Liga BBVA | Trigesimosegunda jornada

Multifútbol

La Liga sigue viva, pero el Madrid jugará en Nervión con jirones, pues se dejó el martes a Pepe y Robben por el camino. A Higuaín, héroe de guardia, le deberían quitar la quinta amarilla. El Barça también visita plaza mayor, Mestalla, aunque intacto e imperial tras golear al Sevilla. Valencia y Espanyol protagonizan 'La gran remontada'.

El personaje: Higuaín

Lo anticipaba Ryszard Kapuscinski, periodista eterno, desnudador de realidades: "Veo fútbol desde hace sesenta años, cuando y como puedo, y a decir verdad, sólo gracias a él hay un televisor en casa". Algún partido como el Madrid- Getafe, algún futbolista como Higuaín, le vendría a la consciencia al reportero polaco cuando le preguntaron sobre su afición a la pelota. La tele nos muestra su propia visión del mundo, incluso la ficción de muchas vidas, pero sólo el fútbol parece capaz de crear universos tan inverosímiles. Del penalti a Casquero, que dejaba al Madrid con diez y sin título, al golazo in extremis del Pipita, que reenganchaba a los blancos. Otra vez Higuaín, el futbolista que se destapó en la Liga del Clavo Ardiendo, y que confirmó su gusto por la Zona Cesarini dándole al Madrid el segundo título seguido con un gol postrero en Pamplona. Higuaín, que siempre llega al rescate en el último segundo, un personaje más propio de la tele que de la vida diaria. Resulta sospechoso que Maradona, otro creador de imposibles, no haya puesto aún al Pipita no ya en una lista, sino en la plantilla de fijos de su albiceleste. ¿Envidia entre superhéroes, quizá?

Heliópolis inspiró a Joaquín de nuevo

En asuntos de fútbol no caben los artistas discontinuos. Esto no es como la pintura, la literatura o los toros. Pena de Yeste o de Guti, zurdos sin redención, pena de un diestro cuyo carácter se ladea a la izquierda, Joaquín. El portuense venía pegando las de arena en los últimos partidos y Emery le castigó con una sustitución fulgurante ante el Sevilla y con un banquillazo en su plaza talismán, donde se crió, la del Betis. Pero le bastó medio toro. En 40 minutos, Joaquín regaló un caño, tres regates de lujo y dio media asistencia a Edú. Heliópolis le inspira, como cuando Curro, aquel torero entre el calabozo y la gloria, se vestía de dios al pisar La Maestranza.

Clos Gómez se podría dedicar al basket

Entre los árbitros españoles no hay más ley que el desconcierto. ¿Unificación de criterios? No existe. Dinero malgastado, noches de hotel. Los hay permisivos como Mateu Lahoz, con complejo de inglés. Luego están los que un día hacen de salomónicos y otro, de Señorita Pepis. Iturralde, por ejemplo, actúa según le convenga a su show. Clos Gómez es raza aparte. Que el aragonés expulsara en Pamplona a cinco tipos no responde a la casualidad. En el Almería- Recre ya había echado a tres jugadores y en el Atlético-Getafe de la campaña pasada, a cuatro. Es malo, sí, pero que no le bajen de categoría: que le manden al basket, a pitar faltas personales.

Valdés alcanza a Zubi, pero sólo en el récord

Existen excepciones, como Ramallets por la agilidad, o Busquets y Rustu por lo pintoresco, pero en Can Barça siempre apreciaron más a los porteros por ser sobrios que por milagrear. Al culé maduro le encanta que su guardameta pase desapercibido, sobre todo desde que Cruyff impuso el estilo de defender con la posesión, manteniendo la pelota lejos de su área. A Zubizarreta no se le recuerda un partido de salvador, pero está considerado allí el último gran cancerbero. A ese puesto de honor aspira ahora Víctor Valdés, aunque la grada recele de su teatral gesticulación, y también de esos fallitos o fallotes que alguna que otra vez penalizan a su equipo. Así de bien juega este Barça de Pep que Víctor superó ante el Sevilla el récord de imbatibilidad (622 minutos) de Zubi... Aunque le quede mucho aún para ganarse la confianza que los socis depositaban en el meta vitoriano.

El sino de Abel

Bajo los palos, las pronunciadas arrugas de Abel daban respeto a los delanteros, quizá por eso mantiene aún el récord de imbatibilidad. En la noche cerrada del Sardinero, cuando arreció la tormenta de goles del Racing, míster Resino miraba a ningún sitio, con los ojos perdidos de aquel que espera la muerte o el fracaso. Si no va a la Champions no seguirá y, lo más triste: nadie se acordará de él. Miguel Hernández escribió a Lolo Sampedro, "joven en la portería del cielo de Orihuela", un meta que murió contra un poste. Maradona y el Kun tienen canciones; Diego, hasta una religión. A Zidane le hacen películas. Pero no hay poesía dedicada a los entrenadores, sufridores atados a un banquillo o a la zona técnica, forofos condenados al silencio, futbolistas frustrados o que, sin querer retirarse, acabaron en la jubilación.

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