ESPANYOL

El viaje a ninguna parte

Alejado de las promesas de Chen, vive el Espanyol instalado en la inercia del ‘mañana será otro día’, que se transmite a un proyecto deportivo estancado y una afición cada vez más descreída.

RCDE

Primero fue ir a la Champions en tres años, como mucho. Después, un saneamiento financiero que derivaría en un inmenso salto cualitativo. Pero llegó el descenso. El quinto en casi un siglo de Liga. Y, con el ascenso, la consolidación, para dar paso a un proyecto ganador, con una revolución en la plantilla, un nuevo CEO, director deportivo y, sobre todo, con un entrenador dispuesto a comerse el mundo. Otra cosa es que disponga de cubiertos, acaso tampoco de alimento. Transmite el Espanyol evidentes síntomas de agotamiento, que tienen en el inmovilismo de su presidente y propietario, Chen Yansheng, la base de una pirámide que se observa como la ruina de la maravilla que pudo ser pero que desde luego ya no es.

Un club que pierde el relato

Lo más sensato que ha hecho el Espanyol esta temporada, a diferencia de otras, es reconocer la permanencia como objetivo. Seguramente, más por insistencia de su entrenador, Diego Martínez, que por la satisfacción de un club que fabulaba con ofrecer un plan ambicioso, motivador, que presentaba una apariencia atractiva a finales de mayo pero que se fue marchitando a marchas forzadas a medida que avanzaba el verano. Y el error no es comunicativo, sino seguramente estratégico. ¿Hacia dónde camina el Espanyol? Quien sepa contestar a esa pregunta, sin recaer en discursos vacíos o promesas infundadas, tiene premio.

El fútbol, buenos y malos

Se simplifica a menudo el fútbol –incluso la política– como una historia de buenos y malos. En el imaginario perico, malo Quique Sánchez Flores por decir que igual el equipo “no da para más”. Bueno Rubi por procurar el retorno a Europa, pero malo por irse, igual que Borja Iglesias. Malo Rufete, pero ahora no tan malo una vez visto el rendimiento de Domingo Catoira, que a su vez era bueno hace cuatro meses… Y malo Vicente Moreno por practicar un fútbol reactivo, ‘amarrategui’ en el vocabulario canchero, pero bueno con perspectiva por la facilidad con la que logró el ascenso, la permanencia e incluso por cómo gestionó un vestuario con Raúl de Tomás. Y porque el juego de hoy, a medida que avanza la temporada, no dista mucho de aquél.

Del desencanto a la indiferencia

Precisamente porque no se detecta un avance, ni en los objetivos de la entidad, ni en la inversión ni planificación deportiva, ni en los resultados ni la identificación con el fútbol del equipo, la afición del Espanyol está desertando. Y no es una sensación, que también, de cualquiera que resista con su carnet de abonado en el RCDE Stadium y mire a su alrededor. Es que, además, lo avalan los datos. 1.447 abonos menos que en la temporada previa a la pandemia dan fe de ello casi tan bien como las asistencias de este curso, que no alcanzan la media entrada a pesar de que por Cornellà ya han desfilado Real Madrid, Sevilla o Valencia. Más que el desencanto, la frustración o incluso la ira, no hay nada como la indiferencia para desaparecer poco a poco.

Los lamentos por el chut al travesaño de Nico Melamed, el domingo, en el minuto 94. Rodolfo MolinaDiarioAS

Un manantial y un sinfín de grietas

De lo estructural a lo coyuntural, lo que está desangrando al Espanyol en esta Liga, transcurridas ya 11 jornadas, son errores que por repetidos resultan poco menos que imperdonables. Algunos individuales, otros colectivos. Pero prácticamente todos sinónimo de penalización. De empates o derrotas cuando la victoria estaba más cerca que nunca. El remar para morir en la orilla. En eso tampoco avanza, en este caso no el club sino el equipo. Las enormes grietas defensivas, la grotesca alternancia de pifias y titularidades en la portería no permiten contener en una presa el inmenso manantial de puntos que debería estar suponiendo el acierto arriba de Joselu, con siete goles, y en menor medida de Braithwaite, con tres.

Plantilla amorfa

Entre las muchas paradojas de este Espanyol, una de ellas es que los dos fichajes de mayor rendimiento de este verano, en que la plantilla experimentó una revolución sin precedentes, sean ‘hijos’ del anterior director deportivo y no del actual. El ‘pichichi’ y un Brian Oliván sobresaliente. También destaca ciertamente Edu Expósito, a cambio eso sí de 4,5 millones, y a nivel goleador empieza a dar sus frutos un Braithwaite de quien se pudo aprovechar su prioridad familiar de seguir residiendo en Barcelona. Más allá de nombres propios, y centrados en posiciones, la planificación de Catoira fue deficitaria. Lo ha sugerido el propio Diego Martínez en varias ocasiones, como en su ya mítica expresión “jodido pero contento”. Una revolución a medias es peor que no cambiar nada.

Diego Martínez saluda a Chen Yansheng, el pasado agosto.RCDE

No diga Espanyol, diga Rastar Sports HK

¿Y ahora, qué?, se preguntará el aficionado (y puede que también dentro del club), en busca de un faro que le ilumine. Depende en buena parte el futuro inmediato deportivo, y por extensión general, de un Diego Martínez que sigue siendo con todo convencimiento de la cúpula y la “fe” de sus jugadores el patrón del actual proyecto, por mucho que las expectativas nada tengan que ver con las del momento de su firma.

Con diez puntos, solo dos victorias y el otrora templo del RCDE Stadium convertido en poco menos que un muro de las lamentaciones, las miradas de muchos se dirigen al mercado de invierno. Como si reforzar una, dos o a lo sumo tres demarcaciones fuera a cambiar radicalmente el rumbo del equipo. Como si los mismos protagonistas del mercado de verano, con el caso Raúl de Tomás como paradigma para clases universitarias de cómo desbaratar un valioso activo, el resultado fuera a ser distinto.

Catoira tal vez fiche bueno, bonito y barato, Mao Ye quizá dé un giro de timón por iniciativa propia y Chen vuelva a invertir en un club que para él no es el Espanyol sino la empresa Rastar Sports HK Company Limited, que así se llama, una más de su conglomerado. Hasta que llegue un comprador que satisfaga sus expectativas. Para eso, y para todo lo demás, deberá seguir en Primera. De lo contrario, como rezaba aquella pancarta en el RCDE Stadium la noche del pasado Espanyol-Real Madrid, ‘Game Over’.

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