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Paolo y Giuseppe son los Rossis del gol

Dijo Parreira que el gol es sólo un detalle, pero para Paolo y Giuseppe Rossi, Bambinos separados por el tiempo, con pasaporte italiano y similar vocación, el gol lo significa todo. Los dos comparten apellido, y también una sola pero sobresaliente virtud: marcar. Paolo hizo llorar a Brasil aquella tarde de Sarriá en la que fulminó con un hat-trick a Sócrates, Zico y compañía. 27 años después, ahora derraman lágrimas los rivales de Giuseppe, que mató al Sporting en Villarreal. Paolo (campeón, pichichi y mejor jugador en el Mundial-82) se hizo leyenda porque sabía moverse como nadie en esa isla habitada por caimanes que llaman área rival. Y Giuseppe va camino de ello.

Navas y llorente, líderes en 2014

Monótonos titulares de domingo y/o lunes en Prensa: Raúl supera un récord, Navas decide para el Sevilla y Llorente salva al Athletic. El primero viene; los segundos, generación del 85, aún están en edad de ir. Fernando ya debutó (y goleó) con la Selecci Navas lo hará pronto, a poco que se lo permita su carácter, torrente sobre el césped, frágil fuera de él. La Roja prepara Suráfrica 2010, pero esta Liga 2008/09 nos asegura gente para festejar con samba hasta Brasil 2014. A saber: Asenjo (o Iker, al que le queda mucha tralla), Ramos (Gámez), Amorebieta, Marcano, Canella; Navas (Juanfran), Busquets, Cesc, Silva (Capel, Mata); Bojan y Llorente.

El cazador vs. Ruud

La muerte iguala a ricos y a pobres, malos y buenos, los que robaron y los que regalan. El gol, ese pequeño asesinato del alma, también. Se puede ganar una Champions de rebote o perder el Mundial por rematar fuera una jugada antológica. Meter un tanto lleva a la gloria; fallarlo, al desprecio. Nos empeñamos en buscar similitudes entre Huntelaar y Van Nistelrooy, todas con el mismo punto de partida, de llegada más bien: los dos son especialistas en mandarla a la red. Les comparamos la envergadura y, sobre todo, la nacionalidad, holandesa. Pero da igual: sólo el gol calibrará a Huntelaar como lo hizo con Ruud, depredador consumado en Holanda, Inglaterra y la Liga. Y si el gol iguala a los delanteros, las rachas les definen. El Cazador Huntelaar, con tres dianas en dos partidos, ha vuelto a cazar. Lástima que no pueda jugar la Champions, porque es posible que ya no pare hasta junio.

Lassad: Lendoiro se ha encontrado un crack

Dos semanas desde su debut y siete días después de firmar su primer contrato profesional, Lassad Nouioui nos llenó los resúmenes con sus detalles de clase ante el Valencia. Lassad ya provocó el penalti que le dio al Depor un empate en Mallorca, y caracoleó hasta la locura a los centrales de Osasuna. Suerte ha tenido Lendoiro con este delantero de 23 años, que fichó hace meses para el Fabril, filial deportivista, rebotado de la Segunda B francesa, lo que no parecía la mejor carta de recomendación. Sí lo es su origen: Lassad nació marsellés de padres árabes, igual que Zidane y Benzema. Comparte las hechuras del ariete del Lyon (1,89, hábil y rápido) y el gusto por fantasear con la pelota que tan bien cultivó el ex madridista. A poco que confirme lo que intuimos, el Depor habrá encontrado con él el mayor filón futbolístico: un canterano que llega a crack sin tener que tirar de talonario.

El personaje. De la Peña

Ivan de la Peña materializó la campanada del Espanyol en el Camp Nou con sus dos goles y su, por una vez, más práctica que artística actuación. Del grito triunfante de Lo Pelat resulta toda una metáfora: él, que es pasado azulgrana, víctima de una de las épocas más crispadas en el club culé, la que sucedió al Dream Team, fue precisamente el encargado de resucitar

aquellos tenebrosos fantasmas del pasado, los del Madrid siempre en la chepa, del Madrid casi siempre ganador. Espectros, por cierto, humeantes otra vez antes de la caída de Deco y Ronaldino, pero al que los tiempos de champán y rosas con Guardiola parecían haber desterrado hasta nueva orden. Pero Iván marcó, el Barça perdió, el Madrid ganaba y la Liga sale

de la tumba en la que los sabihondos y la estadística la habían sepultado. La reanimó De la Peña, ese Pequeño Buda que se sirvió la venganza, fría pero deliciosa, años después de ser desterrado, que predicó a Saadi en el territorio más hostil: "Creer que un enemigo débil no puede dañarnos es como pensar que una chispa no puede causar un incendio".