Merino es Santillana

Hacía buena noche, Valladolid quería goles y España se los dio. Así que todos felices, especialmente un futbolista, Mikel Merino, que ha dejado los hidratos y solo se alimenta de goles de un tiempo a esta parte. Guiados por ese nuevo Santillana, España ganó a Bulgaria, igualó su récord de 29 partidos oficiales consecutivos invicta y dio un paso más hacia el Mundial. A mediados de noviembre, en Georgia, toca sellar el pase.

La noche fue plácida para tranquilidad de los clubes que nutren de jugadores a la Selección, solo Samu sufrió ciertas molestias que aconsejaron su cambio en el descanso. En Barcelona, por ejemplo, Hansi Flick pudo respirar tranquilo tras unos días de sobresaltos. El alemán es metódico, hay quien lo considera demasiado estricto en su manera de vivir el fútbol, pero la pasada temporada dio muestras de cierta guasa. Por ejemplo, cuando, preguntado sobre el derbi madrileño jugado unas horas antes, llegó a decir: “No lo vi, me fui a dormir y me he enterado esta mañana por WhatsApp”.

Me da que la noche de este martes seguiría, aunque fuera de reojo, lo que daba de sí el España-Bulgaria clasificatorio para el Mundial. Tras las lesiones sufridas por Olmo y Lewandowski en este parón FIFA, la titularidad de Pedri se antojaba un baile por la cornisa. El canario ha formado de inicio en todos los partidos del Barça y de la Selección y sería bueno empezar a revisar su cuentakilómetros pues estamos en una temporada que desemboca en el Mundial. Ojito.

Pero De la Fuente consideró que la presencia de Pedri era vital para enfrentarse a Bulgaria, que llegaba a Valladolid como colista de grupo y sin haber sumado un solo punto tras tres partidos disputados. Aleksandar Dimitrov no está para mucha lírica, así que realizó ocho cambios respecto al once titular que naufragó el pasado sábado en Turquía (6-1). El seleccionador español, por su parte, decidió meter cuatro piezas nuevas: Grimaldo, Laporte, Baena y Samu se unían al ilusionante proyecto de clasificar a España para un nuevo Mundial, la gran fiesta del fútbol a la que no falta desde Alemania 74.

Pero por mucho que los entrenadores barajaran y repartieran nuevas cartas, el partido no fue más que el monólogo previsto. Oyarzabal y Baena disfrutaban de un protagonismo especial en el nuevo guion, eran los encargados de abrir el campo a la vista de la poblada defensa búlgara. Mientras, Samu se frotaba las manos ante el aire que llegaba desde las bandas y los pases filtrados por Pedri, capaz de ver donde nadie ve absolutamente nada.

En el 17′, el azulgrana sirvió medio gol a Samu, quien disparó al muñeco, en este caso Vutsov, y un minuto más tarde fue él solito el que se plantó frente al guardameta del Levski de Sofía para tratar de sorprenderle con una preciosa vaselina. Solo el larguero, que no se casa con nadie, frustró un gol de bandera. Desde la grada, eso sí, premiaron el destello de Pedri coreando su nombre.

Conexión Pedri-Le Normand

A la media hora de juego, España ya había realizado 13 disparos por ninguno de su rival. El balón era suyo (72%-28% en posesión) y la precisión en el pase llegaba al 96%, lo que suena a ciencia ficción por más acostumbrados que estemos a clavar los pases. Pero el marcador del José Zorrilla seguía anclado en el 0-0 ante la incredulidad del aficionado, que horas antes preparaba el bocata pensando en cuántos goles marcaría La Roja para igualar el récord de 29 partidos como invicta. Y tuvo que ser Mikel Merino, ese centrocampista metido a killer, quien abriera la dichosa lata en el minuto 35. Un calco del 1-0 ante Georgia, aunque en esta ocasión la combinación entre Pedri y Le Normand no encontró finalmente a Yeremy Pino sino al jugador del Arsenal.

Fue el principio del fin para una Bulgaria en la que Krastev trató de hilar algún pase y Despodov probó con alguna que otra galopada, pero el 1-0 fue el primer y decisivo empujón a un partido que llevaba escrita en la frente la victoria española. Así fue.

Borja suplió a Samu en el descanso y demostró a las primeras de cambio las muchas ganas que tiene de convencer a De la Fuente. Protagonizó tres remates en los primeros diez minutos, aunque no fue él sino Merino quien firmó el 2-0. De nuevo de cabeza, de nuevo apareciendo donde nadie se lo espera.

El gol en propia puerta de Chernev y el de Oyarzabal de penalti (cometido sobre el incombustible Merino) cerraron el partido. Una victoria sin fuegos artificiales, pero que acerca un poquito más ese Mundial al que tantas ganas le tenemos.

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