ENTREVISTA I CLAUDIO 'PIOJO' LÓPEZ
“Nunca he vuelto a hablar con Van Gaal... bastante me sufrió”
Claudio ‘Piojo’ López fue una pesadilla para el Barça. El exjugador argentino le marcó 12 goles en sus cuatro años en Valencia, donde ha regresado para quedarse a vivir.
“Claudio, Claudio... una foto por favor”. La pide una camarera de Casa Patacona y le copian varios clientes más; un chaval que hace deporte por el paseo marítimo se para en seco cuando le ve y una chica le pide una firma para su padre. En Valencia todos le conocen, nadie se ha olvidado del Piojo (17 de julio de 1974, Río Tercero, Argentina), que reflexiona en AS sobre su vida y el fútbol.
¿Qué le ha traído de vuelta por Valencia?
Hace casi 30 años vine persiguiendo mi sueño y ahora lo hicimos persiguiendo el de mi hijo Joaquín, que también quiere ser futbolista. Vinimos para ayudarle, acompañarle, porque conocemos la ciudad y es un lugar fantástico para una familia.
También es delantero…
Sí, eligió sufrir (ríe). Está en el Roda, allí nos abrieron la puerta. Espero que lo aproveche al máximo.
Pero a usted también le ha abierto el ‘Guaje’ Villa las puertas del Benidorm.
Así es. No quería venir solo a apoyar a Joaquín (ríe). Siempre he estado vinculado al mundo del fútbol y quería introducirme de nuevo acá. Conocí a Víctor Oñate (DV7 Group) y a David Villa en Estados Unidos -Claudio era director deportivo en Colorado Rapids y el Guaje jugaba en el New York City- y cuando llegué de vuelta a España estreché la relación gracias a mi amigo Carlos Urrutia. Me incorporé a la empresa como asesor deportivo.
¿Explique el proyecto que tienen en Benidorm?
La empresa tiene varios ítems, diferentes escuelas, y yo trato de aportar mi experiencia. Uno de esos proyectos es el del Benidorm, una plaza importante. Es un proyecto interesante porque no corre prisa, no hay urgencia de resultados inmediatos. Así que se pueden construir bases sólidas para crecer a medio y largo plazo.
¿Y su papel allí es?
El papel que yo tengo es como el de un director deportivo. Asesorar y apoyar a los jugadores que pasan por la empresa, los que militan en las diferentes academias que tenemos en el mundo (Japón, Estados Unidos, República Dominicana, Puerto Rico y España) y los que se están formando en el Benidorm. La idea es hacer un proyecto para llegar lo más alto posible en el fútbol español y a su vez utilizarlo como aterrizaje de esos futbolistas de nuestras academias que vemos que tienen potencial. En Benidorm se aclimatarán a la cultura, vida y fútbol de España. Pero, repito, es un proyecto que no corre prisa, lo que le hace aún más interesante.
Por su experiencia en el fútbol, ¿cuál es el primer consejo que le da a los chavales?
Pretendo potenciar más lo anímico que lo futbolístico. A los chavales hay que incentivarles y que no se encierren en lo negativo, en un mal partido, en un error… Los chavales hasta los 15 o 16 años tienen que divertirse jugando al fútbol, tienen que ser felices cuando están en la cancha. Es el motor para que mejoren, corregirles sin que pierdan la ilusión, porque si les machacas con los errores, sus ganas se van reduciendo y los pierdes. Hay que saber identificar la felicidad en ellos y el seno familiar es su principal motivación.
Su última frase creo que va dirigida a “los padres de grada”, ¿usted cómo es con Joaquín?
Yo me pongo nervioso como todos, cuesta contener las emociones, pero yo solo aspiro a verle cara de felicidad. Como padre solo me preocupo de eso, de verle feliz jugando al fútbol. Y sé que los tiempos se han acortado muchísimo, pero hasta al menos los 15 años tienen que amar el fútbol y no vivir obsesionado con los errores.
¿En qué sentido se han acortado los tiempos?
Hay prisa por llegar. La tienen los clubes, los agentes, las familias, los propios chavales… parece que solo hay un fin, que es llegar de cualquier manera a jugar en Primera y tener un contrato beneficioso. No se respetan los tiempos y eso genera muchas frustraciones, porque no todos están preparados a esas edades.
En su caso, debutó con Racing de Avellaneda con 18 años y llegó al Valencia con 22…
Ahora si con 18 años no estás en Europa muchos piensan que ya no vales. Antes las bases eran más sólidas. Uno, como fue mi caso, tenía que llegar primero al equipo de Primera de la cantera en la que estaba; después mantenerte en esa plantilla y cuando ya estabas ahí consolidado, buscabas la proyección de ir a otro club o a Europa. Hoy esos tiempos se han acortado. Es verdad que ahora hay una conexión mundial que antes no había, hoy tienes acceso a cualquier partido de cualquier país y competición. Se ve y controla todo. Los scouting ahora van a la caza del chaval de 15 años… pero en ese camino se dan certezas, pero también muchas incertidumbres.
Hoy hay una apuesta por los jóvenes: ahí está La ‘Quinta de Pipo’ en el Valencia, los Yamal, Balde, Guiu o Fermín en el Barcelona o el propio Bellingham, que solo tiene 20 años…
Los jóvenes que son muy buenos siempre han brillado. Pero no todos tienen ese don o no todos los explotan a los 18 años. Los clubes, también por una cuestión económica, tienen prisa por sacar jugadores. Eso hace que la búsqueda ahora se hace a los 14 o 15 años, cuando antes era entre los 17 y 18 y mucho antes se esperaba hasta los 20 o 21. Los clubes aceleran los procesos, quieren que los jugadores terminen su formación ya en sus plantillas. En mi época esa formación se forjaba en tu club de siempre. Ahí es donde tenías que progresar y ganarte la confianza de los clubes para que apostasen por ti.
¿Qué le parece entonces el Valencia de Baraja?
Por las circunstancias que vive el club en los últimos años, se ha acelerado el proceso de los jóvenes. Los chavales lo están haciendo de la mejor manera posible, están compitiendo y madurando a pasos agigantados. Se están encontrando con un mundo nuevo para el que estaban preparándose, pero no estaban todavía listos, por eso es de destacar lo que están haciendo. Ellos y Rubén Baraja.
¿Qué destaca de Baraja?
Mira, yo vine al Valencia con 22 años y me encontré en el vestuario gente veterana como Paco Camarasa, que me hacía sentir el escudo, que me daba respaldo, experiencia (Zubizarreta, Fernando, Cáceres, Ferreira…). Ahora de ese tipo de jugadores hay muy pocos. Está Gayà y tiene 28 años. Así que los chavales ahora se han encontrado con una situación en la que han dado un salto grandísimo y su sustento, su pilar, quien les enseña el camino, es Rubén Baraja.
¿Valencia es el lugar dónde fue más feliz?
Por suerte he vivido buenas temporadas en todos los clubes en lo que he estado y la gente allá dónde voy me demuestra su cariño. Eso quiere decir que puse todo lo que tenía y el trabajo dio resultado. Evidentemente en Valencia vivimos una época maravillosa. Esa etapa fue clave en mi carrera y acá me siento uno más de la familia de mucha gente. Le dimos tardes lindas en Mestalla, donde gritar un gol es una emoción única.
Y eso que en su primer año le costó…
Mucho. El primer año fue duro. Había un runrún para que me volviera a Argentina, pero soy un poco terco y me quedé. Yo siempre tuve las cosas claras en mi cabeza. Mi sueño era debutar en Primera, después mantenerme y una vez di el salto a Europa… era para no volver. La terquedad fue una de mis claves en mi carrera.
¿Pero le plantearon regresar?
No tal cual, pero me costó adaptarme el primer año. Mi historia en Valencia se la debo a Jesús Martínez (director deportivo en esa época) y a Paco Roig, que fueron los que realmente apostaron por mí. A Luis (Aragonés) le convencí con mi trabajo. Recuerdo que después de la primera semana de entrenamientos, el míster me llamó: “Oiga, que sepa que yo a usted no le pedí, usted viene por el director deportivo y el presidente… pero que sepa que por el esfuerzo que está haciendo, me está convenciendo, así que le doy una oportunidad”.
¿Y usted qué dijo?
Agaché la cabeza, salí del despacho y seguí trabajando (ríe).
Jesús Martínez ha contado que Luis Aragonés no le veía como delantero.
Ahí hay una historia detrás. Antes de llegar a Racing, pasé pruebas en varios clubes. Uno de ellos fue Newell’s Old Boys, que entrenaba Bielsa y del que era director de inferiores Griffa. Griffa me quería fichar, pero por un problema de residencia, Manuel Patiño (empresario que tenía sus derechos) dice que no. Y me voy a Estudiantes de la Plata. Griffa después de aquello ni me saludaba y decía que yo no era delantero sino extremo izquierdo. De hecho, con Bielsa en la Selección casi siempre jugué de extremo, aunque yo en inferiores de Argentina siempre jugué de punta con Delgado y Crespo. Te cuento esto porque luego me enteré de que Aragonés era amigo de Griffa y él fue quien le dijo cuando me fichó el Valencia que yo no era delantero.
Pues para no ser delantero hizo 215 goles en 738 partidos como profesional, 37 en la temporada 98/99. ¿Ese fue su mejor año?
Ese año con (Claudio) Ranieri fue especial. Éramos un equipo y los goles eran parte de ese trabajo común. Ahí estuvo la clave. Ranieri supo encontrar o divisar que el trabajo colectivo nos haría ser mejores y explotó las virtudes de todos por el bien del equipo.
En esa época se convirtió en una pesadilla del Barcelona, al que marcó 12 goles. ¿Ha hablado alguna vez de aquello con Van Gaal u algún jugador azulgrana?
No. Nunca he vuelto a hablar con él ni con ningún jugador de aquello. ¿Para qué? Bastante me sufrieron (ríe). La verdad es que aquellos partidos son inolvidables. Se me daba bien, la verdad. Explotábamos nuestras virtudes gracias a su estilo, porque el Barcelona era un equipo que jugaba abierto y con nuestra velocidad, les pillábamos casi siempre. Me quedo con el partido que remontamos en apenas 20 minutos en el Camp Nou. Íbamos perdiendo 3-0 y ganamos 3-4.
Me ha hablado de Luis Aragonés, Bielsa y Ranieri, ¿Qué entrenador le marcó más?
En verdad todos, porque cada uno te marca de diferente manera, con diferentes formas de jugar, de pensar, de ver el fútbol. A ver, Ranieri por lo que te he dicho, por el hecho de entender lo que podía dar yo en el Valencia y empujarme a vivirlo y explotarlo; Passarella, Gallego y Saavedra en Argentina porque me entendieron y me hicieron entender lo que era la Selección, educándome para hacer las cosas bien; Bielsa, por su estilo y enseñármelo… De cada técnico te queda algo.
¿Ve en la actualidad algún jugador que se parezca a usted?
Muchísimos. Hoy los jugadores son muy rápidos, más que yo. El fútbol ha cambiado y es difícil identificar a uno y las comparaciones son odiosas. Pero hoy son muy rápidos, como lo era yo.
¿Claudio López ve jugando al Piojo en el fútbol actual?
Sí. Yo sí. Si tuviera el físico de antes (ríe). Pero por mis características, estilo y posición, creo que hoy sí tendría cabida en el fútbol.
Si tuviera una máquina del tiempo, ¿qué partido le gustaría volver a jugar?
Muchos… (piensa) Pero específicamente la final de la Champions de París contra el Real Madrid y los partidos del Mundial de 2002 con Argentina.
Pensaba que me iba a decir la final de Copa del Rey de Sevilla contra el Atlético.
Me has preguntado qué partido me gustaría volver a jugar y te respondo con aquellos en los que me gustaría cambiar la suerte que tuvimos. La final de Sevilla está ahí por siempre. Esa ya no nos la quitan. Lo que resultó bien, lo que gozamos… no hace falta repetirlo, solo recordarlo. Pero las tristezas son las que me gustaría cambiar si tuviera una máquina del tiempo.
¿Qué le faltó a su generación para dar ese salto que ha vuelto a dar ahora Argentina?
Nos faltó que el proceso acabara bien. Teníamos un equipazo, que había hecho unas eliminatorias espectaculares, que estaba forjado durante años… pero llegamos al Mundial y nos salió todo mal. Fue un golpe muy duro para todos.
¿Le sorprende los éxitos de la Argentina actual?
Para nada. Los esperaba y esperamos más, porque somos argentinos y queremos más. Por eso tenemos ya ganas de que llegue el próximo torneo. Somo así.
¿Hasta que Messi tenga cuerda?
Esa clase de jugadores son diferentes, son únicos, de otra pasta. Si Messi interiormente se siente bien, le queda mucha cuerda.
¿Uno cuándo se da cuenta que tiene que dejar de ser futbolista?
Cuando físicamente empiezas a sentir un malestar fuera de lo normal, cuando los dolores y la exigencia física la llevas mal… En ese instante empiezas a pensar que esto se acaba, aunque puedes seguir un tiempo. Cuesta muchísimo dejarlo, es un proceso muy duro, porque como futbolista vives cosas únicas, ¿aunque sabes qué es una de las peores cosas?
¿El qué?
Que con el trajín diario de ser futbolista, por la exigencia que implica cada entrenamiento, cada partido, cada concentración… por ese querer sacar siempre más de ti, hay momentos que no vives como debieras y después, cuando los recuerdas, los echas de menos.
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