pide cosas nuevas. En este caso, como la idea se estaba gestando en mi cabeza y sabía que iba a ser un personaje, que se llamaba Amadora, que tenía dolor que lo relaciono con mandatos sociales, familiares, que se gestan en un nivel muy complejo, profundo e infinito. Tenía la sensación de que el disco se iba a quedar un poco corto a la hora de desarrollar el tema, entonces pues la mezcla de esas dos cosas. Por un lado, el hartazgo de la dinámica de siempre y con la necesidad de desarrollar más el tema me dije: “Me lío la manta a la cabeza y yo lo ofrezco, si luego no me sale estoy preparada para el no”. Pero de repente hubo un montón de síes. Porque María Velasco me dijo que sí, el Teatro Kamikace, la productora, me dijo que sí, y yo me sentí como una especie de ola (ríe). El escenógrafo, Jose Novoa, que es amigo mío, también me dijo que sí muy a ciegas. O sea que tuvo como de repente los apoyos necesarios. Emocionales y materiales.

¿Y como fue, qué feedback recibió?

S-ú-p-e-r emocionante. La reacción de la gente fue escalofriante. Primero que a partir de las canciones que haya una persona con tanta sensibilidad y tanta sabiduría como María Velasco escribiendo sobre el mismo tema. Esa fue la primera.

Tuvieron un feeling inmediato entre ustedes.

Fue empezar hablar del tema y te ves resonancia. Yo siempre digo que es como una especie de hermana punkie. Se atrevía ir más allá también porque la literatura permite otro tipo de exploraciones más profundas, pero después otro gran shock encarnando y dando voz a ese texto que yo ya conocía, el siguiente shock fue llegar a Teatro del Canal y ver la escenografía de Novoa. Me quede como sin habla. Fue precioso. Y ya el día del estreno lloramos muchísimo. Llevas un año y medio hablando de una cosa y de repente está ocurriendo. Porque hay otras cosas en la vida que no acaban de hacerse. Inicio fallido, que abandonas la idea, y está bien, pero cuando algo pasa pues a mí me gusta ser muy consciente de decir: “Pues lo hemos hecho, no?”. Que felicidad que haya ocurrido. Y que el público lo esté recibiendo de una manera porque al final se hace también para que se comunique también una idea y unas canciones.

¿Qué no olvidará?

Hay un momento, porque yo no estuve todo el rato en escena, estuve mucho pero no todo el tiempo, y tengo una posición un poco de observadora, dentro y fuera a la vez, entonces desde ahí es cuando ves al público emitiendo sonidos, unos sonidos que son sobre todo con la risa, porque cuando alguien llora no se le oye, pero las risas del principio el día del estreno, yo miré a mis compañeros de la anda como diciendo, buahhhh, esto está ocurriendo y están entrando en sitio que en los ensayos no se ven, no se perciben. Dices, esto es super mágico. A mí me gusta que la gente que la gente se ría.

Sus canciones se posan sobre las cosas.

Qué bonito eso. Igual tiene que ver, también, que es este disco es el séptimo, que llevo ya muchos años, y le tengo muchísimo respeto al contacto del sonido con el aire, te diría. Y hay una cosa de la voz que en este disco que la he trabajado mucho con el productor. A veces observo que estoy un poco aburrida de mi voz y la trato de afinar mucho en el sentido de que la adelgazo hasta casi la obsesión de que desaparezca. Y Ángel, el productor, me decía: “¡Pero bueno, qué haces! No puede estar más fina tu voz porque entonces desaparece”. Entonces es como una especie de lucha contra la propia voz, poco a poco. Oteiza, es un escultor vasco a cuya Casa Museo fue y hay una cosa que me impresionó mucho y es que él luchaba contra el propio volumen y como que es una lucha imposible porque es un escultor. Pues así yo me sentía, que tenía que cantar una canción pero casi sin mi voz. Es una lucha imposible obviamente, pero algo hay de eso. Quizá, pienso, me recuerda a eso que estás diciendo. Que hay una especie de cuidado, de reposar los sonidos, las frecuencias, con respeto y una mezcla de miedo y fragilidad.

Su profesión es la de psiquiatra. ¿Cómo se combina con la música? Hubo unos años incluso en los que dejó lo primero

(Ríe, tierna) La cuestión del tiempo nunca ha sido demasiado problema porque no tengo hijos, te lo digo claramente. Si los tuviera sería otra película. En estos años que he tenido la duda de si maternidad sí o maternidad no, yo era muy consciente de que si maternidad sí a lo mejor la música se quedaba en un segundo o tercer plano, o cuarto. Entonces eso claramente afecta al tema del horario material. Luego a nivel vital, histórico, emocional, la música me parece una cosa muy inesperada vitalmente que haya tenido una continuidad porque siempre que hago un disco pienso que a lo mejor es el último. Me gusta trabajar así en la música porque es como mi santuario. Tampoco ha sido una estrategia el otro trabajo me interesaba mucho: la salud mental, la psiquiatría, he estado ahí también trabajando veinte años, que a veces digo, a lo mejor he cumplido una etapa, no lo sé. Nunca es tarde para replantearse las cosas, también los desgastes hay que tenerlos muy en cuenta. Entonces han convivido de una manera muy natural y en mi cabeza muy necesaria porque casi una compensaba los costes de la otra y las dos son muy fuertes y exigen mucho.

Cuenta que este disco habla mucho sobre el dolor de las mujeres. Uno que habrá conocido en sus consultas. ¿Sabe lo que ocurrió con Luis Rubiales, expresidente de la Federación Española de Fútbol, y el beso no consentido que le dio a Jenni Hermoso? ¿Qué le parece?

Sí, sí, claro, te imaginas que te digo, no, no sé de qué me hablas. Si es que todo el mundo se enteró, claro.

Miren IzaIrving Studio

Queda por avanzar cuando se ha de explicar que nadie te puede dar un beso que no quieres que alguien te de...

Sí, sí. Eso fue y eso está bien también. Que a veces pasen esas cosas tan desagradables para también precisamente evidenciar una cosa que ni él mismo ni sus amigos ni muchos hombres sabían que estaba mal y se le restó mucha importancia al principio. “No, es que es un acto simbólico”. Y sí, pero para explicar por qué está mal eso. Y donde está la mujer todavía. Y la propia mujer que toma conciencia de qué quiere y dónde quiere estar y de dónde viene este dolor colectivo. De lo que yo hablo es un dolor muy social, por eso creo que también está teniendo también mucha resonancia. Porque plantea preguntas sobre todo.

En el mundo de la música, ¿a la mujer le sigue costando llegar a cotas donde los hombres no tienen esas dificultades?

Creo que sí. Todavía la sociedad es machista y, por tanto, la música, como parte de la sociedad, sigue siendo un ámbito machista. No solo a nivel de programación y de estructura de la música sino también de público. Porque creo que los hombres siguen teniendo más facilidad sobre todo para permanecer en los espacios, se le exige menos excelencia general, menos para estar y ellos mismos a sí mismos también se exigen menos. Siempre decimos que faltan muchas mujeres instrumentistas, porque cuando hay una mujer en la música es la que lidera el proyecto. Pero hay más. Hay mujeres bateras.

Como Julia de Rufus T. Firefly.

Sí, por ejemplo. Mariana, la nuestra que viene con nosotras, pero sigue siendo más raro que una mujer se atreva a salir de la habitación: “Venga yo hago el repertorio de no sé, León Benavente, Amaral, Nacho Vegas…”. Cuesta más que una mujer diga: “Venga, confío en mis propios recursos y lo hago también a nivel de publicar libros”. Nos cuesta más de poesía porque pensamos que es peor y todo lo llevamos pero nunca hay que bajar la guardia aunque nos pensemos que hay muchísimos avances porque está ahí, porque está muy muy interiorizado. Hemos andado muy muy poquito.

Por eso proyectos como el suyo ayudan porque llevan a preguntar y cuando se encuentras respuestas se dan pasos hacían delante

Eso es. Las preguntas la parte que no puede eludir para que haya un cambio. Sin preguntas no se puede transformar. Sería un accidente, que es raro.

¿Qué le gusta en el deporte?

Tengo cierto romanticismo con la Real y con el Atleti porque me siento muy de Arganzuela. Tengo una canción, ‘Desde Arganzuela hasta la Plaza Mayor’, porque después de muchas mudanzas en Madrid llevo unos cuantos años en Arganzuela y me gusta mucho. Llevo desde los últimos coletazos del Calderón y a mí no me gusta el fútbol o no lo veo, si veo algún deporte es el tenis, pero le tengo una especial simpatía a Real y Atlético.

Sigue el canal de Diario AS en WhatsApp, donde encontrarás todas las claves deportivas del día.

Lo más visto

Más noticias