El mejor inicio del Getafe de Bordalás
El conjunto azulón suma diecisiete puntos en 11 jornadas, cifra que jamás había alcanzado con el alicantino en el banquillo.
El Getafe de José Bordalás ha vuelto a ser ese equipo incómodo, intenso y fiable que tantos elogios despertó años atrás. Con diecisiete puntos en las primeras jornadas de Liga, el conjunto azulón firma uno de los mejores comienzos de su historia y, además, el mejor inicio desde que Bordalás está en el banquillo. El Coliseum vuelve a disfrutar con un equipo reconocible, competitivo y lleno de carácter.
No es sencillo poner en perspectiva lo que está logrando este Getafe. En casi dos décadas en Primera División, solo tres veces el club había comenzado mejor que ahora. En la temporada 2005-06, con Bernd Schuster, el equipo arrancó también con diecisiete puntos. Un año más tarde, con el mismo técnico, alcanzó los diecinueve puntos. La siguiente referencia llega en la 2013-14, con Luis García Plaza, cuando los azulones repitieron esa marca de diecinueve. Y ahora, en este 2025-26, Bordalás iguala a Schuster y se acerca a las mejores cifras jamás firmadas por el club.
Lo más llamativo es que lo ha hecho volviendo a su esencia: solidez defensiva, intensidad en cada duelo y una competitividad feroz que ahoga al rival. El Getafe compite cada balón como si fuera el último, pero también ha sabido añadir matices al juego. Sin renunciar a su identidad, el equipo muestra más control, más pausa y un punto de madurez que le permite cerrar partidos con autoridad.
Si el ritmo se mantiene, el Getafe acabaría el curso con cincuenta y ocho puntos, una cifra que en los últimos años habría bastado para mirar de reojo hacia Europa, y que se quedaría a sólo uno del récord histórico del club: los cincuenta y nueve puntos que también firmó Bordalás en aquella inolvidable 2018-19.
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Pero más allá de los cálculos, hay una sensación generalizada entre la afición: el Getafe ha vuelto a sentirse Getafe. Bordalás ha devuelto el alma a un equipo que vuelve a competir con hambre, orgullo y una identidad muy clara. En el Coliseum se respira algo que hacía tiempo no se veía: confianza y unión. Y cuando eso ocurre, el resto —los puntos, los récords y las metas— suele venir solo.
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