Xavi agrava la deriva del Barcelona
El plan de partido de Xavi contra el Inter confundió al Barça y señaló al técnico. Jugar como quiso Xavi con Piqué y Busquets no era, por ejemplo, posible.
Otra vez la Champions, la pasarela más exigente del fútbol, expuso fielmente la realidad del Barcelona. El fiasco contra el Inter, que le deja a un paso de una temprana eliminación, remitió a los problemas de siempre del equipo blaugrana en Europa, lejos de una versión competitiva redonda que le permita sobrevivir. Xavi justificó la tragedia en los errores propios y habló de mazazo y crueldad, pero su análisis no refirió al plan de partido y a los desajustes tácticos que impidieron el éxito. El duelo del Camp Nou, como ya sucedió en Milán, reveló que el planteamiento del entrenador azulgrana desentona con las piezas que tiene. Quiere jugar a una cosa que no puede.
La obsesión de Xavi por verticalizar el juego y progresar de forma rápida, a diferencia de lo que era él como jugador, desprotege al Barça en Europa. Buscar continuamente a los extremos en las bandas repercute en el control porque el balón se pierde peor con un bloque mal colocado. Pasó contra el Inter, donde el cambio de sistema al 1-3-4-3 ofreció mejores variantes ofensivas a través de las posiciones adelantadas de Sergi Roberto y Pedri, pero descompuso todavía más si cabe el precario repliegue defensivo culé. Los 28 centros de Raphinha y Dembélé, sin que la pelota pase tantas veces como debería por los interiores, originaron más para el rival que para el propio equipo de Xavi. El Barça se partió, a veces en 1-3-6-1 de talante suicida, donde los tres centrocampistas del Inter podían oficiar entre líneas sin apenas posición. Xavi preparó el partido bajo la pretensión de hacer daño a los de Inzaghi con rupturas entre los centrales y carrileros y buscando reconectar a Lewandowski al juego con futbolistas que fijaran también a los tres zagueros del Inter. Pero cada pérdida o equivocación en la presión era una puerta abierta a la transición rival a través de los medios y carrileros de Inzaghi.
El Barça ha recuperado cierto vigor en la activación tras pérdida y en los reinicios de las jugadas este curso. Lo demuestran los datos, que le aúpan como uno de los equipos que mejor presionan en la Champions: 79 acciones totales, inicia las jugadas de media a 47 metros de su portería... Ahora bien, se ha comprobado que es incapaz de sostenerlo en el tiempo y que al final esta postura condiciona su propia supervivencia por ello. Mientras Eric, el mejor de la línea defensiva pese a salir en la foto del gol de Lautaro, ganó duelos hasta al mismo Dzeko por alto, el Barça pudo recuperar arriba y desgastar al Inter. Cuando eso acabó, los italianos disfrutaron de enormes espacios. La distancia entre líneas fue una constante.
El plan de Xavi contra el Inter exigía la perfección posicional y la capacidad de sus jugadores para retornar con explosividad. Con la alineación que dispuso, no podía hacerlo duraderamente. Fue una imprudencia. Piqué y Busquets no es que no puedan jugar, es que no pueden jugar de esta forma ya. Sin Koundé y Araújo era todo un desafío a la lógica. De ahí que el Inter se revolviera al contragolpe con la suficiencia que lo hizo. Busquets no puede correr hacia atrás y Piqué, al margen de su imperdonable error en el 1-1, no puede defender hacia delante. En partidos abiertos quedan retratados. Por eso la culpa no recae solo en ellos, sino que apunta también a la equivocada propuesta del entrenador.
Los goles del Inter y las ocasiones desbaratadas por Ter Stegen nacieron de todos estos problemas. Cabe preguntarse sobre la precipitación de Busquets, que en vez de dar pausa cuando tocaba, registro que domina como nadie, optó por entregas arriesgadas y fallidas. Solo dio 36 pases y, lo que es peor, acabó con solo un 80% de acierto en los mismos. Un bagaje pobrísimo para él. Sus nueve pérdidas, dos casi consecutivas en el 1-2, desmontan la insistencia de Xavi en darle la titularidad permanente en la Champions cuando el entrenador quiere jugar a algo que no le va bien a Busquets. Además, la línea defensiva se vio expuesta a un duelo individual permanente que resultó un tiro al aire en toda regla. Lautaro le ganó la mano a Piqué, que está para poco o nada. El central desatendió las vigilancias sobre el argentino y Xavi no hizo nada por reforzar la contención de su equipo cuando este se encontraba superado.
El bajonazo no es un tema de plantilla, ni de bajas. No lo puede ser con Pedri en el campo, un jugador fantástico que sí entiende lo que toca en cada momento y que se manejó con imaginación y creatividad en todas sus intervenciones. Su dinamismo sin balón despejó el camino ofensivo del Barcelona. Sin embargo, se intuye un problema colectivo y de identidad que trasciende a los futbolistas y que apremia a Xavi más que nunca.
El pasado devastador de Roma, Liverpool, Lisboa o Múnich ha reaparecido esta temporada pese a una levísima mejoría. La deriva del Barcelona en la Champions no conoce fin y Xavi se muestra, por ahora, incapaz de encontrar una solución. Al contrario, parece confundir más a su equipo al empeñarse en jugar a algo a lo que no puede hacer, al menos mientras no regresen Koundé y Araújo. Las previsiones entusiastas de inicio de temporada han virado en una nueva decepción. Y Xavi queda tocado.