Paredes ruge sobre la bocina

El campeón de Copa nunca muere. El balón parado a veces sirve a para salir de un atasco mayúsculo. En el tramo final, un saque de falta desde la izquierda perfectamente medido por Berenguer, que conoce muy bien los campos italianos tras su paso por el Torino y estaba feliz en el Olímpico, encontró la cabeza de Núñez entre una nube de jugadores. Este remató como pudo y Paredes, otro central, remachó a la red de forma vigorosa. Suponía en el empate del Athletic en el Olímpico, donde Valverde se quitó la honda amargura que recolectó como azulgrana. Allá donde empezó a cavar su tumba con el Barça en la Champions en 2018. Un año más tarde llegó el remate, ante el Liverpool. Un marco casi divino que quedó pisoteado por el vergonzoso comportamiento de los ultras de Herri Norte, que lanzaron bengalas a la afición romana y pudieron causar una tragedia. A Uriarte le toca ahora acabar con esta gentuza que mancha la gloria de un club envidiado por todo el planeta. Valverde y la plantilla salieron sin titubear a condenar los hechos y los capitanes De Marcos e Iñaki Williams dejaron claro en esa zona visitante que este tipo de actitudes son inadmisibles. Una imagen penosa que dará la vuelta al mundo y ensombreció el regreso al Viejo Continente.

El Athletic equilibró el tanto inicial de Dobvyk. El flamante Pichichi de la pasada Liga acompañó con un sopapo el amanecer del ansiado regreso del Athletic a Europa. Artem hizo la friolera 24 tantos en la competición española, por encima de otras grandes estrellas, y ese fabuloso botín le puso en el escaparate para que los grandes clubes europeos se pusieran a la cola en las oficinas del Girona. Tercer compromiso seguido marcando. La Roma se subió a su ciclópea figura para adelantarse en el estreno del Olímpico y calmar un poco los ánimos, muy encendidos por la crisis institucional. La llegada de Juric al banquillo de la Loba estaba siendo una delicia, pero encontró en el tramo final, sin opción para reaccionar, el vinagre bilbaíno.

Seis años y medio sin salir a Europa es un mundo de olvido. Una invitación a la amnesia. Eso es lo que llevaba el Athletic sin pisar una competición continental y sus ganas eran infinitas, tan intensas como el volcán del Olímpico. Un escenario majestuoso para retomar la línea internacional que tal vez impresionó y atenazó de inicio a los vascos. Como suele decirse, la primera parte abrigó muchos partidos en ese fragmento de encuentro. Algo menos de 20 minutos fueron rojiblancos, el mismo volumen perteneció a los romanos y los cinco finales de nuevo se vieron bajo el gobierno vasco. Tras dos ocasiones, muy livianas, eso sí, de Guruzeta e Iñaki Williams, el rumbó viró.

La Roma no tardó en adueñarse del juego. Dio un paso adelante que dañó a su adversario. Atraía a la presión rival para lanzar los dardos. Los tres centrales jugaban muy sueltos, no tenían la presión de la línea de vanguardia rojiblanca. Mancini empezó a pegar pelotazos, balones largos a Dovbyk, para que se peleara con uno o los dos centrales. Los agobios de los giallorossi a los leones eran ya absolutos, especialmente por la maniobra de Baldanzi y Dybala como mediaspuntas, controlando, con movilidad, tirando paredes y desmarques y lanzando a los carrileros. En la otra parte del campo, en esa misma posición, Unai Gómez no acababa de coger las riendas, de tener las ideas claras. Los leones se protegieron como podían en campo propio.

El ‘nueve’ ucraniano dio un primer aviso en un balón que calibró mal Vivian, ya que de tanto fijarse en el punta, perdió la referencia del esférico. En el cuerpo a cuerpo con el internacional español campeón de Europa, el delantero siempre salía triunfante. A la segunda, en el minuto 32, ya no falló. Un buen centro de Angeliño encontró el exjugador del Girona completamente solo y cabeceó a la red picando en el suelo. La Roma lo tenía claro, si no encontraba a los carriles abiertos, jugaba directo a su punta, para sacar de la presión al Athletic. Al descanso, los números abrumaban: 402 pases había entregado la Loba, por 116 el conjunto de Valverde.

Lo peor que puedes hacer en fútbol es dejar a un equipo italiano que se adelante. Son maestros en sacar chispas a sus ventajas mínimas. Meten el partido en un cofre y olvídate. Dybala estaba tocado y desfiló al descanso. Salió Soulé, otro gran fichaje de los giallorossi. El Athletic es infalible estos dos últimos años: dio un paso al frente y la segunda mitad fue suya. Eso sí, un inoportuno resbalón en el 54′ de Paredes permitió a un veloz Soulé robarle la cartera y enfilar hacia Agirrezabala, que se lució con un paradón. Txingurri reaccionó con cambios urgentes. Puso en liza en primer lugar a Herrera y Nico Williams. La tarjeta de visita inmediata del extremo fue un caracoleo ante Mancini y pase a Guruzeta, que al buscar el remate recibió un pisotón en el área que no fue castigado. Luego probó de mediapunta.

La recolocación de piezas reactivó a los visitantes. Instantes más tarde tomaron protagonismo desde la reserva De Marcos y Berenguer. Pero los pupilos de Valverde encaraban el estreno europeo con más corazón que lucidez, no había claridad en los metros finales, allá donde se rotulan las victorias. Gracias a ese ímpeto, la Roma perdió ese ADN transalpino de acunar un choque en ventaja, no salía de su campo, pero pensaba que sacaría el estreno por agonía. Hasta que el balón parado le negó esa convicción. Vivian tuvo que dejar el campo en los diez minutos finales por una brecha en el pómulo tras un salto en el área rival. Dejó la llave del empate en buenas manos, o, mejor dicho, cabezas, las de sus compañeros centrales Vivian y Paredes. Un punto chulo que afeó muchísimo el bochorno final. Las ovejas negras siempre arrebatando el protagonismo a los verdaderos actores de este juego. ¡Qué asco!

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