A Mendilibar le sale todo

La crueldad del fútbol se lanzó a la yugular del Athletic en una jugada de esas en la que el tópico dicta que se te queda cara de tonto. En el minuto 90, después de un partido entero en el que Athletic y Sevilla se dedicaron a anularse, y cuando San Mamés parecía abocado al empate a cero, Unai Simón recogió un pase y trató de servir en corto a Yeray. No parecía la mejor idea y se demostró a la postre que era un error clamoroso del meta internacional. Porque Ocampos andaba al loro y el central se resbaló, un patinazo de estos que tanto se prodigan últimamente en los estadios y que en la velada de La Catedral se repitió varias veces. Lucas agradeció el regalito y aún fue mayor el premio, ya que, al irse al suelo el defensa, derribó al argentino, aunque tocó levemente el balón. Hernández Hernández pitó penalti. Y lo transformó el ‘5′. Un cúmulo de fatalidades condenó al Athletic a la más absoluta amargura. Ese fue el único tiro, legal, entre los tres palos de un pulso centrado en neutralizarse mutuamente. El ‘efecto Mendilibar’ sigue arreando bien, y más aún con golpes de suerte de este tipo. Le sale todo. Y al paso que va la burra, van a coger al Betis. Llevaba 12 visitas al feudo bilbaíno, con cuatro equipos de todos los colores y con tardes en las que seguro que contrajo muchos más méritos, y se fue a llevar el botín soñado el día más inesperado, afortunado y con suspense.

A la hora de la verdad, los vascos se quedaron sin la ansiada cuarta victoria consecutiva, algo que no logran desde hace seis años, y los andaluces siguen haciendo sonar las campanas del éxtasis que se ha llevado hasta la Giralda el preparador de Zaldibar. Los locales tuvieron 20 minutos frenéticos, pero se fueron quedando sin fuelle, ritmo y frescura. Es curioso: ambos trataron de evitar riesgos y Simón se saltó el plan en el momento más inoportuno, cuando no había espacio para reponer el despropósito.

El espectador se frotaba las manos al ver los 20 minutos iniciales. Había que acomodarse y disfrutar de un juego trepidante, vertical, con llegadas ultrarrápidas, con los centrocampistas casi asistiendo a un partido de tenis viendo la bola pasar de un área a otro. Ninguno quería cometer errores y los porteros disparaban lejos cada vez que les llegaba la pelota. El pulso era trepidante, especialmente por la derecha rojiblanca, con De Marcos repartiendo asistencias, ya que Lamela no le perseguía y Acuña estaba muy cerrado.

El Athletic buscaba con más ahínco la meta de Dmitrovic y encontró dos goles, en el espacio de 16 minutos, pero el VAR delató que había fuera de juego. En ambos estuvo presente Nico Williams. Uno en una veloz carrera del ‘11′, que, si llega a esperar un paso por detrás el pase de De Marcos, habría movido el marcador. El otro en saque de esquina, con apoyo en corto a Sancet, que se la devolvió y en el centro peinó a la red Guruzeta, pero estaba ligeramente adelantado.

Mendilibar se la quería jugar a tirar a diagonales y a poner a subir y bajar los laterales. En busca de segundas jugadas o caídas. La intensidad era furibunda, resultaba imposible mantenerla por parte local y el Sevilla veía que no le convenía esa noria vertiginosa, así que durmió un poco la pelota. Nico e Iñaki se cambiaron de banda un par de veces y el Athletic dejó de tener tanta llegada. Había acercamientos peligrosos, pero las ocasiones escaseaban. Por ejemplo, una en el minuto 38, en la que Yuri puso un ‘caramelito’ al que no llegó por poco Guruzeta.

La segunda parte perpetuó lo que se vio en la primera, con el Sevilla muy hundido y sin poder estirarse cuando recuperaba la pelota. Mendi veía al equipo muy tieso físicamente e hizo un cambio en el descanso, Bryan Gil por Lamela, y tres a los diez minutos de arrancar el segundo tiempo: entraron Papu, Gueye y Montiel. Acertó de lleno. Ojo: es mucha la calidad que tiene este equipo, no conviene olvidarlo, pese a sus desvaríos del inicio de campeonato. Sin ir más lejos, sale de revulsivo Montiel, uno de los héroes del reciente Mundial. Su idea era ir ganando terreno, recuperar metro a metro, porque cada vez se veía más metido en la trinchera de Dmitrovic. Nico es de esos jugadores que enamora por su perseverancia. No deja de intentarlo ni cuando se va a la cama. Y siguió martilleando.

Simón no había tenido ni medio susto, pero a sus compañeros les dio por liarse solos. Por ejemplo, Vivian en un pase horizontal en el que cometió un error mayúsculo, al dársela a Bryan. Pero este resolvió mal, en vez de ir muy vertical a la meta se escoró un poco y dio tiempo para que el central corrigiera y le taponara en el último instante el disparo a la portería.

El pulso se fue igualando el Sevilla empezaba a empadronarse en campo rojiblanco. Tenía más la pelota, pero es bien cierto que su profundidad era escasa. Faltaba energía en las filas bilbaínas y la gente se estaba desesperando. La impotencia se reflejaba en Sancet, que protestó de forma muy airada una falta y vio una amarilla que le mete en ciclo de tarjetas, así que se perderá la visita al Mallorca el lunes. Para la carga final entraron Raúl García, Vencedor y el chaval Adu Ares. Pero no pasó nada reseñable. Hasta la pifia-desgracia final de Simón y Yeray.