Cornellá, final de trayecto o destino del ave Fénix
Las goleadas ante el Barcelona y el Manchester City estrechan el cerco sobre el futuro de Lopetegui
Las exhibiciones esplendorosas de Lewandowski y Haaland aceleraron la descomposición del Sevilla. Cuatro derrotas en los cinco compromisos oficiales del curso provocan pavor. Urgen soluciones drásticas y sin posibilidad de enmendar el plantel hasta el invierno, con el entremés favorecedor del Mundial de Qatar por acortar el calendario de Liga, la diana apunta directamente a Julen Lopetegui. Cornellà podría ser final de trayecto o lugar para el ave Fénix.
La ansiedad, sin olvidar en la inauguración un penalti de fantasía, martilleó al Sevilla en Pamplona y ante dos adversarios recién ascendidos, el Valladolid y el Almería. La tara desesperante en la definición, al menos, aventuraba la posibilidad de recuperación. Incluso, un buen rato de la visita del Barcelona ofreció señales de vida. En sólo tres días, la imagen del equipo de Lopetegui empeoró y de manera más preocupante. Sin físico para organizar trincheras y sin velocidad, el plan para un fútbol moderno hace aguas.
Más que fútbol control, la estrategia prioritaria del Sevilla fue evitar un mitin. Simplemente, salir a no perder. Sin delanteros, con la referencia de Isco como vértice. La feligresía del Sánchez-Pizjuán entendió las circunstancias, se armó de paciencia y arropó a su equipo hasta el límite para evitar una presión añadida. Los cambios irremediables en el marcador, pese a jugar el City de Guardiola a medio gas durante bastantes tramos del estreno en Champions, alteró el escenario.
Hubo fijación con Jordán, uno de los jugadores que simboliza la metamorfosis tan extraordinaria que ha padecido el Sevilla en los últimos meses. Uno de sus errores en zonas peligrosas puso la alfombra roja para que se luciera con la sentencia Foden, el gran artífice de la saña de Haaland. El inglés engrasó la maquinaria con De Bruyne en el primer gol del devorador noruego, anotó el segundo a Bono y lanzó con maldad el balón al poste, cuyo rechace conectó, de nuevo, la pesadilla nórdica. En el cuarto gol ya estaba de espectador en el banquillo.
Extrañamente, la grada volvió a ignorar la figura de Lopetegui, que en la mayoría de sus comparecencias públicas recientes tira de excusas con lesiones, incorporaciones sin rodaje y necesidad de convencer al plantel de su valía. Esta capacidad de hipnotizar al grupo la perdió hace tiempo, los resultados ya no le sostienen y la cantidad insospechada de jugadores a un nivel ínfimo, treintañeros o no que iniciaron la pretemporada hace unos meses, es una lacra de la que es responsable.
La segunda bronca se enfocó al palco con cánticos de ‘Pepe Castro, dimisión’. La repetición del final de película, ante el Barcelona y el Manchester City, con el estadio enardecido contra el presidente es lo que más debería temer Lopetegui porque cuando el foco está tan centrado en los dirigentes el sacrificio del entrenador suele ser la vía más rápida para desviar la atención. En este caso, la salida del guipuzcoano, víctima propiciatoria, estaría igualmente justificada.