Yo digo Alfredo Matilla

Garay y el premio a la paciencia

Garay se ha salido con la suya. Tenía la posibilidad de jugar en el Barcelona con sólo haber dicho sí una vez que el Racing recibió la suculenta oferta de Laporta. Pero su ilusión no era esa. Él siempre quiso vestir de blanco y Miguel Ángel Portugal puede dar fe de ello. En los últimos meses, el ex entrenador racinguista y actual secretario técnico merengue ha hablado infinidad de veces con el argentino, mensajes incluidos. Portugal prometió al Kaiser que convencería a Ramón Calderón para que jugara en el Bernabéu, aunque no fue fácil, ya que algunos consejeros suyos preferían esperar al adiós de Cannavaro para acometer esta operación. Un error. Hubiera sido demasiado tarde. Esta indecisión ha mantenido en vilo a Ezequiel mientras el Manchester y el Lyon le guiñaban el ojo. Ahora ya respira tranquilo y a partir del verano de 2009 compartirá vestuario con su admirado Heinze.

Garay nunca tuvo en mente salir de España porque no le hacía gracia ir a un país en el que no manejara el idioma. Y, conociéndole, no me extraña. Es un hombre muy familiar al que nunca te encontrarás de copas. Le encanta rodearse de sus compatriotas para cenar en algún asador y vive el fútbol con la ilusión de un niño y la madurez de un veterano. El Madrid ficha rapidez, inteligencia, contundencia por arriba, calidad y precisión en el desplazamiento, humildad, liderazgo, futuro y compromiso. Marcelino dice que es el central del futuro. El mejor que ha visto. Y éste se equivoca poco.

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