Corre el hijo, sufre el padre

El hijo corre como si le fuera la vida en ello. Al Atleti lo lleva en la sangre. El fuego, en el apellido. Niño del Calderón, héroe del Metropolitano. Le dicen Giu, se llama Giuliano. Cuando más lo necesitaba su equipo apareció de nuevo. Al galope. Para servir el 1-0 gol de un partido que su padre debió sudar para ganar.

Había sorprendido el Cholo ante el Union Saint-Gilloise con la titularidad de Nahuel (y descanso para Llorente ocho meses después) mientras que Hubert lo hacía dejándose a Promise David, su mejor jugador, de inicio fuera. Su esquema no variaba, con los tres centrales escritos en piedra. Como las palabras el día anterior: “No venimos al Metropolitano a hacer fotos”. Enseguida las llevaron al fútbol. Por mucho que Simeone recuperara ocho días después a Barrios para volver a mezclarle con Baena y Koke por detrás en su centro del campo, el inicio fue belga.

El plan del Union SG era meridiano como un All In: todos en estampida a Oblak con transiciones al borde del ácido láctico. Niang desequilibraba con su zancada, El Hadj cortaba en la banda y la corpulencia de Kevin Rodríguez amenazaba constante. La Cenicienta de esta Champions era Princesa por Sorpresa en el Metropolitano y quería el zapatito de cristal. Ruggeri casi se lo regala en una cesión hacia Oblak que el esloveno salvó en la línea. Los belgas disfrutaban. El Atleti ni un poco. Incomodísimo y descosido por las bandas. Hancko y Ruggeri perdían la mano frente a la Doble K (Kevin Rodríguez y Khalaili). El área de Oblak se estaba llenando de alarmas mientras que Scherpen, desde la portería contraria, todo lo contemplaba de lejos. Julián lo intentaba fuera del área antes de que Le Normand se lesionara y a Giménez le tocase finalizar su descanso. De 26 minutos apenas fue.

La falta de tensión del Atleti solo podía recuperarse con un chispazo. De las piernas de siempre últimamente salió. Las de Giuliano. Capaces de levantar a un equipo y a un estadio de una galopada. Todo comenzó en Barrios, que condujo y rompió la primera línea. Después entregó al Cholito, que corrió más veloz que un Fórmula 1. Visto y no visto, perseguido para nada por los belgas que solo vieron su espalda alejarse, Giuliano asistió a Julián para que, con un derechazo, le diese el primer picotazo al partido. Griezmann ampliaba antes del descanso, pero en fuera de juego, como Baena en la base de la acción.

Regresó el partido como se esperaba que se hubiera iniciado: el Atleti con dominio claro y el Union encogido a los pies de su portero, despejando balones y ocasiones. Los del Cholo llegaban por las bandas sin frenos, buscando la tranquilidad del segundo. Pero Giuliano cruzaba demasiado una volea y Scherpen salía de puños ante Grizi. Un Grizi que se iba en un triple cambio que introducía a Sorloth en el partido mientras Hubert metía a Promise David en la ecuación. Más madera. El propio Sorloth caía zancadilleado en el área por Burgess, capitán del Union. Si le pitan penalti se lo queda. Pero nadie lo hizo. Ni el árbitro de campo ni el de la sala VOR. Para ellos fue córner. El partido volvía al alambre para los rojiblancos. El Union volvía a quitarse el hollín de encima y a encarar, atrevido, al Atleti, volcándose con arrojo hacia Oblak. Tuvo un casi Promise David a balón parado que pudo ser el empate. La pelota, lanzada al segundo palo, la cabeceó Burgess y el delantero la pateó fuera a bote pronto cuando el Metropolitano ya temía. De inmediato llegó el 2-0. Por otra galopada, ahora de Sorloth, hacía un minuto atendido en la banda por sangre en la ceja. Corrió y, al llegar al área, recortó y disparó. Su disparó se topó con un defensa, pero el rebote regresó a su pie. El noruego se lo cedió a Gallagher quien, de un puntapié lo mandó a la red por la escuadra. La tranquilidad duró siete minutos.

En el 80’ Sykes cabeceó otra falta lateral para la taquicardia sin que Oblak saliera o supiese. 2-1. Los últimos minutos, un sin vivir. Si el Union seguía amenazando las medias salidas de Jan, por tierra y aire, Julián erraba un mano a mano claro. El 3-1 final, y engañoso, no llegó hasta el 96’, cuando Llorente pateaba adentro el rebote de una ocasión de Almada. Llevaba unos minutos en el campo, en el lugar de un Giuliano que se fue ovacionado. Ese hijo que sabe volar tanto como sufrir su padre.

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