Greif está listo para La Cartuja

Greif demostró en Mestalla que está preparado para la final de la Copa del Rey. Lo demostró con sendas paradas a Pepelu y Hugo Duro. El Mallorca también lo está. Los de Aguirre llegarán a La Cartuja convencidos de sus posibilidades, de sus sensaciones. En Mestalla sumaron un punto que les sabe a oro en la clasificación, más ahora que el Cádiz está despertando. Lo lograron con una actuación sin apenas fisuras, maniatando durante largas fases del encuentro al Valencia, que despertó en la segunda mitad y ahí tuvo ocasiones para ganar. Pero los blanquinegros se fueron a dormir asimilando que el reparto de puntos en verdad fue tan justo como insuficiente para sus aspiraciones.

Aguirre se puso vizco haciendo la alineación. Con un ojo miraba al Valencia, porque el Cádiz aprieta y de ahí gente como Muriqi o Larin en el once, y con otro a la final de Copa contra el Athletic, la que jugará Greif y también Raillo, que se quedó en Mestalla en el banquillo por precaución. Baraja, por su parte, tiró de frescura, con Guillamón y Peter en lugar de los internacionales Guerra o Diego López, y de veteranía, Foulquier a pierna cambiada por Gayà.

El partido, hasta el descanso, fue desapacible como la tarde, pasada por agua. De hecho hubo más lesiones (Yaremchuk y Mascarell) que remates entre palos (uno, de Nacho Vidal y sin peligro alguno). Lo más cerca que se estuvo del gol fue en un penalti que ni tan siquiera se remató, porque el VAR corrigió acertadamente la decisión de Ortiz Arias, que pitó una mano que Mascarell tenía pegada al pecho.

Más allá de ese acercamiento al área de Greif, la telaraña de Aguirre ató en cortó a la Quinta del Pipo. Sus posesiones carecían de profundidad y velocidad. Dos remates lejanos y muy desviados. Poco más. Así el Mallorca les tenía dónde quería, cuyas sensaciones ofensivas eran más inquietantes para los intereses de Mamardashvili, aunque nada del otro mundo.

Toma y daca de ocasiones en la segunda mitad

La cosa cambió tras el paso por los vestuarios. La puesta en escena del Valencia fue otra. Los de Baraja eran más incisivos, más dinámicos. Pepelu tomó el mando y las ocasiones hicieron acto de aparición. De salida la tuvieron Hugo Duro, de disparo cruzado; el mencionado Pepelu, de saque de falta que no fue gol por el buen hacer de Greif y el palo; y la más clara, Peter Federico, que en el rechace de la falta golpeó a la nada cuando estaba solo y toda la portería para él. El Mallorca, aunque más agazapado por el ímpetu blanquinegro, también tuvo la suya en la cabeza de Muriqi.

Ese remate de Muriqi reactivo a los de Aguirre. Darder, Samu y Morlanes recuperaron el pulso en la medular y el Valencia dejó de sentirse cómodo. Las llegadas locales, de nuevo, se empezaron a hacer de rogar. Aún así Hugo Duro, cuyo derroche físico volvió a ser mayúsculo, tuvo el gol en su cabeza. Pero otra vez emergió la figura de Greif, que con su parada y su portería a cero dejó claro que está listo para La Cartuja.

El Mallorca, aunque el empate le sabía mejor que al Valencia, no dejó en ningún momento de querer llevarse los tres puntos de Mestalla. La salida de Randonjic, al que Aguirre colocó de carrilero derecho, le dio a los bermellones una vía de entrada hacia las inmediaciones de Mamardashvili, que también tuvo su cuota de protagonismo bajo palos con sendas paradas a remate del propio Randonjic y de Abdón. El Valencia acabó enfadado con Ortiz Arias, que decidió conceder el tiempo de añadido más corto de lo que llevamos de campeonato (solo dos minutos), mientras que el Mallorca se marchó satisfecho por el trabajo y las sensaciones. Su próxima parada, final de Copa del Rey.

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