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El jerarca polaco que bloqueó a su seleccionador

Kamil Glik es el otro gran líder en la Polonia de Lewandowski. Jugó en el extinto Real Madrid C tras crecer en los extertores del comunismo.

Puede ser tentador focalizar el liderazgo de la selección de Polonia en las espaldas de Robert Lewandowski. Y estaríamos contando sólo la mitad del relato. El equipo nacional polaco depende de los goles del delantero del Barça pero también de la testosterona de Kamil Glik para poner un candado en el otro área. Un central que emergió de los últimos estertores del comunismo, pasó fugazmente por el extinto Real Madrid C y muestra un carácter que aglutina a su país. Cuando en diciembre de 2021 estalló la polémica espantada del seleccionador Paulo Sousa, que dejó Polonia para dirigir al Flamengo casi a la francesa, Glik hizo lo que muchos polacos habrían hecho de haber podido: lo consideró una traición y mostró en sus redes cómo había bloqueado el número de ya su exseleccionador. Así se las gasta Kamil.

Quizá para entenderle hay que acudir a sus orígenes. Nació en la Alta Silesia, casi en la República Checa, antes de que el movimiento de Lech Walesa terminase de desvincular a Polonia del influjo comunista mientras los vecinos alemanes echaban abajo el Muro de Berlín y la URSS agonizaba como estructura de poder. Para Glik, la lealtad es casi todo. Se hizo ídolo supremo del Torino y el primer capitán extranjero del Toro por saber entender como nadie la grada. Para él, su equipo es su familia y la camiseta, más piel que su propia epidermis.

Kamil Glik (derecha arriba) posa en 2007 para AS en Valdebebas en una entrevista junto a sus compatriotas Krol y Matuszek.Daniel Sastre/RealMadrid.comDIARIO AS

Por misterios del fútbol, el capitán polaco, hoy en el Benevento italiano, comenzó a rodar su fútbol industrioso y de machote (que diría Luis Fernández) en Alicante. Del fútbol de Tercera División española con el Horadada a La Fábrica madridista. Mediante un agente, apareció en Valdebebas con dos compatriotas más (Lucasz Krol y Szymon Matuszek). Iban al extinto y ahora recuperado Real Madrid. Era enero de 2007 y fue un breve paso. Su punto de ebullición llegó en el Piast Gliwice cuando retornó a Polonia y desde ahí, Italia.

Desde ese momento, Glik pasó a ser poco menos que un tótem para el aficionado polaco. El típico futbolista que sabes que se va a partir hasta el alma en el partido. Lo hizo, partirse muscularmente, en el primer minuto del partido contra Suecia que le dio el pase a este Mundial. Calló, siguió jugando (bregando, mejor dicho) contra viento y marea y sólo una vez pitado el final, desveló a los médicos polacos que estaba roto. De esa magnitud es su compromiso.

Puede que por eso y por su pasado blanco, por el que le preguntaban casi todos los vestuarios por los que pasaba, en Polonia empezaron a llamarle ‘Sergio Ramos’ y con ese sobrenombre se quedó. A Glik no se le recuerda un gol tan decisivo como el del 92′48′' del camero en una final de Champions, pero para muchos polacos gestos como ese bloqueo a Paulo Sousa tienen tanto valor o más.

Porque Polonia sabe que tiene en Lewandowski al depredador más fino de los que hay en Qatar dadas las ausencias de Benzema y Haaland, pero saben que no es suficiente. Glik, que hoy arranca contra México (17:00 horas) de pasar de la fase de grupos podría cruzarse con su admirado Mbappé (jugaron juntos en el Mónaco), sería la kriptonita contra la tortuga ninja del PSG y Les Bleus.

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