Lamine alegra el viaje

España nos ha malacostumbrado de un tiempo a esta parte, está visto. Hace fácil lo difícil y resuelve de manera cómoda partidos ante rivales que, pese a la manifiesta inferioridad que delata el ranking FIFA, se le atragantan a más de uno. Así sucedió en Sofía, donde la Selección solventó con un 0-3 el primero de los compromisos que deben llevarle al Mundial que aguarda el próximo verano en Canadá, México y Estados Unidos. Lamine brilló desde la banda derecha, mientras que Oyarzabal, Cucurella y Merino pusieron letra de gol a una música que sigue sonando a gloria desde que Luis de la Fuente se puso al frente del equipo.

Nos reencontrábamos con La Roja, a la que no veíamos desde la final de la Nations League disputada el 8 de junio en el Allianz Arena de Múnich. Entonces pintaron bastos, pues el título se lo llevó Portugal en la tanda de penaltis tras el 2-2 de los 120 minutos de duelo entre dos de las selecciones que mejor visten el fútbol hoy día. La fase de clasificación se antoja cómoda, aunque en el fútbol eso siempre hay que decirlo con la boca pequeña, hablamos de un grupo de cuatro con Turquía, Georgia y Bulgaria como rivales, más o menos en orden decreciente de peligro. Además, España disfruta del comodín de tener la repesca asegurada al haber sido uno de los cuatro líderes de grupo en la última edición de la Nations League.

Pero dejemos los cálculos para más adelante, Sofía y Bulgaria eran lo único que tenían en mente los de De la Fuente. Uno no recibe todos los días al campeón de Europa, así que era lógico el lleno en el estadio Vasil Levski, más aún si lo que estaba sobre la mesa era el primer partido de España en tierras búlgaras en toda su historia. La declaración de intenciones de Ilian Iliev, seleccionador local, era clara, pero una cosa es lo que uno suelta ante un micrófono y otra bien distinta lo que luego dicta el césped. “No hay una idea de marcar a Lamine. Hay diez muy buenos. La idea es controlar a España, no solo a Lamine”, anunció.

Ataques por la banda de Lamine

Pero desde el primer bote del balón se vio que el juego ofensivo de España se vencía hacia el costado derecho y que Nurnberger y Tsenov tenían que turnarse para frenar a la joya del Barça. Sin embargo, no erraba Iliev en eso de que los diez restantes también son muy buenos y bastaron cinco minutos para demostrarlo con una conexión txuri-urdin Zubimendi-Oyarzabal (por más que el primero juegue ahora en el Arsenal) que rompió el posible fuera de juego a la velocidad de la luz. Pase filtrado de Martín, control y remate de Mikel con una pasmosa facilidad. En resumen, 0-1 cuando el partido no había hecho sino despertar.

Fue el modo de ganar inercia, de propiciar que los internacionales españoles se sintieran cómodos, con Huijsen sobrado a la hora de cambiar el juego, con Zubimendi, Pedri y Merino como dueños del balón, un dominio absoluto que solo se vio amenazado por un remate de Kirilov que rechazó el poste. El delantero del Levski era el único que inquietaba a la defensa española, mientras que el mayor talento búlgaro, Despodov, descansaba en el banquillo y Kolev ejercía de nueve, ardua tarea para quien milita en la Segunda División china.

Se sucedían las aperturas a las bandas, los ataques españoles, y en uno de ellos descubrimos que la zurda de Cucurella también esconde dinamita para rematar a puerta. Aprovechó un rechace de la defensa rival para clavar su trallazo en la escuadra izquierda de la portería defendida por Vutsov. Se trataba del primer gol del lateral del Chelsea en 18 partidos con la Selección, era también el 0-2 que acostumbra a ser la llave que abre la puerta de todas las victorias.

Bulgaria desistió de salir jugando el balón desde atrás quizá pensando que ese era el camino más arriesgado para encajar una goleada de aúpa. Un modo de suicidio. Pero costaba tanto sacar la pelota jugada como mantenerla lejos de la propia portería, porque el 77% de posesión de La Roja era un losa demasiado pesada. En el quinto córner que botó España llegó el 0-3, con centro de Lamine y cabezazo de Merino. Tres tantos que se iniciaron por esa banda derecha que parece tener un dueño llamado Lamine. Inapelable. Un golpe que terminó por helar el ambiente de fiesta con el que había comenzado la noche en el Vasil Levski.

La segunda parte sobró, así, llanamente. Porque los tres puntos eran sí o sí de España y Bulgaria cerraba aún más su bloque defensivo para evitar una goleada mayor. Así que lo mejor que pudo hacer De la Fuente es dar una alegría a la afición con la vuelta de Carvajal y Rodrigo, quienes no vestían la camiseta de La Roja desde septiembre del año pasado. Esos regresos y el debut de Jesús Rodríguez fueron el mejor epílogo a la primera escala de un viaje que no debe tener otro destino que el del Mundial 2026.

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