REAL MADRID

Una afición de hierro... que sangra por el Union Berlin

El Madrid visita para cerrar la Champions a un club que siempre ha vivido al filo. En 2004 evitó la desaparición en Regional... gracias a las donaciones de sangre de sus hinchas.

Berlín (Alemania)
Jesús Álvarez Orihuela | AFP

El corazón palpitante de este Union Berlin que se codea con el Real Madrid en la Champions late gracias a la sangre de sus aficionados. Literalmente. Es un club que ahora maneja un presupuesto millonario (122M€) pero su realidad ha sido, casi siempre, la de vivir al filo de la navaja. En 2004 lo estuvo más que nunca. El Union penaba en Regional y los números estaban más en rojo que la propia camiseta del equipo. Sólo un milagro podía salvar a un equipo que había sido uno de los símbolos de la oposición más o menos visible al comunismo en la Alemania Democrática y no bajó del cielo. Fueron sus fans de a pie los que dieron el callo. Lo que hoy en día se denominaría crowdfunding ellos lo hicieron sin redes sociales ni internet. Juntaron más de un millón y medio de euros con campañas tan llamativas como donaciones masivas de sangre para recaudar fondos.

Un aficionado del Union Berlin, antes del partido contra el Gladbach.JESUS ALVAREZ ORIHUELADiarioAS

Los hinchas del Unión se arremangaron, de nuevo literalmente, para salvar al equipo. Su sangre puso los focos en la campaña ‘Blüten for Union!’ (¡Sangra por el Union!) que movilizó a personalidades (Miss Alemania 2002, Katrin Wrobel, se unió donando su propia hemoglobina) y empresas para aportar los 1.461.000 euros necesarios con los que poder inscribir al club en Regional. También echó una mano prestándose a amistosos contra el Union el Bayern de Múnich.

El club de fans del Union Berlin que, en 2004 y cuando el equipo militaba en Regional, salvó al equipo.picture alliancepicture alliance via Getty Images

Los fans del Union se llaman entre sí (‘Einsern’, algo así como ‘los hombres de hierro’) por el origen como obreros siderúrgicos de los primeros futbolistas y aficionados del club. Por eso, no es casual ese sentimiento de pertenencia que se palpa nada más pisar Köpenick. Un barrio que se enrojece en día de partido, donde “da igual ganar o perder, sólo importa el Union”. Lo dicen los aficionados, cuestionados por AS acerca de la mala racha de resultados que instó a Urs Fischer a dar un paso al lado. No les importa. Celebraron la victoria ante el Gladbach igual que hubieran celebrado la derrota. El recibimiento no cambió. El Eisern Union, a todo trapo. De voz y de altavoz. “Si Fischer no se va, no lo hubieran echado. Aquí, son así”. Ahora es Alberto Doblare el que habla. Responsable de la comunicación en español del Union Berlin, es un unioner más. “Estaba trabajando en Berlín, en una start-up, y conocí al Union. Nunca había visto nada igual. Me enamoró. Creé una cuenta en español para dar a conocer al equipo y fue creciendo, y creciendo, hasta ahora. Al clasificarse para Champions, comencé a trabajar oficialmente con ellos”.

Entre la multitud, en el Abseitsfalle, bar de reunión al que se llega rodeando An der Alten Försterei, cruzando el bosque, y donde los grifos de cerveza parecen el metro en hora punta, Alberto no es de Castellón, sino de Köpenick. Relata las particularidades que le hicieron prendarse del Union. “La parte positiva de esta mala racha, por sacar algo, es ver la fidelidad de los nuevos unioner tras el gran crecimiento de la masa social en los últimos años. El que viniera solo por las victorias está entendiendo ahora la esencia del Union. Animan por igual en las duras y en las maduras”. “Son gente que ha luchado por salvar al equipo, han donado sangre por el Union, se han puesto un casco de obra para reconstruir el estadio. El vínculo que eso crea es fortísimo. El sentimiento de pertenencia que hay aquí es tremendo”, apunta.

El bar de reunión de los 'unioners'.JESUS ALVAREZ ORIHUELADiarioAS

Porque el ‘Blüten for Union!’ no fue la única vez que un club que en el último recuento oficial alcanza los 60.000 socios se veía abocado a una lucha desesperada por sobrevivir. Casi una década antes, en 1997, el Union anduvo en las mismas. Amenaza de bancarrota y consiguiente desaparición de una entidad cuyas raíces se hunden en el tiempo, hasta 1907, con el Olympia Oberschöneweide. Pero ahora, noventa años más tarde, fue la tenacidad de un marinero, Andreas Freese, el que salvó al Union. Fanático del Union y de profesión, efectivamente, marinero, se atrevió a encabezar la junta directiva que desencalló al club. Un dirigente amateur al rescate. No es extraño. La primera reconstrucción del estadio, en 2009, contó con la aportación de 2.333 hinchas que invirtieron más de 140.000 horas de trabajo en la obra. Ahora tienen una estatua encimada por un casco de dimensiones titánicas en su honor. El actual presidente, Dirk Zingler, iba al viejo estadio del Union de la mano de su abuelo. Aproximadamente el 80 por ciento de los trabajadores del club son abonados, además. Unidos todos por el Union.

‘¡Mejor perder que ser un cerdo de la Stasi!’

También acudieron, en masa, los hinchas a otra llamada en 2002, en situación igualmente agónica. Más de 3.000 de ellos tomaron la icónica Puerta de Brandeburgo. Un buen número de ellos, seguramente, eran (si hacemos caso a la leyenda) los que a finales de los setenta y principios de los ochenta se la jugaron en la grada de Köpenick con cánticos como ‘¡Prefiero ser un perdedor que un cerdo de la Stasi!’. También los que vivían una rivalidad enconadísima con el Dinamo de Berlín, el equipo favorito de Erich Mielke, ministro de seguridad en la mitad comunista de Alemania.

Mitades que se unieron precisamente por el impulso del Union y el Hertha, los dos equipos representativos de la ciudad más representativa del país. Recién derribado el muro, los dos equipos simbolizaron el 27 de enero de 1990 la ansiada reunificación del país (que no se decretaría hasta el 3 de octubre) con un amistoso en el Olímpico ante 51.270 espectadores que pagaron 5 marcos alemanes (del Este o del Oeste, dio igual). Dos equipos que han pasado del amor a la tensión. De ser una hermandad a vivir una rivalidad intensa. Y el cambio comenzó ese 27 de enero de 1990.

De la hermandad... a la rivalidad

El levantamiento del muro dejó a parte de la afición del Hertha en el Este, con el Olímpico al otro lado. A los herthaners situados en la RDA, que apenas podían acercarse al muro a escuchar los goles en la distancia, les empezó a llamar la atención el Union. Sus principios, su oposición a la Stasi, su pertenencia popular alejada de grandes empresas. Así comenzó a colorearse An der Alten Försterei con indumentarias blanquiazules del Hertha. La amistad estaba forjada y los unioner, en cuanto tuvieron la oportunidad, devolvieron la visita a los azules. No fue sencillo. El muro lo impedía. Hasta que el Hertha se enfrentó al Dukla de Praga en la Copa de la UEFA de 1979. Un país del este al que Die Eisernen podían viajar. Lo hicieron en masa. Se creó incluso merchandising conjunto. Y en el primer partido del Hertha en casa tras el derribo del muro, allí estaban sus vecinos para teñir de rojo el Olímpico. Pero el origen de ese lazo llegó por un enemigo común y cuando cayó, todo comenzó a resquebrajarse...

En los primeros enfrentamientos modernos comenzó a palparse un sentimiento distinto. Rivalidad y no hermandad. En amistosos y en partidos oficiales, desde la remodelación del estadio del Union en 2009. Querer gobernar en Berlín, algo que se ha ido potenciando con el paso de los años. El crecimiento del Union Berlin, de la mano de la depresión deportiva del Hertha. El derbi de 2019, donde el duelo entre aficiones disparó la tensión tras la victoria unioner (1-0), traza el cambio de paradigma. Un giro de 180 grados que tiene a los rojos en Champions y a los azules en Bundesliga 2. Y al Union jugando sus partidos de la máxima competición continental en el Olympiastadion... mientras el Hertha lucha por paladear de nuevo la élite y reconquistar la ciudad. Pero ahora, el trono es de hierro. De hierro forjado en Köpenick por el Union.

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