COPA DEL REY | ARANDINA 1-REAL MADRID 3
Dos minutos bastan
Un Madrid con pleno de suplentes resuelve su pase a octavos con dos detalles de Brahim en un partido sin lustre. Rodrygo remató la faena. Güler, debut de más a menos.
El Madrid le dio una alegría a Aranda y se evitó, con cierta demora, uno de eso fracasos que, por su tamaño, acaban en ‘azo’. Fue en un partido tan polar como la noche, con pleno de suplentes y canteranos, en un campo bacheado y con un juego sin lustre. El equipo de Ancelotti metió dos goles en dos minutos al comienzo de la segunda parte y archivó pronto el caso, esperando mejor clima y mejor fútbol en el derbi oriental que se avecina. Arda Güler, en su debut, tuvo un despegue vertical y un aterrizaje discreto, y los canteranos agraciados pasaron de puntillas, poca cosa a los ojos de un entrenador que alza mucho la ceja y mira poco hacia abajo.
La Copa en invierno es esto: frío hasta los huesos, hierba hasta los tobillos y meritorios hasta las cejas. Partidos de suplentes y supletorias (las gradas) que entusiasman a una ciudad alejada del gran fútbol y enmarronan al grande: un victoria se habrá olvidado después de la cena y una derrota se recordará toda la vida. Este escenario, mitad costumbrista, mitad inhóspito, acogió el debut de Arda Güler, turco con duende. También fue un observatorio para tres canteranos: Vinicius Tobias, Carrillo y Nico Paz, otro zurdo con porvenir, pero pegado a la derecha, fuera de su sitio. La Copa es su beca.
Un Güler decreciente
Ancelotti le reservó a Güler el papel de Bellingham, con diferencia el más imaginativo del equipo. La primera impresión habla de un jugador muy participativo, con un área de influencia mayor de lo esperado y ganas de gustar. Antes del primer tercio de partido había provocado una buena parada de Adrián Álvarez y había lanzado una falta al palo. Ya tenía al Madrid metido en el bolsillo con esa impronta de futbolista desacomplejado. Luego le fue devorando la fatiga por la larga inactividad y Ancelotti entendió que con una hora había sido suficiente.
La Arandina seguía el manual de supervivencia: resistir atrás, procurar alargar el partido y, de cuando en cuando, meter algún balón en el área, sobre todo en los saques de banda kilométricos de Pesca, más por empuje que por pericia. “Sí se puede”, le recordaba la gente desde la grada, convertida también en trinchera.
Lo cierto es que Güler al margen, al Madrid se le atragantaba el compromiso mesetario: poca creación, poca progresión por las bandas y alarmante falta de suministro a Brahim y Joselu, que en la Liga han demostrado ser grandes felinos. Al ritmo que marcaba en la primera mitad el equipo de Ancelotti bailan demasiados en todas las categorías del fútbol español.
Al descanso al Madrid no solo se fue con el inesperado empate inicial, sino con la sensación de que aquello se alargaría más de lo conveniente. Solo dejó en la recta final de ese periodo una media vuelta de Joselu al lateral de la red y un cabezazo alto de Nico Paz.
El penalti
La cosa no parecía mejorar en la segunda mitad hasta que Zazu metió el pie y la pata en el mismo instante. Brahim, capaz de regatear en un ascensor, parecía salir de una encerrona cuando el exterior arandino, sin necesidad, le derribó. Joselu transformó el penalti. Y en la siguiente jugada, el malagueño se encontró un balón en el corazón del área y lo despachó de derecha a la red. Ancelotti tenía ya preparados los cambios del por si acaso. Los hizo, pero sin el estado de necesidad previo a los tantos de de su dúo de ataque. A la Arandina se le fue el santo al cielo discutiéndole a García Verdura el penalti que lo cambió todo y también le abandonaron las fuerzas. Lógico en jugadores que, de algún modo, los son a tiempo parcial.
Ahí se acabó todo. El equipo de Álex Izquierdo entendió que el imposible era verdaderamente imposible y al Madrid no le pusieron más ilusión los que entraron, aunque Álvaro Rodríguez, aquella aparición efímera del curso pasado que se evaporó pronto, cabeceó fuera un balón franco. También se le fue un gol a Joselu, traicionado por un bache verde, y lo encontró finalmente Rodrygo, para ponerle cifra a la distancia entre dos mundos. El autogol final de Nacho le dio una salida honorable a la Arandina. Llegar a más estaba fuera de su alcance.
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