Liga BBVA | Málaga-Sevilla

Kanouté, faro del derbi

Clásico grande y de Champions entre Málaga y Sevilla

E l Málaga tiene modelo para este derbi deluxe: la Copa, 3-0, San Mamés en su punto de ebullición. Le gustaría marcarse una versión mejorada de la hazaña, aunque, como tampoco va de altivo, lo que firmaría es un remake. Tendría más que suficiente. Arde Málaga con este derbi que llega justo ahora, en medio de la felicidad desbordada en La Rosaleda, con las tiendas agotando las reservas de camisetas, con el Málaga quinto con 42 puntos, lejos para bien de sus mejores previsiones, metido hasta el cuello en puestos europeos. Este es el derbi por excelencia en la ciudad, que se pone sus mejores galas y lo vive como un combo político, deportivo y social. Es inevitable. Para el Sevilla es algo menos, aunque los progresos deportivos del rival siempre fomentan la rivalidad y le ponen más picante. Pero la coctelera está en el césped. Sin provocaciones, declaraciones incendiarias ni miedos. Fútbol puro.

El Sevilla llega al derbi sano, con buen color, con 50 puntos y media Champions en el bolsillo. Es un equipo sólido y gana mucho, pero se ha enrocado desde hace año y medio en debates internos que le desgastan. Ya nada es suficiente. Monchi dice que llora y Del Nido, que antes era el líder indiscutible para arengar a las masas, ve discutidas sus proclamas. Todo es muy contradictorio en el Sevilla. Todo menos Frederic Kanouté, que es el faro de este derbi, una belleza para los ojos. Kanouté juega como si estuviera en el recreo y se supera cada fin de semana. Cada control es más estético del anterior, cada remate tumba a quien anuncia su ocaso. Con Kanouté, el Sevilla puede ir al fin del mundo. Seguramente por eso ande ahí, en las alturas. Por el malí y por Luis Fabiano, incomodado por sus problemas físicos. Y por el deslumbrante Navas, un prodigio físico metido en un cuerpo casi de ciclista. Ese tridente es lo único que no genera dudas en el Sevilla. El resto, su entrenador, su plan de juego, incluso ahora la política de fichajes, se compromete. Eso pasa por ganar tanto.

Málaga mira ese proceso de erosión con sorpresa y mientras disfruta como un enano. Y sí, se lo pasa bien, pero también es un lobo, quiere ganar. Dice la historia que el Málaga suele crecerse en el Pizjuán y que luego en La Rosaleda se encoge. No parece que éste vaya a ser el caso. Tapia no tiene a Duda ni a Lolo, cedidos y entre dos tierras, pero ya tiene dinamita para elegir: el fino estilista Luque (recuperado de su lesión), Adrián y Salva, que sobrevive a todas las batallas y siempre lleva la última bala. Es un partido grande y un ambiente de final. El Sevilla está en la Champions pero es que el Málaga la huele. Qué es más.

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