Brasil
La trágica historia del Maracanazo: “Llevo 45 años pagando por un delito que no cometí”
El 16 de julio de 1950, Brasil vivió la mayor tragedia deportiva de su historia y fue señalado como culpable Barbosa, “el hombre que murió dos veces”.
Perseguido por 200.000 brasileños y sin que el zaguero Bigode pudiera darle alcance, Alcides Ghiggia se plantó ante Moacir Barbosa, al que batió con un disparo raso y bien pegado al poste, cuando el portero se esperaba un centro. Con ese gol arruinó la vida del arquero e hizo llorar a todo un país. Ese 16 de julio de 1950 Uruguay levantó la copa Jules Rimet y nació el Maracanazo.
El Estadio de Maracaná, bautizado en su inauguración en 1950 como Municipal y renombrado en 1964 como Estadio Periodista Mário Filho, se construyó para celebrar la gloria de un Brasil campeón del mundo, pero pasó a la historia del fútbol por la mayor sorpresa vivida en este deporte. “La peor tragedia de la historia de Brasil”, publicó un medio local para tratar de describir el golpe que supuso aquella derrota.
Todo estaba preparado para celebrar el primer título mundial de Brasil. Con pancartas en Maracaná saludando a los futuros campeones, camisetas conmemorativas, con una gran fiesta organizada en Río para celebrar el triunfo y con los principales periódicos de la ciudad con las portadas de los campeones listas para imprimir. Solo faltaba un trámite, el partido que Brasil afrontó como favorito incuestionable.
Ese Brasil-Uruguay cerró el Mundial de 1950, que no tuvo final y decidió el campeón en una liguilla junto a España y Suecia. Friaça adelantó a Brasil y Uruguay respondió con el empate de Juan Alberto Schiaffino después de una maniobra genial de Ghiggia, autor después del gol decisivo. “Cuando marcamos ese gol me di cuenta de que no nos podían ganar, porque el estadio se quedó frío, en un silencio enorme. Y los mismos jugadores de Brasil estaban fríos, sin esa capacidad de reacción que debe tener un equipo que va perdiendo”, rememoró Ghiggia en 2015 en la BBC.
Para tratar de justificar esa derrota imposible, que ningún brasileño se había imaginado, la afición señaló a un culpable, Barbosa. El escritor mexicano Juan Villoro lo definió como “el hombre que murió dos veces”. La primera ese 16 de julio de 1950, la segunda, el 7 de abril de 2000, cuando falleció en la pobreza más absoluta y sin poder desprenderse del estigma de culpabilidad por esa derrota. “La pena más alta en mi país por cometer un crimen es de 30 años. Yo llevo 45 pagando por un delito que no cometí”, dijo Barbosa décadas después de consumarse el Maracanazo.
“Llegué a tocarla y creí que la había desviado al córner, pero escuché el silencio del estadio y me tuve que armar de valor para mirar hacia atrás. Cuando me di cuenta de que la pelota estaba dentro de la portería, un frío paralizante recorrió todo mi cuerpo y sentí de inmediato la mirada de todo el estadio sobre mí”, recordó Barbosa, que pasó de la admiración al desprecio por parte de una afición que nunca le perdonó haber encajado esos dos goles.
En 1994, Barbosa quiso visitar a la selección de Brasil que preparaba el Mundial de Estados Unidos, que terminó ganando. No le dejaron entrar en la concentración. “Ese hombre trae mala suerte”, adujeron para justificar esa decisión.
La tragedia que supuso para el país la derrota contra Uruguay la resumió Mário Filho, el periodista que da nombre a Maracaná: “La ciudad cerró sus ventanas, se sumergió en el luto. Era como si cada brasileño hubiera perdido al ser más querido. Peor que eso, como si cada brasileño hubiera perdido el honor y la dignidad”.
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