Sergio Martín, tras su accidente: “Mis piernas no sienten nada”
El ciclista publicó una carta abierta en sus redes sociales un mes después del grave accidente que sufrió mientras entrenaba y que le ha dejado en silla de ruedas.
El ciclista del Caja Rural - Seguros RGA Sergio Román Martín afronta la etapa más decisiva de su vida tras el grave accidente que sufrió mientras entrenaba en las cercanías de Galapagar. Un accidente que hizo que el ciclista pasase varios días en la UCI tras sufrir la fractura de cinco costillas y dos vértebras antes de ser trasladado al Hospital de Parapléjicos de Toledo para seguir con su recuperación.
Un mes después del fatídico accidente, que tuvo lugar el pasado 8 de marzo, Sergio Román Martín ha querido publicar una carta abierta en sus redes sociales para relatar cómo ha cambiado su vida desde entonces.
Esta es la carta íntegra publicada por Sergio Román Martín en su cuenta de Instagram:
“8 de abril. Hoy hace un mes y un día del accidente, del día que me cambió la vida por completo.
Antes mi principal prioridad eran los vatios, la próxima carrera y estar un rato con mis amigos para desconectar, ahora pienso en que me tienen que poner de lado para evitar que me salgan heridad en el culo.
Sí, me tienen.
Yo no soy capaz de girar mi cuerpo, y si no lo hace otro por mí, duermo toda la noche en la misma posición.
Mis horarios han cambiado también. Antes daba un paseo a mi perro, salía a entrenar, cumplía mi trabajo y llegaba a comer entre las 2:30 y las 4, depende de lo largo que fuera el entrenamiento.
Ahora me despiertan y al poco tiempo tengo el desayuno en una bandeja, me levantan a la silla y me voy a la rehabilitación con el fisio o a terapia ocupacional.
Por las tardes estoy teniendo la suerte de recibir a mi familia y mis amigos, que hacen que mi estancia aquí sea mucho más amena.
Hablamos de cosas, nos reímos y me traen cosas que puedo necesitar, como un paquete de jamón o algo rico de la pastelería de turno, aunque a mí no me gusta mucho el dulce...
Pero en cuanto se van vuelvo a la realidad. Tengo cerca una paciente con una enfermedad que se llama el síndrome de Guillain Barré, y no es capaz de hablar si no es a una especie de gritos pero sin ser capaz de vocalizar.
Escucho eso, veo a otros pacientes en la silla volviendo a la habitación, y cuando me quedo un rato solo en la silla, miro hacia abajo y veo mis piernas, ahí quietas, y me pongo a pensar.
Esas piernas que me han dado tantas alegrías encima de la biciceta, que he sentido arder por darlo todo en una etapa de La Vuelta, ahora no sienten nada.
No están, no se mueven, no pasan frío ni calor, es una sensación extraña.
Me acuestan entre dos celadores que me cuentan alguna cosa graciosa para hacer un poco mejor la situación y apago las luces.
Mañana será otro día”.