ESPANYOL

Rompecabezas infinito, Copa finita

Decidida fue la apuesta de Diego Martínez por un once titularísimo, no así el despliegue del Espanyol, irreconocible ante el Athletic. Joan García, certero, fue la pieza que mejor encajó.

Miguel ToñaEFE

El síndrome Wolverhampton. Aplaudida fue, al conocerse la alineación titularísima, la apuesta total de Diego Martínez por la Copa. Sin reservar nada, a tres días de un Espanyol-Betis trascendental. Ahuyentando lo que podríamos bautizar como síndrome de Wolverhampton, por la retahíla de suplentes con la que Abelardo tiró la Europa League en 2020 sin que ello le sirviera para puntuar en la Liga el fin de semana siguiente: aquello fue un desastre total. Había que ver en La Catedral, donde el desenlace deparó una eliminación copera ante un Athletic de Ernesto Valverde implacable en el torneo del KO, así como en la secuela liguera del sábado.

Nada es lo que parece. Ni siquiera el llamado once de gala es sinónimo de éxito, igual que tampoco garantiza el triunfo el hecho de repetir el sistema implantado felizmente en Getafe, con cinco defensas. Nada es lo que parece. Los mismos jugadores y el mismo planteamiento pueden brindar un domingo un juego alegre y, el miércoles siguiente, parecer un autobús instalado dentro del área propia, hasta el punto de tener que desmontar el dibujo en el descanso, con Aleix Vidal por Cabrera. El rival también juega. Y la valentía, el arrojo, la mentalidad ganadora expuesta en la pizarra puede desembocar en una película de terror. Así de imprevisible es el fútbol. Y el “rompecabezas infinito”, que diría el entrenador perico, equilibrista en semanas de tres partidos con una plantilla todavía tan corta.

Joan, una carrera en 90 minutos. No era un examen para Joan García, avisaba Diego Martínez en la previa. Y llevaba razón: era una carrera, un Máster acelerado y años de ejercicio de su profesión en solo una noche. En el asedio inicial, prácticamente fue el único perico que tocó el balón, en un contexto complejísimo para él, que pasaba de no jugar nunca a hacerlo en la Copa, irrumpir en La Catedral y tener aún en frío que multiplicarse para salvar a su equipo. 14 disparos logró aguantar en menos de media hora hasta que recibió el 1-0. Ni siquiera su séquito de amigos, acomodados en la grada de San Mamés ataviados con camisetas de Joan, podían prever tanto protagonismo.

Un tacón contra la resistencia. Porque 27 minutos duró la resistencia, entre numantina y sonrojante, de un Espanyol irreconocible, que vio cómo un ‘simple’ taconazo de Sancet desarbolaba a un equipo con diez jugadores a menudo tras el balón, para abrir a De Marcos la alfombra roja hacia el gol. Delante, como una isla, se desesperaba Joselu, que incurría en más fueras de juego de lo habitual e incluso probaba de volea un tiro desde el mediocampo, mucho más imposible que el de su golazo el domingo en el Coliseum.

César Montes pugna con Guruzeta.Miguel ToñaEFE

El guion (no) original. Lo mejor de todo, debía de pensar Diego Martínez, es que el plan de partido no marchaba tan desencaminado, pues iban transcurriendo los minutos para el Espanyol con una derrota por la mínima que, en el fondo, no hacía sino repetir una constante de esta temporada, que no ganaría el Oscar a mejor guion original: gol en contra, incapacidad de anotar en el primer tiempo y la obligación de remontar.

El rompecabezas infinito. Venía el entrenador de realizar un solitario cambio en Getafe, que además fue tardío; y le funcionó. Pero no le tembló el pulso en San Mamés, donde los acontecimientos le llevaron a meter en la reanudación a Vidal por Cabrera, retornando a la defensa de cuatro tradicional. Y a la hora de partido ya había introducido a Nico Melamed, por un Sergi Darder que se dolía en los instantes previos. Antes del 70′, quienes entraron fueron Pol Lozano y Luca Koleosho, tratando abiertamente de resolver ese “rompecabezas infinito” que tiene al Betis en el horizonte.

Un escenario casi milagroso. Entró con otro aire el Espanyol, que sin embargo no acabó de morder, y que obviamente arriesgó más, aunque sin fomentar que atacara tanto y con tanta claridad el Athletic como en el arranque del encuentro, si bien sus revulsivos eran unos tales Iñaki Williams y Muniain. El runrún general era increíblemente esperanzador para un Espanyol que en un combate de boxeo habría caído en el primer o segundo asalto, pero que en el cuadrilátero del fútbol conservaba sus opciones milagrosamente casi intactas.

Vinicius vigila a Muniain.Quality Sport ImagesGetty

El capitán Sergi Gómez y los retornados. Pero una cosa es el marcador y otra, las posibilidades reales. Muy poco arañaron los pericos a los leones, ni siquiera leves magulladuras, de modo que la eliminación fue cayendo por su propio peso a pesar de lo corto del resultado. Terminó de capitán un Sergi Gómez a quien le seguirá persiguiendo su sambenito, pues encadena 29 partidos jugados sin ganar con el Espanyol. Rompen los pericos su buena racha desde un retorno a la competición en que estaban invictos. Y, como aspectos positivos, retornó a su plenitud Rubén Sánchez tras cuatro meses lesionado, reaparecieron Lozano y Koleosho después de otro calvario y, hasta en los momentos de agobio, Vinicius constató su constante crecimiento. Que deberá seguir solamente en la Liga. La Copa, un año más, ya es historia para el Espanyol.

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