Munir evita el ridículo de Las Palmas

Si no es un marrón, lo parecía. El partido que acaba de hacer Las Palmas en el Ciudad de Tudela, teniendo en cuenta lo infinitamente superior que parece al Tudelano en todos los aspectos, se antoja impropio de un equipo de Primera División ante otro de 2ª RFEF. Los muchachos de Oriol Riera bien harían en marcharse a casa con la cabeza más que alta, pues durante muchísimos minutos se vieron con todas las posibilidades del mundo de seguir avanzando en la Copa del Rey.

La hueste de García Pimienta, en su peor partido, con diferencia, de la temporada, fue una caricatura de sí misma durante muchísimos minutos, objeto de escarnio ante una grada entregada a la gloria que tan cerca estuvo de quedarse en casa. La heroicidad no se consumó por segundos.

Si Oriol Riera, entrenador del Tudelano, recordaba en la previa del partido que a ambos equipos les separan cuatro categorías y que “Las Palmas es muy superior en todo”, nada de eso parecía en el primer tiempo. Cierto es que la formación grancanaria intentaba ser fiel a su estilo, la de hacerse fuerte a través del dominio de la posesión del balón, pero hoy lo hizo a través del modo plomizo, en el que toca y toca pero apenas produce, en el que los minutos caen con la certeza de que nada pasará.

Y eso que Marc Cardona, apenas en el minuto 7 de partido, ya estampó un balón en el palo. El Tudelano lo tenía clarísimo, sabiendo además que la perfecta ejecución de acumular futbolistas por el centro cortocircuitaría a Las Palmas. Si primero golpeó Cardona después estuvo a punto de hacerlo, y de qué manera, el Tudelano. Para empezar, un medido centro de Barrera no fue rematado por milímetros por parte de Irurita. Poco después, tras una pérdida de Perrone, el propio Irurita, con un zambombazo desde fuera del área, obligó a lucirse a Escandell, que mandó el balón a córner.

Muy bien, acaso por méritos propios, le iba al Tudelano hasta que Sory Kaba, tras una asistencia de Cardona en medio de una gran jugada coral de Las Palmas, casi la primera, hizo el 0-1 a puerta vacía. La victoria por la mínima de la hueste insular al descanso se daba por hecha hasta que Pejiño derrumbó a Colau dentro del área grancanaria. Con el penalti anotado por Joel llegaron el empate, el delirio a las gradas del Ciudad de Tudela y el receso, tan necesario para el equipo de García Pimienta.

Crecido.

Estaba crecido el Tudelano. No en vano, tenía contra las cuerdas al octavo clasificado de Primera División. Oriol Riera le tenía ganada tácticamente la partida a García Pimienta. Levantó una empalizada en el centro del campo, su equipo se movía en defensa como un futbolín, todos a una, en ataque siempre enseñaba algo y Las Palmas era incapaz de generar peligro más allá de jugadas aisladas, como cuando Benito obligó a lucirse a Pablo. Jugando con inteligencia, ejecutando de manera sobresaliente el plan de partido preparado por un señor entrenador como Oriol Riera.

El duelo acabó irremisiblemente en una prórroga en la que los visitantes, con más fuelle, acabaron encerrando el glorioso Tudelano, que mantuvo la compostura de manera heroica hasta la última jugada del partido, cuando Munir, a pase de Moleiro y en una contra, sentenció la contienda cuando los penaltis parecían un hecho una vez que Pablo tocó el balón antes de que este se colara mansamente en su portería. Su equipo solo claudicó de la manera más cruel.

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