El Betis deja vivo a Diego Alonso

“Jugamos como nunca y no ganamos como (casi) siempre”, se resignarán los béticos después de que su equipo desaprovechara una inmejorable oportunidad para ganar su cuarto derbi liguero de los últimos 26. Las ocasiones, el juego y casi todo tuvo color verdiblanco en una tarde que parecía, por cómo suelen resultar los partidos de este tipo, para los jugadores. Pero que mirando a este Sevilla desastroso y desastrado volvió a convertirse en ‘de’ entrenadores: y entre Manuel Pellegrini y este recién llegado Diego Alonso que no se entera de la misa la media, no hay color. Aunque lo que valen son los goles y el técnico chileno sigue sin ganar en LaLiga un partido de máxima rivalidad. Esta vez, de paso, pudo cargarse al técnico uruguayo, o al menos ponerlo en la línea de salida unas pocas semanas después de haber llegado a Nervión.

Saltó al campo el Betis con su once de gala, el que ha jugado casi siempre últimamente en LaLiga, con Ayoze y Assane por las alas, Willian José en punta e Isco a su aire. El Sevilla seguía pareciendo un experimento de Diego Alonso. Otra vez con Óliver Torres de ‘falso’ (falsísimo, inexistente) extremo izquierdo y con Gudelj y Pedrosa en los lugares que parecían destinados a Sergio Ramos y Acuña: se demostró que lo de que entrenaran en la previa ambos futbolistas era un gran cuento: vaya antigüedad más grande.

Al final del primer tiempo, los locales no habían puesto a prueba siquiera a Fran Vieites, guardameta de urgencia ante las bajas de Rui Silva y Bravo. Porque este Sevilla no es un equipo, es una banda. Un puñado de buenos futbolistas tirados al campo como dados de Casino que terminó la primera parte indemne gracias a la falta de puntería del Betis, sobre todo de Isco. A los pocos segundos, el malagueño, solo como la una, mandó su manso cabezazo a las manos de Dmitrovic. El malagueño jugó como quiso y donde quiso ante el desorden local, porque ésa, la confusión, es la gran seña de identidad de esta plantilla que dirige (por decir algo) Diego Alonso.

Muy el contrario, si por algo se caracteriza el Betis desde que manda Pellegrini es por competir siempre, no importa los obstáculos que le pongan la planificación y/o las lesiones. Sin porteros profesionales y con Chadi Riad, otro chaval, en el centro de la defensa, el equipo verdiblanco defendió plácidamente la mayor parte del tiempo mientras pegaba picotazos en el área de Dmtrovic. El portero serbio salvó tiros a bocajarro de Miranda y Ayoze, pero luego fallaría en la jugada del gol verdiblanco, en un mal despeje que acabó en la pierna del propio Ayoze para que éste (71′) la empujara a la red.

Las lesiones de Rui Silva y Bravo obligaron a Pellegrini a alinear al meta del filial, Vieites. Algún sevillista bromeaba en la previa: “Pero si no le vamos a tirar”. Efectivamente: la primera vez que el balón fue con algo de fuerza entre los tres palos, en un tiro kilométrico de Ivan Rakitic, el balón se coló en la portería bética para poner un sorprendente empate en el marcador (1-1, 78′). Gudelj, también desde su casa, por poco hizo el 2-1 mientras el Betis trataba de volver a colocarse por delante ya contrarreloj, aturdido y desesperado. Posiblemente, no tendrá muchas ocasiones más claras de ganar un derbi. Y si es en el Villamarín, en la segunda vuelta, será porque este Sevilla sigue igual (peor parece imposible) que ahora: porque ande camino de la Segunda División.

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