Lucas Pérez devuelve al Deportivo a Segunda

Cuatro años después el Deportivo vuelve a pisar el fútbol profesional. 1.757 eternos días de penitencia que parecían no tener fin. Un largo camino lleno de disgustos que hoy son una difusa nebulosa por la imparable alegría de un equipo y una afición que se ha ganado a pulso el retorno a Segunda. Una explosión de júbilo que revela lo lejos que se encontraba este equipo del lugar que se merece. Lo vivido en Riazor fue apoteósico, pero no se quedó ahí porque no fue solo la fiesta de los 31.833 que abarrotaron el estadio, lo fue de toda una ciudad, comarca y más allá. Fue el epílogo a una afición que, a cada nuevo golpe, en lugar de desertar, multiplicaba sus cabezas como una hidra.

Premio a un sentimiento y a un equipo que de la mano de Idiakez pasó del infierno de la primera vuelta a una segunda de época. Una racha enorme a la que le faltaba la guinda y esa no era otra que derrotar al Barça Atlètic. Un premio para los Villares, Pablo Vázquez, Mella, José Ángel… y en especial para un Lucas Pérez que renunció al becerro de oro para sacar del barro al Depor de su vida y convertirse en el ídolo de todo niño que sueña en blanquiazul. Y lo fue de tal manera que marcó el gol del ascenso. El tanto de la gloria. El gol que cerraba un círculo perfecto para una de esas historias que hacen más grande, mucho más grande, el fútbol.

Para llegar al destino antes había que jugar un partido ante un Barça Atlètic que era el único escollo que quedaba por superar para tocar el cielo. Para afrontarlo, Idiakez dispuso su once de gala, que salió al campo al ritmo del ambientazo de Riazor asfixiando al Barça con su presión adelantada y amenazando a Astralaga desde el inicio. Diez minutos de ebullición que lograron frenar los blaugranas para empezar a meterse en el partido desde el balón. Frenético ritmo, pero con los de Márquez comenzando a dominar y buscar las espaldas de los centrales blanquiazules.

En el minuto 23 encontró ese espacio Marc Guiu, que se plantó solo ante un Germán que salvó la ocasión con una gran mano. Vuelco en el domino, que se movía ya a ritmo culé con los Idiakez persiguiendo sombras. Sufrimiento del Depor en el juego en corto y de toque del Barça, sin conseguir hacer daño cuando tenía opción desde la estrategia. Sufrimiento cuando lo hacían en largo, con un Germán providencial en ‘su función’ de líbero. Sufrimiento cuya mejor noticia, después de un buen arranque, fue llegar al descanso para pasar por el rincón de pensar en busca de soluciones.

La primera respuesta llegó a los 30 segundos del segundo tiempo, en el que Lucas Pérez se coló por la izquierda para rematar escorado y rozar un gol que evitó Astralaga. Acto seguido Yeremay casi encuentra al ‘7′ en un gran balón en profundidad. Ataques en corto y en largo, a lo que respondía el Barça con peligro para mirarse a la cara dos equipos decididos a ir a por un todo o nada. La siguiente gran ocasión llegó en una falta en la frontal en el punto exacto que la pediría la zurda de Lucas Pérez. Y claro, para eso había vuelto a A Coruña el de Monelos, para marcar diferencias. Para sorprender a Astralaga en su palo con un disparo solo al alcance de los elegidos que hizo estallar de júbilo a Riazor.

El gol, lógicamente, aceleró el partido para el filial culé, lo que a la vez abría espacios para el Deportivo. Así, Mella se plantó en la frontal después de ir tumbando rivales, pero su disparo se marchó por muy poco fuera. Como un cambio de guion, los coruñeses encontraban la portería a través del juego y el Barça Atlètic, mucho más incómodo y atascado, tenía que recurrir a la estrategia para amenazar. Con una intensidad absoluta y los depósitos de gasolina muy justos, se entró en los últimos diez minutos frenéticos con los blaugranas en busca de vida y los locales, de una sentencia que rozó Davo, el héroe en el Johan Cruyff. De ahí hasta el final, sufrimiento, sudor, pero en esta ocasión sin lágrimas. En esta ocasión con un ascenso tan sufrido como merecido.

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