Solo Gallagher da batalla en Vallecas

El partido en Vallecas le vino al Cholo de nalgas aunque su fichaje del verano haya caído de pie. Sir Conor Gallagher, the fichaje, con acento inglés y no argentino. Pero su pundonor no fue suficiente para tumbar al barrio que, si primero se adelantó, luego supo resistir para volver a enseñarle al Cholo esa lección que ya debía llevar aprendida: los partidos se juegan 90 minutos, no solo 45. El reparto de puntos, deja al Atleti a medias. Y mirando cada vez más en contrapicado la tabla en Liga.

Hacía Simeone seis cambios de inicio intentando no variar el estilo. Giménez, Griezmann y Le Normand miraban desde el banco como Gallagher, Sorloth y Julián Alvarez eran titulares. Y también Koke, que puede que requiera descanso pero más necesita Simeone su fútbol. Enfrente el Rayo salía espoleado por un tifo dedicado a la madre de todos, doña Prudencia Priego, en cuyo domicilio el club se fundó. Entró al partido alzando el puño y mirando de frente al Atleti en el verano de los 185 millones en fichajes. Con Nteka titular y James suplente, tomó atrevido el balón y le puso su nombre para pintarle la cara a los rojiblancos. Todo en la primera parte fue suyo. Posesión y ganas. El Atleti, que estrenaba la tercera equipación, de un azul eléctrico precioso, cortocircuitó y se olvidó que los partidos los ganan los hombres más que lo nombres.

Embarba, un martirio en esos primeros 45 minutos para Nahuel, no dejaba de hurgar a su espalda. La primera ocasión del partido nació de hecho en una bicicleta suya. Pero fallida. Porque por delante de Nahuel estaba Llorente y el 14 juega como si no necesitara descanso: le birló el balón para armar la contra y el taco. Al llegar al área, sin embargo, le cedió a un Sorloth que estaba dormido y cuando Lino chutó, Batalla despejó sin problema. El Rayo contestó achuchando: Embarba remató pegado al palo para que Oblak evitara el gol con un salto de pantera. Los de Iñigo Pérez rondaban sus tierras poniéndole su nombre a todas las estadísticas. Disparos, duelos, segundas jugadas. Todo el ritmo del partido era puro rock de Vallecas. El Atlético, de tanto mirar, se había vuelto contemplativo. Hasta Julián hizo temblar los cimientos de Vallecas con su gafe desde que lleva la rojiblanca. Porque el argentino corre, combina y se fabrica, además de mezclar bien con Sorloth, quien distrae a los defensas para liberarle, pero es tan bueno como, de momento, escaso. Esta vez fue la madera, el larguero, lo que se interpuso entre su tremendo zapatazo lejano y la red.

En la contraria el cántaro no dejaba de ir a la fuente. Y, claro, fue Oblak quien terminó empapado.

Avisó primero Ciss, con un disparo que sacó Witsel casi en la línea. En el segundo, De Frutos condujo para, al llegar al área, abrir para Ratiu, que hizo de un disparo cruzado una asistencia a Isi. Gol aunque hubiese intriga de VAR, revisión de jugada, ojo de halcón: rompía el fuera de juego el pie de Nahuel. El Atleti llegó al descanso frío y atenazado por el barrio. Y sin Azpilicueta, lesionado.

Tras el descanso, Simeone regresó al partido con un tenedor: a Sorloth y Julián les sumó a Griezmann y Correa. Más que un tridente. El argentino era el carrilero zurdo y el equipo, en bloque, trató de igualarle la casta al Rayo, para que el barrio dejara de pasarles por encima. Cuatro minutos tardó en llegar su gol. Lo fabricó Sorloth, lo marcó Gallagher, como si delantero y mediocentro se hubieran intercambiado papeles. El noruego encabezó un contragolpe pero, como al llegar ante Batalla pareció liarse, sacó la chistera: evitó al meta y salvó de la línea y Mumin para asistir al inglés que, en un bosque de piernas, pateó un misil raso para empatar el partido.

El Rayo ya no pudo salir de su campo en un rato largo. Once hombres de azul mordían. Dirigía Gallagher a golpe de bota como si fuesen cornetas. Mandaba y corría como si Llorente le hubiese dado su bidón de gasolina. Barriendo y abarcando, con el pelo suelto o atado, un incordio, una bendición rojiblanca. Empotró al Rayo en su campo que no volvió a presentarse ante Oblak ni con James ni Camello aunque en ciertos momentos pareció tener control. Correa peleó sin premio y al Atleti le penalizó, como tantas otras veces en el pasado, salir al partido a contemplarlo. Y cuando el barrio le mostró su error ya era tarde para cambiarlo.

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