Los niños son los reyes

Balaídos inauguró el 2024 con mucha épica y dos héroes totalmente inesperados, Williot Swedberg y Hugo Álvarez. El sueco fue la primera apuesta de Luís Campos en el Celta, un juvenil que costó cinco millones de euros y que lleva dos años jugando menos que el suplente de Benji. Sin embargo, esta temporada lleva dos goles que han supuesto seis puntos, marcó el de la victoria en Almería y firmó el triunfo frente al Betis con una frialdad propia de su tierra. El canterano, que debutó en Primera hace dos años con Coudet y no ha vuelto a participar, entró en Balaídos por la puerta grande, aportando más en diez minutos que Carles Pérez o Cervi en todo el partido. Trabajó en defensa, corrió cada balón, generó peligro y dio una asistencia de categoría cuando a la mayoría le tiemblan las piernas.

Y eso que el partido empezó totalmente de cara para el Betis, con un gol a los seis minutos que suponía un bofetón en la cara de un Celta que vive en el alambre. Ruibal conectó con Isco y eso fue suficiente para plantarse delante de Guaita, definiendo como si fuese un delantero. No hubo tiempo para que los vigueses acusasen el nerviosismo, porque Borja Iglesias resucitó a su ex equipo con un penalti sobre Larsen. La infracción fue tan clara que el compostelano se dedicó a agachar la cabeza y rezar para que Aspas fallase su tercer penalti de la temporada. Pero el moañés no tropezó tres veces en la misma piedra, cogió carrerilla y aseguró con el interior para mandar el balón a la red. Balaídos volvió a ver a su ídolo besar el escudo. El mejor champán para recibir el año nuevo.

El gol del empate fue un café doble para los vigueses, que empezaron a dominar el encuentro, arrastrando al Betis hasta su área a base de empuje, presión y constantes ataques. Eso sí, faltó mucha precisión dentro del área. Para muestra, el disparo de Cervi al aire. El rechace lo cogió Mingueza para golpear al balón como se debe, aunque Rui Silva lo detuvo sin excesivos problemas. El paso por vestuarios todavía insufló más oxígeno a los celestes, que salieron decididos a conseguir el triunfo que les sacara del descenso. De hecho, Tapia lo intentó a los pocos segundos con un disparo. También probaron suerte Larsen o Carles, pero Rui Silva se mantuvo firme.

Llegó el tramo final y el partido se convirtió en una película de Hitchcock. Todo empezó con el susto de Unai Núñez, que se fue noqueado al suelo tras despejar con la cabeza un disparo de Altimira. No hubo gol y tampoco lesión, que es lo más importante. Acto seguido, el colegiado anuló un gol de Larsen y ahí empezó un plano secuencia de misterio que se hizo infinito. Hasta cinco minutos estuvieron deliberando en la sala VOR sobre la acción. Y todo para entregarle el marrón a Ortiz Arias, que tuvo que ir al monitor a pie de campo para dictaminar si hubo falta de Aspas o no. Nada queda claro en las múltiples repeticiones, pero el colegiado optó por indicar infracción. Algo debió haber porque el moañés no protestó demasiado, pero la excesiva tardanza acabó desquiciando a todos.

Todo eso sucedió en el momento que Benítez tenía preparado los dos últimos cambios, con Hugo Álvarez como principal novedad, en el que era su estreno en Balaídos. El ourensano respondió con una personalidad descarada y comprometida a partes iguales. Fue decisivo en una acción defensiva en la que le ganó la partida a Rodri y también en la parcela ofensiva, entregándole un balón de oro a Swedberg. El sueco se quedó solo frente a Rui Silva, con mucho tiempo para pensar, y decidió la mejor opción posible, regatear y marcar a placer. Balaídos estalló de alegría con una victoria que le permite estrenar el año nuevo fuera del descenso.

Sigue el canal de Diario AS en WhatsApp, donde encontrarás todas las claves deportivas del día.