Cuadra Fernández estropea la fiesta del campeón de Copa

Para que una buena fiesta acabe en la memoria de los asistentes tiene que cerrarse con un gran colofón. Se quedó a medias el Athletic por una actuación de pandereta de Cuadra Fernández. El protagonista del día no fue ni la Copa, ni el billete para la Champions, ni Marcelino, ni el pujante Villarreal. Fue un colegiado al que se le fue de las manos un partido con muchos decibelios. Quiso contentar a los dos equipos y los dejó al borde de la histeria con decisiones absurdas. Mira que tenía ganas San Mamés de sonreír y acabó con la indignación por las nubes. El optimismo reinante lo dinamitó el del silbato. Se traía un guateque eterno de La Cartuja, sin parar de mover el esqueleto juerguista durante siete días, y le apagaron las luces y la música. Al campeón no le pesó ni el jolgorio, ni la gabarra, ni las recepciones, ni el exceso de amor de su gente, que eso es un primor, pero también agota. La antigua ansiedad la ha convertido en determinación. Lo que le tumbó fue un colegiado indescifrable. Un verdadero intruso al que nadie había invitado a esta verbena. Un auténtico esperpento. Sólo un penalti polémico por mano de Yuri, tras rebote, privó al cuadro de Valverde de cerrar la semana más dulce. En el regreso a la realidad liguera ante el Villarreal podían pasar dos cosas: que el resacón diera paso a una derrota que una grada ebria de gozo iba a interpretar como admisible o que los leones siguieran surfeando la ola del éxtasis y el paseo por el cielo se quedara bajo los pies y se elevara ya a la estratosfera. Pues al final no ocurrió ni una ni otra cosa por un agente externo a las alineaciones. Se hablaba de resaca, pero al final los que debían de andar con la visión doble eran los del VAR.

La tarde arrancó con el pasillo de honor del Submarino y el boicot al palco de una directiva que ha roto relaciones por el fichaje de Bilbao de su canterano Oyono, al que de niño causalmente arrebataron al Barakaldo. Muchos abrazos y presencia de los campeones del 84, con Clemente de risas con Valverde, las dos leyendas del banquillo al lado del Nervión. La gente por fin ha tomado la costumbre de corear ‘Eeeernesto Valveeeeerde’. Ya era hora, le ha costado a éste ocho años y una Copa. En el fútbol de antes los pisotones iban en la nómina de los futbolistas. Campos llenos de barro en el norte en los que casi se enterraban las botas y nadie decía ni pío ante el aplastamiento de los pies. El guion de cualquier partido obligaba a aguantar las tarascadas. Hoy en día se puede expulsar a alguien por una pisada muy leve. Le ocurrió a Santi Comesaña. Se traída una amarilla de la primera parte y nada más arrancar la segunda midió mal una pelea y holló la bota de Prados. Estaba el listón del juez de campo tan bajo... A la calle. Desvirtuó un partido que estaba siendo igualado y precioso. Pero es el que el propio Prados unos instantes antes pisó sin querer a Baena y le castigaron con penalti.

Lo de estos días no era un ‘partido a partido’ de Simeone si no ‘copa a copa’, de celebración. Las horas y horas de juerga no oxidaron al Athletic, al menos de inicio, ya que puso el despertador del fútbol en hora. Llegaba a rebufo de su éxito en Sevilla y arrancó muy puesto. Nico Williams andaba enchufado y sin signos aparentes de resaca, lo mismo que Sancet. Pero el Villarreal fue tomando una buena partitura, se defendió bien con posesiones largas y ahogó la presión alta de los bilbaínos. Yuri lo intentó desde fuera y Gerard lanzó cerca del palo. Era el origen de un partido muy entretenido. El VAR alertó sobre una acción que pasó desapercibida para casi todos los asistentes. Las normas de toda la vida se están reinventando. Un pisotón de Prados a Baena en el área en el minuto 10. Penalti, tras la rutinaria revisión en la pantalla que reposa al lado del busto de Pichichi en La Catedral. Lo lanzó Gerard y como este Athletic está tocado por los dioses en el punto fatídico, pegó en el poste. Si tocaba el rechace se lo iban a invalidar, no puede dar dos toques un mismo jugador sin otra intervención, había compañeros preparados para esa tarea. En décimas de segundo es difícil darse cuenta de esa circunstancia, por mucho que seas Gerard Moreno, curtido en mil batallas. Casi como acto reflejo, remató y su gol fue anotado. Se dio cuenta del error justo al empujar el cuero.

El Submarino crecía con su juego móvil en el que el frente ofensivo se mueve por amplios sectores del prado. Dominan la frontal del área de forma magistral, para las recepciones o los rechaces. Baena se recreó en exceso en una jugada que pedía darle de primeras y cuando se decidió a engatillar, le taponó Vivian. Los de Marcelino son un equipo sólido que hace daño al rival si este no se comunica bien. Empezaron una larga custodia de la pelota, llevando a esta de un lado a otro, para bajar el suflé copero de los locales. Pero sufrían cuando les metían en su área.

La expulsión de Comesaña quebró los planes de Marcelino. Mudó su esquema a un 4-4-1 con Gerard en una banda y Sorloth como único punta. El árbitro Cuadra Fernández pitaba faltitas, vio cosas que nadie advertía ni con lupa y desesperó a todos, montó una verbena de cuidado. Sancet andaba revoltoso y probó desde fuera del área. Herrera se maneja muy bien en estos casos de superioridad para apresar la bola y jugar entre líneas. Un gran pase largo del 21 llegó a la cabeza de Guruzeta, que al filo del fuera de juego, asistió a Sancet y este remachó a gol. Marcelino sabía que gastaba una de sus últimas bajas para ir a Europa y acabó ambicioso con tres arriba.

En la algarabía de la balconada del ayuntamiento Muniain mostró el jueves su destreza para las bromas en los apodos a sus compañeros. Decía que el que choca con Vivian “se va al hospital”, pero en un balón aéreo el que atropelló al central fue Simón y aquel acabó medio aturdido. Pudo volver. El portero se encargó de desbaratar un disparo fuerte, muy centrado, de Guedes. Un claro agarrón a Nico en el área se quedó sin castigo en la tarde tiquismiquis del colegiado, que todo lo pitó al revés. La traca final volvió a citar a éste, al que Hernández Maeso alertó sobre una mano de Yuri cuando se lanzaba a un balón que tenía Baena. Subió el brazo y el esférico le tocó en el codo. Un gesto instintivo de los seres humanos de la tierra. Parejo empató con ese penalti surrealista, el primero que encajan los vizcaínos esta temporada, en el cuarto lanzamiento. La fiesta quedó rebajada. Adiós a los fastos. Bilbao llevaba ocho días carcajeándose y acabó refunfuñando. ¡Vaya por Dios, Cuadra Fernández!

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