Limak, una historia de sombras
Su enorme impacto en Turquía contrasta con las críticas e investigaciones por corrupción. La obra del estadio barcelonista es su gran trampolín a Europa occidental.
La constructora turca Limak era aún una semidesconocida cuando se le encargó la faraónica obra de reconstrucción del Camp Nou por la que ahora es señalada. La oferta de este conglomerado turco que convenció al Barça, cifrada en 960 millones, le valió para imponerse a otros aspirantes con más bagaje en España como FCC y Ferrovial, incapaces de acercarse a esa cifra. Sin embargo, muchos dudaron desde su adjudicación de que fueran capaces de ejecutar una obra de tales dimensiones en unos plazos muy ambiciosos que, finalmente, no solo no se han cumplido, sino que han traído más de un quebradero de cabeza a la directiva azulgrana.
Para muchos, ese presupuesto ajustado se explicaba como una apuesta de esta empresa turca que, más que los beneficios, vio en el estadio azulgrana una gran oportunidad como trampolín para hacerse un nombre en la Europa occidental. De hecho, en la actualidad, el proyecto culé es la imagen de su web corporativa, donde también se realzan otras obras internacionales, la mayoría realizadas en Kuwait y Arabia Saudí.
Fundada en 1976 por Sezai Bacaksiz y Nihat Özdemir, ahora en manos de sus descendientes, cuenta con un extenso currículo de obras singulares, con grandes construcciones que van desde gaseoductos, puentes o plantas industriales... hasta hoteles. Algunos de mayor complejidad que el estadio barcelonista y con ejemplos de ejecución antes del plazo previsto. Sin embargo, la experiencia en estadios de fútbol se limita al Mersin Arena, con capacidad para 25.500 personas. Curioso cuando uno de sus fundadores, el citado Nihat Özdemir, es un nombre muy conocido en el deporte turco, con paso por las directivas de Ankaragücü y Fenerbahçe, y llegando a ser presidente de la federación turca desde 2019 hasta 2022.
Aunque algunas de las sombras que se ciernen sobre la historia de Limak, también tienen que ver con Özdemir, ya que fue investigado por corrupción en dos ocasiones y la empresa se ha visto envuelta en casos relacionados con concesión de obras públicas de forma irregular. La empresa también ha aparecido salpicada en casos con cargos a los acusados como malversación, licitación fraudulenta y sobornos, aunque la mayoría se cerraron con multas o revocados en el Supremo. Voces en Turquía les relacionan con beneficios en las concesiones gubernamentales junto a otros grandes conglomerados de la construcción.
Otros borrones en su historial han sido los relacionados con sus trabajadores y los de sus subcontratas. Informaciones sobre accidentes laborales cuando se realizaban las obras del aeropuerto de Estambul (concesión que luego abandonó Limak) o problemas de pagos también han saltado a la opinión pública de su país. En cuanto a la obra del Camp Nou, se formó revuelo cuando la Guardia Urbana tuvo que detener las obras y desalojar a sus trabajadores cuando estos trabajaban sin que el proyecto tuviera licencia para seguir activo los domingos.
También ha tenido repercusión las críticas por sus polémicas actuaciones en la provincia turca de Mugla, donde se talaron grandes extensiones de bosque para permitir el avance de una mina a cielo abierto, con gran impacto en el medioambiente. Algo que la empresa ha negado y que contrasta con la política publicitada ahora en su obra estrella, la del estadio barcelonista, en la que se usa a menudo los conceptos ‘sostenible’ y ‘verde’, así como el uso de materiales reciclados.
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Porque la empresa, explica que sus operaciones “se sustentan en sólidas políticas que abarcan desde medio ambiente y códigos de ética hasta la lucha contra la corrupción”, así como que “cumplan con todos los requisitos legales”. Desde el Barça, siempre han mostrado confianza en esta empresa, que ahora se ve de nuevo salpicada por la obra de un estadio que debía abrirles las puertas en la Europa Occidental.
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