REAL MADRID-CELTA
Aidoo, el león noble que sueña con el Bayern
Es muy feliz en Vigo pero no se le va de la cabeza la imagen de Kuffour con la camiseta del Bayern de Múnich. Siempre ha soñado con triunfar allí algún día
En Tema, al sur de Ghana, tierra de pesca, calabaza y cacao, junto al Golfo de Guinea, los niños suelen jugar al béisbol y al fútbol al salir del colegio. Así lo hacía Joseph Aidoo (27), uno de los defensas más en forma de LaLiga. Junto a sus amigos, con el puerto y la refinería de petróleo en el horizonte, junto a los mercadillos callejeros, Aidoo se divertía compaginando ambos deportes hasta que, con 12 años, viendo que tenía buenas cualidades, se decantó por el balón. Muchas tardes, tras acabar de jugar, iba a casa de algún amigo para ayudar a cocinar, pasión que cultivó también desde la infancia.
A diferencia de otros chicos, desde el principio contó con el apoyo familiar para jugar al fútbol y siempre ha tenido presente el consejo que le dio su padre con apenas 10 años: “Hay miles de niños que juegan al fútbol muy bien. La diferencia entre unos y otros es el sacrificio, el trabajo duro y no rendirse nunca porque el camino será complicado”. El pequeño Joseph grabó ese mensaje a fuego en su mente y trató de cumplirlo siempre a rajatabla. Juntos veían muchos partidos por televisión y en uno de ellos quedó asombrado por un compatriota que jugaba en Europa. Samuel Kuffour, un central de gran clase que militó durante muchos años en el Bayern de Múnich. Desde entonces, Kuffour se convirtió en su espejo y referencia y tiempo después en su mentor y consejero. Por las noches soñaba con ser como su ídolo y jugar algún día también en el Bayern.
Sus cualidades como defensa, áspero pero no duro como aclara él mismo, empezaron a reportarle éxitos deportivos. Le llamó la selección de Ghana para las categorías inferiores y, tras un campeonato con la sub 20, lo reclutó el Hammarby, club sueco de Estocolmo. Sin dudarlo, dejó atrás su vida en Ghana y se marchó persiguiendo un sueño. Allí conoció el frío.
Con el paso de los años, comenzó a desarrollarse muscularmente y se convirtió en “La Roca”, como empezaron a llamarle algunos compañeros. Nunca pisó un gimnasio para hacer pesas, su físico no es un producto de laboratorio sino un regalo de la naturaleza y de la genética de sus padres. En Ghana lo comparaban con un león, por ser fuerte y valiente.
De Suecia se marchó al Genk belga y hasta allí fue a buscarlo el Celta de Vigo en 2019 impresionado por su rapidez y contundencia. Tenía 23 años y el Getafe también quería contratarlo pero los gallegos se adelantaron y a cambio de 8 millones de euros aterrizó en Vigo. En Galicia descubrió el lado bueno y malo de llegar a un nuevo destino. Lo peor fue el idioma. Le costó más de lo esperado aprender español y mucho más comenzar a hablarlo. Su profesora era estricta, le exigía mucho y él se desesperaba. Durante un tiempo fue una barrera importante. Veía películas y series en español y a base de insistir fue aprendiendo. Lo mejor fue descubrir la cocina gallega, especialmente el pulpo, su gran pasión.
Aidoo no olvida sus orígenes por mucho tiempo que lleve fuera de casa. La persona a la que más admira es su madre, que le sigue cantando cuando la llama por teléfono, como cuando era niño. Ahora él también es padre. Sus tres hijos van a un colegio británico de Vigo y hablan español mejor que él.
Su padre le enseñó a ser un luchador y a tener corazón de león. Es muy feliz en Vigo pero no se le va de la cabeza la imagen de Kuffour con la camiseta del Bayern de Múnich. Siempre ha soñado con triunfar allí algún día y, ciertamente, viendo el rendimiento reciente de Upamecano, no parece algo descabellado. Eso sí, en Vigo no quieren desprenderse bajo ningún concepto de un central noble como pocos que sólo ha sido expulsado una vez como profesional (2017 con el Genk) por doble amarilla. Su ausencia hoy en la defensa olívica hará la vida más fácil a los delanteros del Madrid.