INTER-ATLÉTICO | JUAN CARLOS CASAS

Juan Carlos Casas: “Peiró fue más feliz en el Atlético que en el Inter”

El autor de ‘Joaquín Peiró, un mito de la Liga, del Calcio y de los banquillos’ desvela algunos detalles de la biografía de la leyenda de ambos equipos.

PEPE ANDRESDIARIO AS

“Este libro es un homenaje y una reivindicación de la figura de Joaquín Peiró”, confiesa Juan Carlos Casas (Madrid, 1965), el autor de la biografía de esta leyenda del Atlético y del Inter. Su velocidad le valió el apodo de El Galgo del Metropolitano y su picardía, el de Il Rapinatore (el ladronzuelo). Como rojiblanco hizo época (55-62). Formó con Collar el ala infernal y conquistó dos Copas del Generalísimo y una Recopa en sus 219 partidos, donde firmó 129 goles. Su historia empezó a escribirse gracias a la Ferro. “El primo de Peiró jugaba ahí y decidió hacer también una prueba. Pasó del juvenil al primer equipo (51-54) y llamó la atención de los ojeadores. El Real Madrid fue el primero en interesarse por él. Se entrenó tres meses con el amateur y gustó, pero no tanto como para hacerle una ficha profesional como él quería”, resume Casas. Peiró firmó por el Atlético y salió cedido al Murcia (54-55), con quien logró el ascenso. Volvió para quedarse: “Se consolidó como alguien importante en la delantera. Siempre se rumoreó que el Barça de Helenio Herrera le había hecho ofertas para llevárselo”. Lo terminó consiguiendo años después...

El Atlético acabó aceptando los 25 millones de pesetas que le ofreció el Torino. Le obligó una crisis económica y la afición se rebeló. “Tres meses antes, en una asamblea de socios, el presidente Barroso aseguró que la plantilla no se tocaba. La hinchada no entendió su traspaso. Cuando estaban formalizándolo, en la sede de la calle Barquillo, la afición se agolpó en la puerta para gritar contra la directiva y cortar hasta el tráfico. Su marcha era inevitable. Sus propios compañeros le decían: ‘Vete, que tenemos que cobrar”, desvela Casas. La hinchada colchonera puso una pancarta en el Metropolitano el primer partido sin él y esa frase pasó a la historia: ‘¿Viose mayor desatino? Traspasar Peiró al Torino’.

Peiró siguió los pasos de los Luis: Del Sol y Suárez. “Le costó la adaptación y esos años (62-64) no rindió a gran nivel. Aun así Helenio Herrera le reclamó para el Inter”. Esta nueva etapa (64-66) estuvo salpicada de éxitos: ganó una Copa de Europa, dos Copas Intercontinentales y dos Ligas. Sin embargo, los títulos no dan la felicidad. “Peiró fue más feliz en el Atlético que en el Inter y, en esta eliminatoria, apoyaría a los rojiblancos. Sin duda”, sentencia Casas. Y es que a Peiró le faltó continuidad con los nerazzurri: “El reglamento de la liga entonces sólo permitía alinear dos extranjeros por partido y como Luis Suárez era intocable, el brasileño Jair y Peiró se iban alternando”.

Las diferencias entre ambas épocas no se quedan ahí. “En el Atlético tenía más libertad de movimientos y Helenio Herrera le quería dentro del área. De ariete. Peiró fue más ídolo en el Metropolitano”, explica Casas, a quien recorre un halo de nostalgia: “Ya no hay delanteras como aquellas. Jones, Adelardo, Mendonça, Peiró y Collar en el Atlético y Jair, Mazzola, Peiró, Luis Suárez y Corso en el Inter. Con ellos en el campo, la sequía goleadora prevista por Griezmann en esta eliminatoria sería impensable”.

Del Inter saltó a la Roma (66-70), donde pudo jugar más al contar sólo con dos extranjeros. Si su legado fueron los goles, su espina clavada se corresponde con la Selección: “Fue a los Mundiales de Chile 62 e Inglaterra 66, pero no a la Eurocopa del 64 que terminó ganando España. De aquellas no se controlaba mucho el rendimiento de los que estaban en el extranjero”.

Peiró saltó a los banquillos del Atlético Madrileño —el filial rojiblanco—, Atlético, Granada y Málaga. Vivió las mieles y las hieles de su profesión. La cruz: “Toparse con la impaciencia de Jesús Gil. Le destituyó y pasaron varios años hasta que volvió a entrenar”. La cara: “Sus éxitos con el Málaga, con quien ganó la Intertoto. De hecho, uno de los banquillos de La Rosaleda lleva su nombre”. Uno de sus pupilos más especiales fue su propio hijo, Joaquín. “Le entrenó un par de años en el Atlético Madrileño. No les gustaba mucho a ninguno de los dos”, ríe Casas. Esta obra, editada por la Ferroviaria, cuenta con la participación de su mujer (Mari Carmen) e hijos (Joaquín, Roberto y Natalia). Las palabras que más se repiten para definirlo, a través de estas 215 páginas, son velocidad, inteligencia y generosidad.

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