Jauregizar baja al barro para ir a octavos

El Athletic necesitó el año pasado ante la UD Logroñés de una tanda de penaltis, con Agirrezabala con capa de héroe, es decir, se involucró en el drama de la muerte súbita, para iniciar su senda en esa Copa del Rey que tanto ilusiona en Bilbao y que ha sido una fuente de alegrías en los últimos tiempos, por la bendita costumbre de pasar fases e incluso de haberla ganado en 2024. Entrar en la Supercopa facilita el privilegio de evitar rondas y acceder a los rivales más modestos en el torneo del KO. Algunos de estos van sobreviviendo.

Es el caso del Ourense, el matagigantes, que se había cargado a Oviedo y Girona, el ganador de la Copa Federación. O Couto es un verdadero patatal por la actividad con dos equipos, el UD y CF, y la Copa Federación. Amparado el cuadro de Llácer en ese feudo y una pertinaz lluvia que no abandonó el juego durante todo el choque, los leones tuvieron que trabajarse el pase con sudor. Y con un tiempo suplementario de 30 minutos, una prórroga que llenó de incertidumbre a una cita en la que el representante de Primera Federación tuvo una actuación muy digna. Jauregizar rescató al equipo, lo sacó del barro. El salvador, una garantía absoluta, una enorme liberación para un equipo que se veía tan torpe en aquella especie de lodazal. El que mejor entendió lo que había que hacer. Llamaron a los titulares para la salvación y acudieron raudos.

Valverde puso a Izeta de extremo izquierdo, por Nico, y lo hizo bien, estuvo muy participativo. Además, tuvo que emplear al 10, aunque no era lo recomendable por estado del césped. Difícilmente entraba en el guion pero hubo que echar mano de esa carta. Y forzó con Paredes, el único central apto el lunes en Liga ante el Espanyol, porque había que dar descanso a Adama en el minuto 90. Hasta el 107 no hubo manera de quebrar la resistencia de los locales, cuando muchos ya pensaban en la lotería de los penaltis.

El campo estaba impracticable, era enemigo de las filigranas, había que leer muy bien la partitura que proponía. Por ejemplo, exprimir la estrategia en el balón parado. Así fue como llegó el billete para octavos. Una falta que lanzó Berenguer y que cabeceó en la zona del segundo palo Paredes. Centró a Jauregizar, que en la frontal del área la pegó de primeras, como exigía la situación, y metió un golazo. Respiró Valverde y toda su tropa. Había sido una tarde tormentosa, un quebradero de cabeza, aunque no sufrieron mucho, pero a la vista de todos los Primeras a los que les ha venido la vista en esta ronda, el alivio es considerable. Que le pregunten a Marcelino y su Villarreal bipolar de qué va esto. Los de Champions tienen muchos privilegios en la Copa, tan protestados por muchos, pero eso no quiere decir que no les asalten equipos de estos que se toman la cita como el día más importante del año, o de sus vidas.

En efecto, estos partidos trampa son moneda común con el actual formato copero. Es bajar al barro, nunca mejor dicho, a la mina, al denominado fútbol de bronce, de taco largo como avisaba la familia Vivián, como uno de esos resúmenes de hace un siglo. Y también es de tragar sapos hasta en el palco, compartiendo espacio con el alcalde Jácome, ese que ha pisoteado estos días la centenaria filosofía del Athletic. El Athletic ya sabía a lo que se exponía. Un choque cerrado, de mucha pelea, en el que lo de menos era el método: lo principal, pasar. Consiguió montar una buena defensa, tener lejos de su portería al rival, que no le atacase a la espalda de la zaga. Y apenas le llegaron. No protagonizó ningún error considerable, estuvo sólido. Se comportaron con una concentración plena, con las vigilancias bien sintonizadas. Costó como un parto, pero lo contrario habría sorprendido. El equipo de Valverde lo intentó de todas las maneras. Le costó coger la lectura del choque, pero a partir del minuto 20, fue el que más llegó, con centros y disparos, aunque sin ocasiones muy claras. Un testarazo de Guruzeta y un tiro de Nico que desvió Alberto Sánchez eran preámbulo casi seguro del gol, pero éste era esquivo.

El sufrimiento viene de serie en esta competición, no hay más que ver cómo las han pasado Madrid y Atlético de canutas. Los leones probaron por barro, mar y aire. Se pusieron el mono de trabajo, solo dejaron acercamientos peligrosos al comienzo, con faltas y saques de esquina, no más allá de eso. Eran minutos de mucho trabajo, sin fluidez. Berenguer y Sancet también tuvieron la suya, pero no había forma de descomponer al cuadro gallego, que mantenía su estructura defensiva. En el 117 pudieron poner la puntilla, a la desesperada, con una doble acción, de Guruzeta y el rechace de Berenguer, al que se le marchó alto. El correoso Ourense trató de acabar un día que podía ser para la épica a la desesperada, pero no tenía ya piernas para una nueva gesta. Olé por ellos, de todos modos. Gran honor.

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