REAL VALLADOLID

El uno por uno de la temporada del Real Valladolid

El descenso del conjunto blanquivioleta es fruto de unos cuantos desastres y de apenas un puñado de jugadores con un rendimiento acorde a lo esperado.

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La temporada del Real Valladolid solo se puede tildar como decepcionante, consumado un nuevo descenso a Segunda División y en vistas del pobre rendimiento ofrecido por buena parte del plantel que dirigieron Pacheta y Paulo Pezzolano. Quizás el epíteto fuera diferente de haberlo sido el final, en caso de que los blanquivioletas hubieran conseguido salvarse, si bien incluso así, para muchos jugadores, habría sido, cuando menos, poco edificante.

Masip: 2.508 minutos. 28 partidos. 42 goles encajados. A pesar de ser el portador del brazalete de capitán, partía en teórica desventaja respecto de Sergio Asenjo, hijo pródigo retornado. Jugó más y mejor, con algunos momentos buenos, aunque no llegó a encadenar demasiadas porterías a cero. Su gravísimo error en Mestalla quedará en el recuerdo.

Sergio Asenjo: 900 minutos. 10 partidos. 21 goles encajados. Estuvo muy lejos de lo esperado y deseado. Pacheta le dio galones de titular en las primeras jornadas de Liga y tuvo que recurrir a él cuando Ayoze Pérez lesionó a Masip, pero nunca dio la sensación de ser competitivo. La prueba, que encajó mucho y solo en una ocasión dejó de hacerlo.

Luis Pérez: 1.215 minutos. 18 partidos. Empezó siendo el lateral de Pacheta en un inicio de temporada marcado por la expectación, pero su primera lesión del curso le cortó las alas y no volvió a encadenar más de cuatro titularidades seguidas. Pareció ser el que mejor se entendía con Plata, aunque sin que su profundidad frecuente llegara a dar muchos frutos.

Fresneda: 1.774 minutos. 22 partidos. Cuajó una primera parte de campaña excelsa para tratarse de un futbolista de su edad, coronada con un marcaje limpio y efectivo sobre Vinicius. Ese efecto se difuminó un poco en la segunda mitad del campeonato, en la que sufrió algo más, aunque sin dejar de mostrarse como el mejor del equipo en su posición.

Lucas Rosa: 930 minutos. 17 partidos. Sorprendió con su buen rendimiento en su salto desde el Promesas, donde no había llegado a brillar. Sin complicaciones atrás, aunque tiene que depurar su técnica defensiva en ciertas acciones, se mostró valiente en campo rival. La competencia le devoró en ciertas ocasiones, desapareciendo durante semanas.

Joaquín: 2.156 minutos. 27 partidos. Un gol. Su fama le precede, que diría aquel; se mostró aguerrido, aunque por el camino cometiera unos cuantos errores de bulto. Y además, volvió a padecer problemas físicos, recurrentes al final, lo que, todo uno, vino a difuminar la sensación que debía dar por condiciones, de central contundente. Triste adiós.

Javi Sánchez: 2.395 minutos. 32 partidos. Un gol. El mejor central de la plantilla en cuanto a condiciones técnicas volvió a serlo, en parte, por la incomparecencia de sus competidores. Hasta el parón de Mundial estuvo a un nivel altísimo, que luego no volvió a encontrar. Aun así, demostró liderazgo, y que con otros compañeros más fiables, podía rendir.

El Yamiq: 1.610 minutos. 25 partidos. Un gol. Fue, durante toda la temporada, uno muy diferente al del Mundial, aunque con actuaciones que llamaban a ilusionarse como la de Villarreal. Sus expediciones en campo rival levantaron del asiento a más de uno, aunque en defensa, que era donde debía impactar, a veces hacía torcer el gesto. A la postre, decepcionante.

Torres: 318 minutos. 7 partidos. A la hora de los valientes, cuando el Real Valladolid se jugaba el pan, pocos hubo como él. Disipó cualquier duda que pudiera haber aparecido en enero, cuando el club le abrió espacio, con un rendimiento que promete dar si le vuelven a dar la oportunidad. Juega como un veterano y, si pule cosas, llegará a ser capitán, seguro.

Escudero: 1.442 minutos. 23 partidos. Un gol. Pezzolano encontró su mejor versión, la tan anhelada en Zorrilla durante la primera mitad de la temporada. Vio puerta contra el Atlético de Madrid, contra quien pudo hacer un ‘hat-trick’, y lo hizo de nuevo ante el Sevilla, en el mayor escándalo arbitral del curso en clave blanquivioleta. En franca progresión, acabó bien.

Olaza: 1.493 minutos. 23 partidos. Se repartió el lateral con Escudero casi por igual, entre lesiones y dudas de ambos en varios tramos del curso. Él mismo debe tener morriña de lo que fue en el Celta; nunca ha vuelto a encontrar esa versión, tampoco este año en el Pucela. Titular en el que seguramente fue el mejor tramo del año, aunque siempre irregular.

Hongla: 1.312 minutos. 16 partidos. Pasó de gran sorpresa a convertirse en un pequeño desconcierto, ya que todo lo que vino a arreglar, y arregló en un principio, quedó dispersado, que no borrado, por sus dos expulsiones. Solvente en el corte, aunque con imperfecciones, apenas cometió pérdidas. Por arriba, y más como central, no estuvo muy allá.

Roque Mesa: 1.627 minutos. 29 partidos. 2 goles. Aunque con Pacheta mantuvo su rol de capo, su temporada se podría definir como una piña: por sus tuits, por lo que pasó con Malsa y por el sinónimo que supone de torta, de golpe, en lo que pasa en el verde, que es donde más debió liderar. En el centro del campo fue quien más lo hizo, pero no bastó.

Monchu: 2.030 minutos. 33 partidos. 3 goles. Ocupó varios roles en mediocampo, de tal modo que escenificó alguna duda existente respecto al que debe ocupar. Lo mismo jugaba más próximo a la base que descolgándose. Sin romper a jugar, pero sin estar mal del todo. Su primera temporada completa en Primera fue de aprendizaje y de crecimiento.

Aguado: 1.881 minutos. 34 partidos. 1 gol. El día que su capacidad de llegada encuentre el poso y el acierto de cara al gol del que carece podrá ser un futbolista que roce los dobles dígitos. No será, eso sí, como blanquivioleta, después de quedarse a medio camino de ser ese tipo de jugador y de uno dominante. Jugó a pulsos y no se acabó de imponer.

Kike Pérez: 2.135 minutos. 36 partidos. 1 gol. El jugador de campo con más partidos disputados. Es todo voluntad, y como todo voluntad que es, a veces se precipita. El día que se ve que está de que no, es que está de que no. Cuando fue todo lo contrario, y estaba de que sí, aparecía en muchas zonas, haciendo muchas cosas y siendo muy útil.

Amallah: 268 minutos. 7 partidos. 2 goles. Hay una frase en una película que dice que no se puede extrañar lo que nunca se ha tenido, algo rebatible cuando, en casos como este, el nunca no es real, si no un poco. No le dio tiempo a mucho a Amallah, pero prometió tanto, y se habló tan bien de él que es difícil no pensar qué hubiera pasado si...

Iván Sánchez: 1.120 minutos. 25 partidos. 1 gol. No promedia ni 45 minutos por partido jugado, ni tampoco disputó ni uno completo; fue el único futbolista que, llegando a las cuatro cifras, no lo hizo. Es reflejo de un rendimiento escaso, que no se ajusta a su calidad técnica y que apenas llegó a brotar con cuentagotas, alejado de las promesas de Segunda.

Plata: 2.308 minutos. 34 partidos. 1 gol. Uno puede destacar que fue quien más asistencias dio (cinco), quien más penaltis provocó (tres), quien más regates completó (66), el que más pases clave dio (37), el segundo con más entradas (66)... que lo cierto es que su bagaje se quedó escaso para todo lo que se esperaba de él tras acometer su fichaje.

Kenedy: 12 partidos. 268 minutos. Su tarjeta de presentación sale a poco más de 22 minutos por partido. La gran decepción de la temporada, sin paños calientes. Fue la gran apuesta del mercado veraniego y nunca se llegó a dejar ver, aquejado de continuos problemas físicos y acusando un estado de forma escasísimo, más propio de la Kings League.

Óscar Plano: 33 partidos. 2.043 minutos. Un gol. El atacante con peor relación entre minutos y valor añadido, dado que a su único tanto le sumó apenas una asistencia. Titular habitual con Pacheta, con Pezzolano vio reducida su participación hasta el extremo. Nunca nadie podrá discutir su sacrificio, pero sí su aportación ofensiva, muy poca para lo que jugó.

Machis: 11 partidos. 603 minutos. Su fichaje suscitaba dudas, después de perder peso en el Granada y salir a México, y si no resolvió más, quizás fue porque el físico, justo aquello que hacía recelar a más de uno, se lo impidió. No obstante, fue una grata incorporación, que ayudó en ataque gracias a su buen pie. Otro al que se le echó de menos al final.

Sergio León: 29 partidos. 1.330 minutos. 6 goles. A falta del añorado Anuar, en muchos momentos fue él el corazón del Real Valladolid sobre el césped. No hay que obviar el hecho de que se pasó seis meses sin marcar gol, pero también que el escenario no siempre le fue propicio. De los veteranos fue, con Masip, quien más dio la cara en los peores momentos.

Larin: 19 partidos. 1.469 minutos. 8 goles. Es, en apariencia, algo torpón, pero fue el mejor jugador de la temporada, por sus ocho goles, por sus tres asistencias y por el soplo de aire fresco que insufló a un equipo inofensivo antes de su llegada. Más de palomero o más actuando de boya, aportó siempre. Será el jugador más difícil de retener después de descender.

* No han sido tenidos en cuenta los jugadores salidos en el mercado invernal, el lesionado Anuar o los filiales Aceves, Arroyo, Pozo y Tunde, cuya participación fue testimonial.

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