MUNDIAL | AUSTRALIA

Arnold, el premio a la paciencia

La meta australiana, MVP ante Francia, acudió a los dos Mundiales anteriores
y volvió a casa sin jugar un solo minuto. Ahora es fundamental.

JONO SEARLEEFE

La vida de Mackenzie Arnold (Gold Cost, 1994) ha dado un vuelco en el último año. La portera se convirtió en la heroína de Australia en los cuartos de final frente a Francia. Su actuación durante los 120 minutos fue sobresaliente, pero sus tres paradas en la tanda de penaltis fueron determinantes para que Las Matildas lograsen por primera vez en su historia el pase a semifinales de un Mundial. Sin embargo, su escalada hasta la cima no ha sido nada fácil.

Arnold no quería ser portera. En sus inicios era defensa central y su entrenador la pidió ponerse bajo los palos. Se negó. Años después la volvieron a pedir que se colocase de guardameta. En esta ocasión aceptó y empezó una nueva carrera para ella. Macca, como la conocen sus amigos, destacó en la W-League antes de dar el salto a Europa. Fue en 2018 cuando fichó por el Arna-Bjornar noruego. Tras pasar por la NWSL, en 2020 fichó por el Aston Villa. Una carrera destacada en clubes que no se vio refrendada en la selección.

En 2012, con sólo 18 años, Arnold fue llamada por primera vez por Australia. Era su oportunidad. Ese año jugó dos partidos con su selección. Desapareció de las convocatorias hasta 2015. Su papel como tercera portera no era fácil. Así acudió al Mundial de Canadá en 2015, al de Francia cuatro años más tarde y a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro en 2016 y en Tokio en 2021. En ninguno de esos grandes torneos jugó. Siempre estuvo a la sombra de Micah y Lydia Williams. Sin embargo, en 2023 todo cambió. Tuvo su primera oportunidad en la Copa Asiática y poco después en un amistoso contra España. Encajó seis goles en 45 minutos. Parecía que perdía su tren, pero no. En la Copa de Naciones, hace sólo unos meses, demostró su valía siendo la MVP del torneo.

Heroína.

“Ir a Canadá y Francia, pero no salir al campo fue muy difícil”, explicó. Pero el destino le tenía algo guardado. Contra Francia guio a su selección a semifinales y, tras el encuentro, explotó de felicidad: “Estoy un poco abrumada. Diría que es uno de los mejores días de mi vida. Estoy muy orgullosa de ser australiana. Es simplemente irreal”. Aseguró que confió en sus sensaciones: “Tengo un instinto y confío en él”. A Arnold ya nada la puede parar. Ni una enfermedad que le obliga a ir con audífonos fuera del campo. La paciencia tuvo su premio.

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