Los ‘sietes’ al rescate
Gonzalo empata un duelo que se puso cuesta abajo para el Castilla en el primer tiempo. Lo cambios de Raúl en el descanso, claves.
Un empate cocinado por dos sietes, Gonzalo y Raúl. El técnico supo mover el árbol y revitalizar a los suyos cuando el duelo venía con el gesto torcido. Por el contexto (overbooking en la enfermería) y por un primer tiempo fatídico, donde un regalo de Fran y Chema pudo terminar en disgusto. La entrada de Yáñez y Zúñiga puso el Fernando Torres cuesta abajo y ahí apareció Gonzalo, siempre Gonzalo. Una mañana más. Puntual a su cita. En esta ocasión desde los once metros. Salvador. Octavo gol, séptimo en las últimas cinco jornadas. Pichichi de Primera RFEF. Con todo cuesta abajo, el Castilla no supo dar la dentellada final. Aunque la tuvo. En un partido de entreguerras, el mérito es doble.
Todo comenzó con una alineación complicada y sencilla al mismo tiempo para el Castilla. No tenía mucho más Raúl y salía con todo lo que tenía. Con alguna bala en la recámara. Por lo deportivo y lo legal. Porque la normativa obliga a siete jugadores con ficha del Castilla sobre el campo en todo momento. El Siete colocó a ocho de inicio, con Zúñiga y un Loren Aguado entre alfileres como botones de emergencia. El resto, ‘ascensos’ del Madrid C y el Juvenil A. La tónica habitual por el aluvión de bajas, pero llevada al extremo. Al filo de la navaja.
Como cerca estuvo el capitán general castillista, por brazalete e importancia, de abrir la lata. Un centro medido de David Jiménez, con un guante en el pie derecho, encontró la testa de Gonzalo. El octavo tanto del killer ya se olfateó ahí, pero Lucas Díaz voló y sacó una manopla felina. Poco después cruzaba en exceso Víctor Muñoz un escarceo en el área. Dominaba el Castilla, manejaba la posesión, pero fue el Manu Garrido el que soltó el primer zarpazo. Aprovechó un balón sin dueño en la frontal para acomodarse y enjaular un derechazo que pilló a contrapié a Fran González y al filial blanco. El Fuenla tenía clara la receta, esperar para morder. Consciente que el peligro era aparecer y llegar, no estar. Un plan estudiado al milímetro por Diego Nogales, otrora segundo de Raúl. Alumno y maestro, frente a frente.
Un tanto que potenciaba dinámicas. El Castilla sumaba puntos de posesión, pero no ocasiones. Mucho tiqui, pero de repente llegó el taca. La fortuna, casi siempre esquiva, le guiñó un ojo a los blancos. En ese manejo perenne en tres cuartos, Víctor colgó un balón al área con la zurda. Buscaba a Gonzalo, pero encontró la coronilla de Marcos Mauro. Vaselina imposible para Lucas Díaz. Autogol. Aunque no alivio. No tuvo tiempo el equipo blanco de digerir la alegría. Porque instantes después, error grosero. Entre Fran González y Chema Andrés erraron en salida de balón y Cedric, solo en el área, aceptó el obsequio. A la red. El Fuenla pescó el gol al revolverse el río y congeló a un Castilla que no pecó en fútbol, sí en madurez. Y el que regala, paga.
La pizarra de Raúl
Raúl añadió madera tras el refrigerio. Yáñez y Zúñiga, extremo y ariete, al campo. En en banquillo se quedaban David Ruiz y De Llanos, lateral izquierdo y centrocampista. Con las caras nuevas subían los bríos visitantes y bajaban las revoluciones locales. Una marcha más, una marcha menos. El primer aviso lo cocinaron los recién llegados, con centro de Yáñez al que no llegaba, por centímetros, Zúñiga. Pero sí recibía de Víctor Muñoz unos minutos después en el área y era derribado por Alba. No dudaba Palomares Gutiérrez, tampoco Gonzalo. Mismo ritual que su ídolo Cristiano. Pasos firmes atrás, resoplido, carrera corta y empate. Casi lo saca Lucas Díaz con la pierna, pero el 7 celebró su octavo. Puntual a su cita con el gol. Sólo la enorme competencia arriba le cierra la puerta con los mayores.
“¡Más, más, más!”, gritaba Raúl desde la banda. Porque veía que la balanza se teñía de blanco. Trataba de despertar un Fuenlabrada grogui, pero el Fernando Torres se ponía cuesta abajo para el Castilla. Chema cabeceaba en el área pequeña, Yáñez demostraba por qué es cada vez más castillista y menos juvenil con una diagonal marca de la casa que terminó a centímetros de la madera, Gonzalo encañonaba a Lucas Díaz y le obligaba sacar manopla de acero... Se asfixiaba el Fuenla. Y Zúñiga no embocaba, sin marca, un balón que sólo necesitaba un soplido para convertirse en gol. Ahí se apagó el duelo, con un Castilla que Raúl revitalizó en el descanso y que mereció tres y no uno. No sirve para escapar del descenso, sí para sonreírle al horizonte.
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