Los dos sabían que empatar era menos malo que perder

El Cuco Ziganda tiene claro que con los 40 puntos con los que llegó a Santander no le va a dar para llegar al playoff y que la marea le va a asegurar la permanencia. Que le será suficiente al Huesca con no equivocarse. Y eso hizo en Santander. Dar el balón al Racing, juntar a sus futbolistas en tres líneas y tener paciencia. Al Racing le cuesta contraprogramar eso, más en un día en el que estuvieron especialmente imprecisos en todos los controles y en cada uno de los pases. Se adelantó sin merecerlo con un penalti riguroso, un agarrón de área de los que muchos van al limbo, y regaló el empate en una absurde cesión atrás de Íñigo a Rubén Alves, que este no supo despejar y aprovechó Kante. En las áreas, poco más.

El partido empezó con la sorpresa del cambio de sistema ordenado por Ziganda en el Huesca. Pese al 3-0 de la semana pasada al Levante, el navarro decidió apostar por tres centrales y juntar sus tres líneas, 5-4-1, en apenas 30 metros con la intención de corocircuitar las líneas de pase en torno a Pombo y a Íñigo Vicente, que son los que arman todo el juego ofensvo local. Le salió bien. De hecho, durante todo el primer tiempo el partido fue mucho más lo que quiso el Huesca que lo que pretendió el Racing, fallón en el pase y tembloroso en el corte, necesitado siempre de ayudas para recuperar balones (inconmensurable en esa faceta Aritz Aldasoro). Así marchaba el duelo, con la parroquia local inquieta, cuando en una acción aislada, un agarrón sobre Baturina que creyó ver Gálvez Rascón, y le confirmó el VAR, llegó el penalti que permitió a Pombo adelantar a los locales. Sin merecerlo.

Tras unos minutos para recomponer el ánimo tras el gol, los oscenses volvieron a estar más cómodos en el campo que los locales, que parecían esperar una contra para sentenciar el partido. Difícil, teniendo en cuenta las constantes imprecisiones en el pase. Los de El Alcoraz, mejor sobre el césped, no acababan, sin embargo, de crear peligro, si obviamos un cabezazo que acabó en el fondo de las mallas racinguistas, pero que el árbitro había anulado al señalar previamente falta en ataque de Jorge Pulido. En el último minuto del primer tiempo un error incomprensible de Íñigo y Rubén Alves a la hora de sacar del área un balón que tenían controlado, acabó regalando el cuero a Kanté, lo que el gambiano aprovechó para soltar un tremendo zurdazo desde el pico del área chica que Parera no pudo detener. 1-1 al descanso. No era justo que el Racing se fuera ganando al vestuario, la verdad.

La segunda mitad fue decepcionante. Tal vez el adelanto de lo que espera en estas últimas jornadas con tanto en juego. Racing y Huesca tenían más miedo a perder el punto que ansía por ganar el partido. Hubo nervios, imprecisiones, mucha brega y poco riesgo, Y ninguna ocasión de gol. Si en la primera parte se jugó más a lo que quiso el Cuco Ziganda, en la segunda apenas se jugó.

Ni siquiera en los últimos minutos, con el apoyo de la grada, fue capaz el Racing de quemar las naves. Algún centro lateral de Dani Fernández y de Saúl, todos malísimos y pare usted de contar. Tampoco el cuadro aragonés tuvo entereza de ánimo para irse a por el partido. Con la ventaja que llevan a los de abajo, que ninguno ganó este fin de semana, ambos equipos deben suponer que punto a punto les da para cubrir el objetivo: la permanencia. Ambos han dejado escapar una buena oportunidad de dar un acelerón hacia arriba, pero han sumado un punto. Menos da una piedra, deben pensar.