Joselu y un ‘portericidio’
La enésima reacción del Espanyol y el dulce idilio de su ariete con el gol no esconden otra pifia de Lecomte en su retorno, la gestión de Diego Martínez con la meta y un primer tiempo infame.
Siempre a la ruleta rusa. Si algo tiene este Espanyol de Diego Martínez, planificado por Domingo Catoira, es la regularidad. Pero no al estilo de los campeones, sino porque repite una y otra vez los patrones. Valdría acaso la misma plantilla para cada una de las ocho jornadas de esta Liga para dar cuenta de un equipo timorato atrás, que atraviesa fases sonrojantes, que se tiene que ver por detrás en el marcador para reaccionar, que nunca le pierde la cara al partido y que se juega el signo, 1-X-2, a la ruleta rusa. Que aparezca la bala o salve la cabeza depende prácticamente del acierto de Joselu Mato, inmenso ante el gol en sus primeros meses de blanquiazul, de un lateral diestro cuya inercia azarosa hereda de años anteriores y, cómo no, del portero de turno. Hasta de los palos, a menudo en contra, esta vez a favor.
Cómo quemar a tres porteros en un día. Sale el Espanyol a pifia por partido que le cuesta puntos, que le condena a empatar, a perder, o cuando menos a tener que remar a contracorriente. Errores groseros que, salvo en un par de jornadas, han protagonizado los porteros. Que le costaron la titularidad a Benjamin Lecomte, expulsado el día del Madrid, que llevaron a reconsiderar a Álvaro Fernández, y que este domingo en el Nuevo Mirandilla acabaron de una tacada, como si de un lanzamiento de bolos se tratase, con el riojano, con el francés y de rebote con Joan García. Porque Diego Martínez relegó al banquillo a Álvaro, retomó la confianza en Lecomte y, de paso, envió el mensaje de que Joan García no entra en esa rueda. Al menos, por ahora, porque la situación de la meta del Espanyol es dantesca.
Lecomte pone la guinda. Mientras desde el vestuario se repite la palabra “confianza” como si de un mantra se tratase, tal es el recelo entre la afición perica que lo que se pregunta antes de los partidos no es si se cometerá algún error, sino cuándo llegará. Y llegó. Al borde del descanso, Lecomte salió a por uvas en un córner, y entre Vinicius Souza y Sergi Gómez acabaron por regalar a Víctor Chust el primer gol que el Cádiz anotaba en su estadio en toda la temporada. Una acción que no fue más que el colofón de una primera parte inoperante del Espanyol, preso de un planteamiento reactivo, llevando al extremo el juego directo, con balonazos, y convirtiendo una preventiva simplificación en simplicidad.
Ledesma no hizo ‘un’ Álvaro. Todo parece caprichoso, casi macabro. Como en la ocasión del minuto 34, un centro-chut lejano de Nico Melamed que se fue envenenando y que Conan Ledesma atrapó con más problemas de los esperados. Una jugada que recordó bastante al determinante 2-2 de la jornada anterior, con esa cantada de Álvaro ante Eray Cömert que le ha llevado directamente al banquillo. Ledesma no hizo ‘un’ Álvaro, y para rematarlo Melamed cerraba su titularidad un par de minutos después por un pinchazo en el gemelo. En su lugar entró Javi Puado, quien había visto cómo ni siquiera sin Martin Braithwaite –sancionado– gozaba de esa oportunidad de entrada para actuar más cerca de la punta. Se resarciría en la reanudación.
Un retoque, otro partido. Porque será capaz el Espanyol de sacar pecho por su poderosa reacción en el segundo tiempo, con Puado efectivamente más centrado junto a Joselu y con Edu Expósito más próximo a la banda. Pero esa facilidad con la que hincó el cuchillo sobre el tembloroso Cádiz no hizo sino evidenciar aún más el calamitoso planteamiento inicial. Descorchó el cava Joselu de cabeza y remontó con el pie, en ambos casos servido de grandes asistentes, Brian Oliván y Expósito, respectivamente. Hasta que llegó, una vez más en ese ping pong que es el conjunto perico, Lucas Pérez para establecer el definitivo 2-2 sirviéndose de esa banda derecha casi tan maldita como la meta, que volvió a ocupar Calero tras el traje de Lino y una semana renqueante. Aún tuvo tiempo Lecomte, a chut de Álex Fernández, para demostrar al mundo que parar, al menos, sabe.
El foco cambia de bando. En el partido de verdad, el de fútbol y los tres puntos en juego, se repartieron los puntos. Igual que en la batalla dialéctica previa. Entonces, el ilustre experico Sergio González había manifestado que el Cádiz pretendía “poner a prueba” al portero del Espanyol, para comprobar si acusaba la mochila de errores. Y lo logró, aunque no con Álvaro sino con Lecomte. Por su parte, había reaccionado Diego Martínez con aquello de que los pericos también querían “probar desde dentro las redes del Nuevo Mirandilla”. Un punto que saca al Espanyol de la zona de descenso pero que, en el caso del técnico blanquiazul, supone por su estilo de intervencionismo (lógico, por otra parte) que el foco, situado hasta ahora sobre el director deportivo, Catoira, se coloque ya ante su propio cogote.