Ni frío ni calor bajo la nieve

Ni bien ni mal sino todo lo contrario. El empate de Praga mantiene la ilusión, pero funde unas pocas bombillas en el cada vez más difunto chorro de luz de la esperanza para el playoff. Sin el gol, ese preciado tesoro que está dando la espalda a los leones este año, no hay paraíso. No se puede perdonar en la Champions y el equipo de Valverde es una bendición con sus enemigos. El Slavia se jugaba más y encadenó sus terceras tablas, lo tiene aún más crudo.

Se quedaron a medias, vamos. Primer compromiso con gafas, 0-0 en una cita europea esta campaña. Hay que ver la botella medio llena, se sigue sumando, tienen cuatro puntitos en la saca, con 9 por jugar, y tal vez se pase el corte con 10, quedarían 6. El resultado es malo, resulta insuficiente, pero no nos encontramos ante una hecatombe. No todo está perdido, pero tampoco se atisba nada cercano. Un lío.

Los fuegos artificiales de la fiesta previa, con una violinista en el campo y un ambiente de lo más chulo, tuvieron su continuación con el pitido inicial y las mil revueltas en busca del área contraria. Un minuto y medio tardaron los locales en disparar a puerta, un rematillo de un 9 ciclópeo llamado Chory, que desesperó a todos con sus marrullerías. Los leones salieron bien, puestos, con la idea de igualar la intensidad local y ganando duelos individuales, que hicieron saltar chispas, como los protagonizados por Vivian y Paredes. El mismo Rego no se arrugó ante nadie. Todos se abonaban al juego eléctrico porque los puntos eran muy preciados por dos equipos flacos de ellos.

Pero tras el arrebato inicial, cuando se empezaron a leer los posos del choque, todo se desorganizó y, entre eso y el frío intenso, el fuego quedó extinguido. El Slavia figura con dos atrás, pero Moses es un continuo aventurero como lateral y, al quedar solo dos de cierre, los espacios son infinitos. Berenguer, Guruzeta y Sancet lo leyeron bien en una acción muy clara del mediapunta, que estuvo enrabietado tras la roja del sábado y participativo toda la noche, pero sigue con su extraña miopía ante la meta contraria.

Los locales eran torpes en la salida del juego y los bilbaínos robaban con facilidad. La anarquía no cesaba, con muchos jugadores del Slavia apelotonados por dentro. Este se pasó un rato largo intentando ajustar sus líneas y los renglones del fútbol pasaron a ser muy previsibles y torcidos.

Simón sacaba rápido para buscar transiciones centelleantes, pero la continuidad en el juego brillaba por su ausencia. Con el tiempo, el choque no hacía más que perder gracia. Mucha intendencia y poca serpentina. Garabatos, desorden y espacios que no suelen verse en partidos de este nivel. Un sinfín de pases dislocados y acciones técnicas deficientes. El balón merecía un indulto.

Trpisovsky llevó la velada a diez peleas individuales por todo el campo, provocaba unos contra unos continuamente. Y Valverde trataba de evitar sus desplazamientos en largo, logró mantenerles largo tiempo lejos de la portería de Simón. El árbitro se sumó el tostonazo con la versión más pitona posible. ¿Resumen del primer tiempo? 23 faltas, cinco amarillas y dos disparos a puerta, uno de cada uno. Dos de los tres de arriba de los checos, amonestados, eso da idea de cómo mordían en primera línea.

Podría decirse que Valverde sacó en el descanso esos cargadores de coches eléctricos modernos y se los enchufó a los jugadores, uno por uno, porque saltaron al césped de nuevo plenos de revoluciones, con una triple ocasión clarísima de Navarro, que, raro en él, desaprovechó. Tuvo un balón suelto tras una jugada por la derecha, un contragolpe y un cabezazo. Todas ellas las desbarató un excelso Stanek. El aguanieve empezaba a hacer acto de presencia para aportar una postal de lo más entrañable, aunque el partido dejaba a la gente con sensación de no albergar ni frío ni calor. Tras el momento burbujeante, el Slavia frenó el bólido bilbaíno con faltitas, golpes y cambios.

Valverde empezaba a desesperarse y vio tarjeta por protestar, como su colega Trpisovsky en el primer acto. Estaban desquiciados y se transmitía en sus equipos, perturbados por completo cuando el balón les decía hola. Puso el Txingurri a Nico y Selton para levantar el telón de la fantasía. El juvenil, la última perla de Lezama, se atrevió con una rabona en la frontal del área, aunque el partido pedía ser más chatarrero.

El Slavia no es tan fiero como lo pintaban, más bien parece poca cosa, un bloque muy tosco. Acabó con jugadores grandes, siempre dispuestos a ir al choque. Empezaba a estar chato, desteñido por la ausencia de juego, pero no se fue a la cuneta frente a un Athletic expansivo en vuelo hacia la segunda victoria de la fase liga. Esta no llegó por carecer de contundencia. Se mostró como un equipo con cuajo al que no le falta cesto y que se movió con convicción durante todo el choque, incluso cuando tuvo algún que otro apagón. El empate a cero sabe a muy poco, la calidad no acaba de aparecer. Y aún quedó un buen susto, en el minuto 81, la mejor ocasión local, tras un córner, un remate en boca de gol que ensució Adama cuando Chaloupek cargaba la bayoneta. El Txingurri quitó a Guruzeta y acabó sin delantero, otra vez el recurso del falso nueve. No parece lo más acertado para ganar un partido, pero bueno... El Athletic no ha marcado en 9 de sus 18 partidos en esta temporada. Y no lo ha hecho en 6 de sus 9 compromisos como visitante. No sale de pobre.

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