DEPORTIVO

“Mucho que decir”, carta abierta de la familia de Arsenio Iglesias

La familia Iglesias Vázquez ha hecho pública una carta sobre la figura de Arsenio Iglesias con una mirada íntima y llena de agradecimientos al cariño recibido.

Era de una generación que recogió una España destruida por la guerra, en la que el objetivo era sobrevivir. Esa generación a la que se le abrieron dos caminos: la emigración o trabajar de sol a sol (sólo de sol a sol porque la electricidad era un lujo que no todos se podían permitir). Esa generación entendió que las cosas hay que ganárselas con esfuerzo y sacrificio y que antes que derechos están las obligaciones. Aunque en el campo de fútbol se guió por el orden y el talento, fuera de él aplicaba más aquel mantra de Bebeto: «Con moito traballo e moita humildade». Nos inculcó que el trabajo y la humildad eran los dos valores fundamentales para ir por la vida.

El día de su despedida del Dépor, dijo desde el balcón de María Pita que siempre estaría disponible para A Coruña y para el Dépor. Era así también en su vida al margen del fútbol: un hombre con una entrega incondicional para su familia y sus allegados. Fue un marido, un padre, un abuelo y un amigo ejemplar que se pasó la vida pensando en qué podía ayudar sin que nadie se lo pidiese. Hasta que enfermó, no hubo mes en que no se acercase a las casas de sus hijos con patatas y un molete, porque entendía que lo básico estaba cubierto si en un hogar había esos dos alimentos. Era la estoica mentalidad de hombre que recordaba que, siendo niño, su regalo de Reyes era una naranja «fría como o demo» que le dejaban en el alféizar de la ventana de casa. Fue ahí, en Arteixo, donde empezó todo. Nunca lo olvidó y siempre tuvo presente sus orígenes. Era «un rapaz de aldea», de ese Arteixo que lo hizo hijo predilecto, le dedicó una calle y tras su fallecimiento ha decretado tres días de luto oficial.

Era frugal. Muchos interpretaban por ello –nosotros mismos cuando éramos jóvenes– que se trataba de un hombre un tanto tacaño. Ahora sé que no lo entendíamos. Simplemente lo que ocurría es que despreciaba lo material. Para ser feliz, no necesitaba vestir a la última, conducir un coche de alta gama, ir de vacaciones a lugares exóticos o cenar en restaurantes con estrella Michelin. Para él, el único valor del dinero residía en que pudiésemos tener la mejor educación posible y en que ni uno solo de sus familiares o amigos pasasen necesidades. Su felicidad máxima era estar con los suyos. Sus vacaciones perfectas consistían en algo tan común –y la vez tan extraordinario– como bañarse en Barrañán las mañanas de verano y después echar la siesta en su cama.

No se puede entender a nuestro padre sin nuestra madre, Carmen. Ella es una persona muy sociable, habladora, dulce y muy valiente. Tiene mejor carácter que nuestro padre, pero comparte con él su obsesión por el esfuerzo y el servicio a su familia. Siempre ha sacrificado su bienestar personal para beneficio de los demás. Eran inseparables y la mejor pareja del mundo: no hay Arsenio sin maíña. Otra persona crucial en su vida fue Antonio Vázquez Mouzo, un abogado de Carballo que se convirtió en su segundo padre desde aquel día en que lo recogió en su coche cuando él iba andando de Coruña a Arteixo.

Jesus Sancho (Sanchofoto)DIARIO AS

Era una persona tímida que nunca entendió el tremendo impacto que tenía en las vidas ajenas. Él actuaba y hablaba siempre como lo sentía, acertado o desacertado, pero siempre desde el corazón. No había relatos enlatados o políticamente correctos. Era lo que era: siempre auténtico, para bien y para mal. Su timidez le hacía sentirse incómodo en los muchos actos institucionales en los que recibió reconocimientos: «No hice nada para merecer tanto», repetía. La despedida que ha tenido habría ruborizado a nuestro padre, pues estuvo muy lejos de ser el acto sencillo que con toda seguridad él habría querido, pero también entendimos que no podríamos privar a sus paisanos y al deportivismo, y en general al fútbol español, de que manifestase todo el amor y respeto que sentía por él.

Lo más bonito es que ese reconocimiento lo recibió a diario, y durante muchos años, por parte de «esas gentes de la calle» que él veía «todos los días, los lunes, los martes…». Lo paraban tanto adultos como niños: le pedían fotos y autógrafos, le felicitaban por aquel título o por aquellos ascensos. Le daban cariño y abrazos. Aún estando entrenados en todo esto, lo que hemos vivido estos días ha sido abrumador para nosotros. Las inmensas muestras de cariño y reconocimiento recibidas han sobrepasado lo imaginable.

Queremos agradecer al Dépor que se encargase de organizar un funeral con tanto amor y profesionalidad sin apenas tiempo. Nuestro reconocimiento a Antonio Couceiro y a sus consejeros. Gracias a Ignacio, Gonzalo, Iván, Santiago, Gabi y a todos los empleados del Club que se han desvivido y deslomado para que este homenaje fuese perfecto.

También queremos agradecer el cariño a todos los exjugadores, exayudantes, expresidentes y exdirectivos que coincidieron con nuestro padre y se acordaron de él en este último momento.

Gracias a todos los equipos en los que militó y que, de una manera u otra, hicieron todo lo posible por estar presentes en la capilla ardiente. Una mención especial al director de relaciones institucionales del Real Madrid, Emilio Butragueño, que abandonó sus obligaciones en la final de Copa para venir a rendir homenaje a nuestro padre y nos puso en contacto con el presidente Florentino Pérez, quien transmitió sus condolencias por teléfono. Nuestro agradecimiento inmenso al Celta de Vigo, cuya numerosa representación, del máximo nivel institucional, llegó a Riazor incluso antes que nosotros, los familiares, y disculpó la ausencia del presidente Carlos Mouriño, que se encontraba en México apenado por no poder estar en Riazor. Va nuestra gratitud también para los clubes que guardaron minutos de silencio en sus campos.

Gracias a todos –particulares y empresas– los que mandaron coronas y condolencias al Club.

Jesus Sancho (Sanchofoto)Diario as

La alcaldesa de A Coruña puso desde el primer minuto puso a disposición de la familia el Concello para todo lo que necesitásemos. Inés: gracias a tu ayuda conseguimos que la capilla ardiente pudiese realizarse en el sitio más adecuado, el estadio municipal de Riazor. Tampoco podemos olvidar que la corporación municipal coruñesa aprobó en su día por unanimidad un triple tributo a nuestro padre: concederle una calle, dar su nombre a la ciudad deportiva y nombrarlo hijo adoptivo, lo que se hizo efectivo en un precioso acto celebrado en 2020 en el Palacio Municipal de María Pita. También queremos resaltar el cariño del alcalde de Arteixo, Carlos Calvelo: puso a nuestro servicio los medios del Concello, como ha hecho siempre. Por supuesto, el cariño y la presencia del vicepresidente de la Xunta, Diego Calvo.

Gracias a ese colectivo en el que nuestro padre hizo tantos buenos amigos: los medios de comunicación. Ha sido extraordinario el esfuerzo que habéis hecho para contar esta despedida. Hemos sentido vuestro amor y vuestro respeto.

Para nuestra desgracia, no hemos heredado las habilidades futbolísticas de nuestro padre. Tampoco su carisma ni su inteligencia, pero sí hemos heredado de él la valentía para decir lo que pensamos. Por ello creemos que es de justicia agradecer a Tino Fernández y a su consejo el comportamiento que tuvieron con nuestro padre. Después de muchos años, ellos le reabrieron las puertas del Dépor y de Riazor. Jamás olvidaremos el maravilloso homenaje que se hizo en 2016, cuando ya estaba enfermo de párkinson. Gracias, Tino.

Y, por encima de todo, gracias a la gente. Al pie de esta carta tendría que figurar el nombre y el apellido de cada uno de vosotros, el de las miles de personas que hicisteis cola, bajo la lluvia o el sol, de noche y de día. Pero no es posible: entre otras razones, porque en la mayoría de los casos los desconocemos. Pero sí que sabemos que sentíais que él era también un poco vuestro abuelo, vuestro padre o vuestro hermano mayor. Sabemos que llorasteis junto a nosotros porque con nuestro padre se va también un pedazo de vuestra vida, muchos momentos, buenos y no tan buenos, pero en todo caso inolvidables. Os vimos pasar con bebés en brazos o en carritos. Os vimos, niños y niñas, madres y padres, jóvenes y ancianos, «nenos descamisados» y señores encorbatados. En vuestros ojos vimos que muchos ya veníais llorados de casa. Ante aquel sentido desfile, pensamos que quizá papá estaba equivocado y posiblemente sí habría hecho algo bueno. Para nosotros era un referente moral; que lo sea también para todos vosotros nos conmueve en lo más hondo.

MONCHO FUENTESDIARIO AS

Siempre recordaremos la salida del féretro de Riazor, envuelto en la bandera de los «nenos descamisados». Cientos de personas aplaudiendo y coreando el nombre de nuestro padre. Nuestra madre, la más tranquila de todos, repetía: «¡A que liou paíño!». Es algo que recordaremos toda la vida. Qué orgullo de padre. Qué orgullo de afición.

Como colofón sucedió algo propio de un guion de cine, como aquel incendio que quemó el meigallo. Llegamos al cementerio de Arteixo con día despejado y, en el momento de abrir el nicho, comenzó a caer un auténtico diluvio, que continuó con una intensidad brutal hasta el momento en que se cerró. En ese instante salió el sol… Hubo quien dijo que eran lágrimas de San Pedro, pero los deportivistas sabemos que en realidad se trató de un guiño del Cielo en recuerdo de aquella final contra el Valencia.

Nuestro padre decía que la derrota era más humana que la victoria y que él perdió muchas veces. Eso lo hizo ser prudente. No es el entrenador del Dépor que más ganó, pero seguramente sí el más querido: ese es su gran triunfo. El amor que sale del corazón de la gente de a pie. De vosotros. Eso no se compra y es el mejor título del mundo.

No es perdedor el que pierde, sino el que se rinde y deja de intentarlo. Es importante tener presente este mensaje ahora que el Dépor atraviesa un período más difícil incluso que aquellos que vivió él. Estemos donde estemos, ganemos –como lo hicimos aquel día inolvidable en el Bernabéu– o perdamos –como la noche en que fuimos a fallar un penalti cuando ya no quedaba tiempo ni para respirar–, siempre hemos de seguir intentándolo. Todos juntos, como un equipo, como el gran Club que somos, tal y como acabamos de demostrar otra vez en la hora de la despedida de Arsenio Iglesias Pardo.

Gracias infinitas. Forza Dépor para la eternidad.

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