Imanol sella el récord en Balaídos

No hay quien frene a esta Real Sociedad. Ni Aspas ni el mal tiempo. Ni siquiera una actuación espesa frente a un Celta descarado, que buscó siempre la portería de Remiro. No le afectó un inicio accidentado, con un choque de trenes en el primer minuto que acabó en siniestro total para Aihen Muñoz. Poco después fue Zubeldia quien dio el susto. Media hora por carretera secundaria que terminó en la autopista de Illarra. El centrocampista se encontró el balón en la frontal del área y no se lo pensó. Zurriagazo a la red. Un peaje demasiado caro para el Celta, un acelerón de felicidad para el capitán realista. Cuatro años e incontables sesiones de rehabilitación después, volvió a festejar un gol. A veces la vida equilibra tanta oscuridad con un simple momento de luz.

El mazazo todavía pudo ser más duro para los vigueses si cinco minutos después Sorloth hubiera encontrado el resquicio para batir a Marchesín. El noruego se deshizo de Aidoo con facilidad y se plantó ante el argentino, aunque lo hizo demasiado escorado, lo que le llevó a ser impreciso en el disparo. Quien no entiende de imprecisiones es Aspas. El moañés le hizo el lío al recién renovado Zubimendi. Le robó la cartera con la facilidad que uno da los buenos días y sentenció ante Remiro. Dedo al escudo y pulgar arriba, señalando que todo está en su sitio.

Gabri Veiga se sumó enseguida a las diabluras de Aspas. El porriñés tiene un talento descomunal y, sobre todo, una personalidad impropia para sus veinte años. Caño por aquí, finta por allí, apertura con el exterior hacia el otro lado y disparo con veneno para asustar a Remiro. Ofreció todo su repertorio antes de que, incomprensiblemente, Coudet le retirara del césped. Su cambio no se entendió porque estaba siendo uno de los pocos celestes iluminados y porque el Celta necesitaba remontar, pues Zubeldia había puesto la segunda piedra del récord en la reanudación. Fue un córner perfectamente ejecutado por Brais y defendido de forma nefasta por la zaga olívica. El central realista sólo tuvo que poner la cabeza dentro del área pequeña para anotar el 1-2.

El tanto sacó de quicio al Celta, tan negado hacia la portería en los últimos tiempos. Si no es Aspas, es difícil que aparezca alguien que encuentre la llave de la portería rival. Y eso que Carles Pérez no paró de buscarla. Su salida al campo fue una revolución. El catalán empleó la velocidad y el vértigo con el que acostumbra jugar para manifestarse contra su suplencia. Estuvo a punto de encontrar el premio con un zurdazo desde fuera del área, pero Remiro le mostró el candado. A partir de ahí, los vigueses cayeron en la desesperación, no tuvieron tranquilidad para armar las jugadas. Ni siquiera con el tiempo cumplido supieron colgar el balón. Para colmo, Gonçalo Paciencia vio la roja en el descuento por protestar.