Navas, Aspas y la inmortalidad

Cuentan que Brian May, y el guitarrista de Queen nunca lo ha desmentido, compuso la maravillosa Who wants to live forever? (Quién quiere vivir para siempre) mientras penaba un interminable atasco de Londres. Si han vivido algún embotellamiento en la City comprenderán lo espantosamente desesperante que puede llegar a ser. ¿Quién quiere jugar al fútbol para siempre? Jesús Navas, seguro que sí. Nunca, ni siquiera durante estos momentos finales de su carrera en los que la cadera le tortura hasta casi lo inhumano, ha dejado el Duende de Los Palacios de tocar la pelota como lo que nunca dejó de parecer: un niño inocente que disfruta corriendo por la banda. Recién cumplidos los 39 años, el físico obliga a la leyenda sevillista a colgar las botas, con una emocionante última parada en Nervión, esta tarde ante el Celta (sigue el partido en directo en AS.com). Su casa, su vida, le despide del césped. Navas jugará seguro, como titular (probable) o como suplente, para recibir una de las ovaciones más multitudinarias, sonoras y sinceras que se habrán escuchado y que se oirán nunca en el coliseo de Eduardo Dato. Una ovación para la eternidad.

Nada haría más feliz a Navas que decir adiós a su gente con una victoria. Pero en eso el Celta tendrá, claro, algo que decir. El destino se pone dulcemente caprichoso a veces, y no está de más que una de las estrellas invitadas en esta despedida sea también el mejor jugador que para muchos ha vestido la casaca celeste, Iago Aspas. Otro gran capitán que agota con goles, calidad y galones su carrera, algo más joven (dos años menos) pero casi coetáneo en términos futbolísticos que Jesús. Curiosamente, Iago jugó en el Sevilla durante una campaña, la 2014-15, justo antes de volver a Balaídos para sellar su propia epopeya, menos gloriosa en títulos que la de Navas pero igualmente importante para la historia del club pontevedrés, con el que llegó a unas semifinales de Europa League y al que no ha permitido nunca caer, en estos casi 10 años, al pozo de la Segunda División.

Navas cuelga las botas y Aspas todavía debe decidir cuándo llegará ese momento, pero ambos se han ganado un lugar de oro y para siempre en los equipos de su corazón. Con la sencillez del tópico, pero también con la belleza de la sencillez; trascender el olvido, ésa es la única manera de hacerse un sitio en la inmortalidad.

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