MERCADO

La última bala de Mariano

Con 31 años recién cumplidos, el delantero busca un último destino para resurgir. Trabaja en doble sesión cada día esperando una llamada.

Juan Manuel Serrano ArceGetty Images

Mariano Díaz (Premiá, Barcelona, 1993) aún no se rinde. Lleva demasiado tiempo sin disfrutar del fútbol, luchando por alejar el fantasma de las lesiones, intentando evadirse de la permanente avalancha de críticas y peleando por recuperar su mejor versión, cada vez más lejos en el recuerdo. Desde su imponente campaña 2017-18 en el Olympique de Lyon, con 21 goles y 7 asistencias, el hispano-dominicano anda perdido en un laberinto del que no consigue salir. Con 31 años recién cumplidos, tras otra bala malgastada en Sevilla, continúa buscando un destino que le permita resurgir. Será, posiblemente, su última oportunidad. Ajeno al ruido de las redes sociales y cansado de ser una diana nacional, el delantero trabaja en doble sesión, con un preparador físico, en su casa de Premiá, con el alivio de haber dejado atrás una fastidiosa tendinitis rotuliana. El doctor Cugat dio por superada hace unos días la última lesión de su historial clínico. Aunque pasó de puntillas, casi a escondidas, en sus cinco años como madridista y naufragó también en el Sánchez Pizjuán, aún sigue recibiendo propuestas. Rechazó varias para salir cedido del Madrid a pesar de su rol residual y lo ha vuelto a hacer este verano.

Desde España, Portugal, Turquía y Asia le han llegado ofertas que ha desestimado. Personas de su propio entorno no entienden algunas de sus decisiones, pero él prefiere dejarse llevar por su instinto. Mariano está dolido consigo mismo. En su despedida como sevillista pidió disculpas al director deportivo y al presidente, al borde de la lágrima, por el flojo rendimiento ofrecido. Los 319 minutos jugados no sirvieron para estrenar su casillero de goles ni de asistencias como hispalense. El orgullo herido le hizo más daño, más que todas las molestias musculares juntas. Es consciente de haber decepcionado a mucha gente en los últimos años, pero la mayor desilusión es la propia.

Pese a su prolongada racha negativa, el delantero catalán está convencido de que aún pasará por su puerta un último tren. Su objetivo es reivindicarse, lavar su imagen y convencerse a sí mismo de que aún tiene un sitio en la élite. Su valor de mercado se ha desplomado y asume que sus pretensiones no pueden ser las mismas que hace unos años. La baraja de candidatos se ha reducido de forma considerable y a ojos de la afición su prestigio se ha devaluado drásticamente, pero él se mantiene firme en su convicción de volver a ser un jugador importante. Es su gran desafío. En su cruce de caminos, como jugador libre, hay flechas apuntando en varias direcciones y quiere estar seguro de elegir la correcta. El tiempo para reaccionar se va agotando. Será la decisión más importante de su carrera. En juego están su reputación y su credibilidad. Mariano no se ha planteado arrojar la toalla y pide una última oportunidad. Será a cara o cruz.

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