Carboni: “Marcó Vicente... y ya me ví en este balcón festejando el Doblete”
Amadeo Carboni recuerda con AS la Liga y la Copa de la UEFA que ganó el Valencia en 2004. Hoy se cumplen 20 años del primero de aquellos dos títulos.
Hoy se cumplen 20 años de la Liga, su sexta, que conquistó el Valencia con su victoria en el Sánchez Pizjuán. Diez días después, aquel equipo de leyenda levantó también la Copa de la UEFA en Gotemburgo. Radio Valencia Cadena SER y Diario AS conmemoran esta tarde aquel histórico Doblete con un emotivo acto en el espacio cultural La Rambleta (19:30 horas, en directo por As.com) y, como preámbulo, Amedeo Carboni (Arezzo, 1965), para muchos el mejor lateral izquierdo de la historia blanquinegra, recuerda aquellos años desde el balcón del Ayuntamiento de Valencia, “donde cierro los ojos y aún veo a miles y miles de personas felices por lo que hicimos”.
Llegó al Valencia con 31 años y no dijo adiós hasta los 40. Entre medias ganó 7 títulos. Quien pensara que usted vino a España para retirarse se equivocó.
Yo vine a España a competir y, la verdad, salió todo muy bien. Cuando llegué (1997) venía tocado del tendón. Físicamente no estaba bien. Pero aterricé un jueves y el domingo me dijo Valdano: “Juega en el Camp Nou”. Me expulsaron. Sumé dos rojas en los cinco primeros partidos... y nadie me reprochaba nada por la calle. Yo venía de Italia, que por menos ni salías de casa. Recuerdo que le dije a mi mujer: “Si con el respeto que tiene la gente aquí no acabo siendo leyenda... qué mal lo habré hecho”.
Pues sí, se hizo leyenda...
Valencia era un paraíso. Yo vivía la ciudad. Era jugador en Mestalla y ciudadano en la calle. Ese fue uno de los secretos del vestuario, que palpábamos el sentimiento de la gente. Al principio me costó entender la forma de vivir el fútbol aquí. En Italia en los 90 había mucha más disciplina, rigor. Recuerdo que en El Saler, horas antes de jugar un partido, nos daban paella para comer. El primer día fui al cocinero y le dije: ‘A mí, arroz blanco, por favor’. Después, yo estaba acostumbrado al silencio, a una concentración máxima, y aquí en el autobús todo eran risas, el vestuario era una discoteca... A los dos meses me di cuenta de que el tonto era yo, que ese buen rollo era clave.
¿Cuál es su recuerdo de aquel Doblete de 2004?
El gol de Vicente de penalti en Gotemburgo. Tras las dos finales de Champions que perdimos, la UEFA era una final europea que no se nos podía escapar. Cuando Vicente lo marcó, aunque todavía quedaba toda la segunda parte, ya me veía festejando el Doblete en el balcón del Ayuntamiento. Sabía que no se nos iba ese título.
¿Qué destacaría de ese Valencia de Benítez?
Muchas cosas. Solo así le podías competir al Madrid de los Galácticos, al Barcelona de Rivaldo y Ronaldinho, a un gran Deportivo... Una mezcla excelente de juventud y veteranía; muchísimo talento: Aimar, Mista, Vicente, que era el mejor extremo del mundo... Y una afición que nos empujó al cielo. La ciudad era feliz, por el Valencia CF y también porque en esos años el crecimiento de Valencia fue brutal, un ‘boom’ económico y social.
Una de las imágenes de aquella celebración fue la suya con la peluca naranja.
La peluca la hizo famosa Jaume Ortí, que fue un presidente encantador, una sensacional persona. Él siempre tenía su hombro preparado para nosotros si lo necesitábamos. No recuerdo como acabó una peluca en mis manos, pero me la puso nada más llegar en el autobús y ya no me la quité. Ese día, en el trayecto del aeropuerto al centro, alguno pudo perder la cabeza en los puentes de entrada a Valencia (ríe). Yo tenía casi 39 años, si no vivía al máximo esa celebración… Y lo hice. Yo y todos. Miles de personas. Fue precioso.
¿Ese Valencia jugaba de memoria?
Jugábamos con rigor, compitiendo siempre al máximo. Fue un Valencia que empezó a construirse con Ranieri, después con Cúper y fue el mejor con Benítez. Con él jugábamos un poquito más al ataque y menos al contragolpe. Era un vestuario muy responsable. Como te decía antes, la combinación de gente joven y veterana fue muy buena. El bloque se mantuvo durante muchos años: Cañizares, Ayala, Albelda, Kily, Angulo… y a él se fueron incorporando grandes jugadores como Marchena, Baraja, Mista, Vicente, Aimar… Era un equipo muy competitivo.
¿Imaginaba vivir en Valencia todo lo que vivió?
Te mentiría si te dijera que sí… pero sí te digo que cuando llegó Ranieri empecé a pensar que se estaba creando algo que con tiempo podía tener buena pinta. Y mira que estuvo a punto de irse a la calle antes de tiempo, porque de no ser por un gol de Mendieta en San Sebastián… Pero Ranieri sabía perfectamente lo que quería y lo que tenía que hacer. Si algo bueno tiene como entrenador es que hace grupo y para ello tenía antes que hacer limpieza. Había muy buenos jugadores, pero no sentían el club, jugaban para sí mismos. No era un equipo fácil: Romario, Ariel Ortega, Saïb… mis amigos de Italia me llamaban y me decían: “Allí necesitáis cinco o seis balones para jugar todos, porque alguno necesita un balón para él solo”.
En la temporada 2003/2004, a sus casi 39 años, jugó 48 partidos. Su segunda mejor cifra en sus 9 años en Valencia, ¿las rotaciones de Benítez no iban con usted?
Bueno, me conservaba bien (ríe). Mira, recuerdo que cuando llegó Rafa, en el primer entrenamiento, me dijo: “No te preocupes que te voy a ir dosificando”. Durante toda la mañana le di vueltas a esa frase, así que antes de irme a casa entré a su despacho y le dije: “Míster, que yo tenga 35 o 25 años es lo de menos. No me trate como a un viejo que solo está aquí para retirarse y hacer vestuario. Si ve que pudo jugar, me pone, si no, no…”. Y fui titular en sus tres años en el Valencia.
Antes de terminar y aprovechando que estamos en el balcón del Ayuntamiento, cierre los ojos y dígame que ve…
(Los cierra) Veo a miles y miles de personas felices por lo que hicimos. Me veo feliz. ¿Y sabes de qué me estoy acordando?
¿De qué?
Pues es curioso lo que me viene a la mente. Recuerdo que los jugadores teníamos que pedir al club las entradas para nuestros compromisos con 15 días de antelación, porque de lo contrario nos quedábamos sin ellas porque Mestalla estaba siempre lleno. Aquellos años fueron tremendos.
Para muchos, los mejores de nuestras vidas.
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