LAS PALMAS

Christian Rivera y el cuento de nunca acabar

El asturiano no termina de desvincularse de Las Palmas y se atraganta su salida después de haberse anunciado oficialmente.

Actualizado a
CARLOS DIAZ RECIODIARIO AS

La UD Las Palmas suma un nuevo capítulo en su tortuosa relación con Christian Rivera al no terminar de conseguir un acuerdo con el asturiano para la rescisión definitiva de su contrato. El centrocampista, al que se fichó por cuatro temporadas en 2018, le resta un año más de vinculación con la entidad amarilla, hasta junio de 2022, y su ficha es de las más altas de la plantilla, a pesar de que el club consiguió este curso un acuerdo para la rebaja de su salario.

Si bien Miguel Ángel Ramírez, presidente del club, anunció el pasado 5 junio que el centrocampista no seguiría en la entidad y su salida se uniría a la de Aythami Artiles, los hermanos Castellano y De la Bella, la realidad es bien diferente. De hecho, desde la UD se lanzó un comunicado oficial en su web con el acuerdo que, misteriosamente, desapareció horas más tarde. Así, el futbolista, como explica el diario "La Voz de Asturias", sigue negociando su compleja desvinculación del club amarillo para poder incorporarse al Sporting de Gijón, ya que desde el club insular se aprieta para reducir el pago de la alta ficha del mediocentro, obligado a perdonar un porcentaje.

De esta forma, aunque hace unos días parecía que su acuerdo para volver al equipo de su tierra se haría oficial en cuestión de horas, por el momento tendrá que esperar hasta que solucione sus asuntos con la UD.

Un culebrón iniciado por Toni Otero

Todos los problemas con Christian Rivera se inician en el verano de 2018, cuando Toni Otero, por el entonces secretario técnico, firmó al centrocampista con un contrato faraónico con la idea de que fuera un pilar de un conjunto destinado a volver a Primera División por la vía rápida, tras su descenso. Sin embargo, todo ha ido de mal en peor desde entonces.

Con Manolo Jiménez como entrenador del equipo, el jugador que llegaba del Barca B y que había debutado en Primera con el Eibar, apenas tuvo protagonismo en su inicio y salió de la isla en el mercado invernal con destino al Huesca, donde terminó disputando 23 partidos, por lo que mejoraba su cartel, al menos.

En verano regresó, pero de nuevo se marchó cedido al Leganés y posteriormente al Girona, terminando el año con 15 partidos en su haber y un halo de esperanza se abría en los despachos amarillos, ya que si la entidad catalana hubiera ascendido a Primera tenía que haber abonado, según se recogió en el acuerdo de cesión, 1,5 millones por esa opción de compra de obligada ejecución, pero ni el Girona ascendió ni la UD vio un duro. Vuelta a empezar.

Ante esta situación, el club tuvo que mantenerlo en nómina un año más, puesto que no llegaron ofertas que pudieran hacerse cargo de su salario. De hecho, en un intento desesperado por quitarse de encima al jugador, la UD intentó incluirle en un ERTE junto al guardameta Raúl Fernández, algo a lo que el asturiano reaccionó denunciando al club, pero todo se resolvió con un acuerdo previo a llegar a los tribunales donde el futbolista aceptó bajarse un 50% su salario.

Y en lo deportivo esta temporada, poco que añadir. A pesar de los esfuerzos de Pepe Mel porque el espigado jugador se adaptara de una vez, tuvo, en primer lugar, la mala fortuna de pasar el COVID-19 y luego fue dando tumbos durante el curso alegando molestias en la espalda para apenas disputar un total de 6 partidos, 5 de ellos como titular, con apenas 467 minutos. El último duelo en el que jugó fue el 19 de marzo, ante, precisamente el que podría haber sido la vía de escape de la UD, el Girona (1-2).

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