REAL MADRID - REAL VALLADOLID

Pacheta, madera de entrenador

El entrenador del Real Valladolid despuntó como jugador en el Numancia a la vez que enseñaba a modelar sillas, mesas y bancos a sus alumnos de FP.

PHOTOGENICDiarioAS

Si alguien pasa por Salas de los Infantes, pequeño pueblo burgalés de apenas 2000 habitantes, y pregunta por José Rojo Martín, el entrenador del Real Valladolid, es posible que ni los paisanos más antiguos sepan de quién se trata. Salas es el hogar de los Pacheta, apodo heredado desde su bisabuelo pero cuyo significado, por más que han investigado, es de origen desconocido. Allí se crio, entre los cerdos y gallinas que tenían su padre, agricultor, y su madre, molinera, uno de los técnicos más sencillos y genuinos de nuestro fútbol. El balón era su mejor amigo y la era su modesto Maracaná. Las pachangas con su querido Esteban, Javi Pallín, Niceto, Guillermo o Antonio, su pandilla de siempre, tenían a veces carácter de final de Mundial. El pique se acrecentaba en ocasiones cuando salían a relucir los colores de cada uno. Su corazón, en esa edad, latía más un poco más fuerte con el azulgrana.

LaLiga Santander 2022/2023

ClasificaciónPTSPGPEPP
15Cádiz2861010
16Real Valladolid288414
17Espanyol276912
Clasificación completa
Próximos partidos
Real Madrid - Real ValladolidD-02/04 16:15
Real Valladolid - MallorcaD-09/04 14:00
Villarreal - Real ValladolidS-15/04 14:00
Calendario

*Datos actualizados a fecha 1 de abril de 2023

El dinero nunca abundó en casa de los Pacheta y de afecto no se podía vivir así que, con 19 años, dejó los estudios para contribuir a que no faltase comida en la mesa. Tras dos años aprendiendo el oficio de tallar la madera comenzó a dar clases de Formación Profesional a aprendices de carpintero en Quintanar de la Sierra, el pueblo de María Eugenia. Allí la conoció, decidió jugar al ataque y Cupido le dio la asistencia para rematar a puerta vacía. Yeni fue pasando por todas las estaciones del amor: amiga, flirteo, novia y compañera de vida. José ya mostraba su brillante talento como centrocampista en el Numancia a la vez que enseñaba a modelar sillas, mesas y bancos con la misma minuciosidad con la que años más tarde esculpiría sus equipos como carpintero de futbolistas.

Pacheta y Morientes, en un partido entre el Espanyol y el Real Madrid en diciembre de 1998.

Mientras se movía en su hábitat de martillos, cinceles, lijadoras y sierras de mano, al ebanista de Salas le sorprendió una oferta del Marbella. Se marchó cobrando la mitad que en su trabajo pero con una maleta llena de sueños por cumplir. La aventura comenzó con arranque de caballo (ascenso a Segunda) y siguió con parada de burro, aguantando ocho meses sin cobrar, adversidad que continuó en el Mérida. Con el ánimo destruido y la idea de arrojar la toalla rondándole la cabeza, apareció su ángel de la guarda. José Antonio Camacho, mito futbolero patrio y entonces entrenador del Espanyol, fue a fichar a su compañero Jaime y se llevó un 2x1. La oferta era una ganga imposible de rechazar. Tanto se había ajustado el cinturón Pacheta, pidiendo dinero prestado a sus padres y a su suegro, que al llegar a Barcelona tuvo que solicitar un adelanto de su sueldo al vicepresidente del club, Fernando Lara, para poder pagar el piso y subsistir los primeros meses.

Pacheta, con el Numancia, en una jugada de un partido contra el Real Madrid durante su segunda etapa en el equipo soriano.FELIPE SEVILLANO

Adalid de la España vaciada, ermitaño en la derrota (frustración que aún no ha aprendido a digerir ni con ayuda de psicólogos), enemigo de la soledad (que le invadió de lleno durante su etapa en Tailandia, cuando el dueño de su club se sentaba a su lado en el banquillo) y obseso de su profesión (duerme con un papel al lado por si las musas de la inspiración le visitan de madrugada), Pacheta sigue dejándose caer por Salas para tomar unas cañas en el bar Benlloch de su amigo Carlos David, para echar un mus, jugar un frontón o ir a por leña, porque si hay un elogio que le haga hinchar el pecho de orgullo es que digan que el hijo de Pedro y Petra es un tipo honesto y normal, un abanderado de la sencillez que jamás olvidó su origen.

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